Capítulo 19

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Comencé a abrir lentamente mis ojos. No sabía con exactitud qué era lo que había a mi alrededor, ya que lo veía todo borroso, pero sí pude distinguir una luz blanca que me cegaba.

Los cerré de nuevo por un segundo y volví a abrirlos. Mi visión estaba comenzando a ser nítida otra vez y pude observar unas paredes de un tono blanco muy resplandeciente.

Miré hacia mi izquierda y comprobé que me encontraba en una habitación de hospital, y que yo estaba tumbada en una cama con un tubo en mi mano izquierda conectado a una bolsa que, al parecer, contenía un líquido. Era un sedante, pero ya se había acabado.

Dirigí mi vista hacia la derecha y vi a una persona a mi lado que me estaba mirando como si me estuviera analizando.

Era un chico alto, rubio y de ojos verde esmeralda.

De pronto, noté que había curvado sus labios hacia arriba, mostrando una sonrisa radiante.

En seguida reconocí a aquel chico: Max.

-Leire- me llamó con una voz suave y delicada.

-Max- le conteste yo.

Intenté incorporarme, pero una de sus manos se posó sobre mi vientre, mientras que la otra se posó sobre mi hombro derecho, impidiéndome moverme más.

-No te levantes, necesitas descansar- me dijo él volviendo a hacer que me tumbara de nuevo.

-¿Qué ha pasado?- le pregunté.

-Ya te lo contaré cuando te den el alta y volvamos a casa- me contestó cruzando sus brazos y asintiendo con la cabeza.

-No quiero regresar a mi casa- le dije.

Él soltó una pequeña carcajada desviando su mirada hacia su derecha y volvió a mirarme a mí.

-Y no volverás a tu casa, Leire- hizo una pausa -Te quedarás en mi casa conmigo-.

-¿Qué?- le pregunté sin entender -Pero Max, yo...-.

-Leire, no vas a hacer que cambie de opinión. Ahora trata de descansar- me interrumpió -Bueno, voy a...-.

-¡No!- exclamé interrumpiéndole ahora yo -No te vayas, no me dejes sola- le rogué agarrando su muñeca izquierda.

-Leire, no te voy a dejar sola. Iba a decir que voy a sentarme en esa silla- dijo riendo.

-Ah, de acuerdo- solté su mano y sentí un pequeño sentimiento de vergüenza.

Max volvió a reír y se dirigió a una silla que estaba al lado de la cama, pero un poco apartada. Se sentó y se puso a leer una revista que había en una mesita a su lado.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y entró una mujer con bata blanca. Debía ser una enfermera. Se acercó a mí y me miró sonriente.

-¿Cómo te encuentras, linda?- me preguntó mientras desviaba su mirada hacia la bolsa del sedante.

-Bien, aunque un poco débil- contesté.

-No es para menos, tenías muchas heridas por todo tu cuerpo y tuvimos que curarte- dijo la enfermera quitándome el tubo que tenía en mi mano y quitando la bolsa del sedante.

-¿Cuándo podré marcharme?- le pregunté.

-Esta noche te quedarás a dormir aquí y seguramente mañana el médico te dará el alta. Por la tarde podrás irte- me contestó con una sonrisa.

Me puse contenta al saber que al día siguiente ya podría irme, no quería permanecer más tiempo postrada en esa cama, era algo muy agobiante para mí.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora