Capítulo 41

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-No me dijeron ni me hicieron nada porque no me vieron, pero escuché una conversación entre ellas que no creo que vaya a gustarte- me dijo cruzándose de brazos.

Por la expresión de seriedad que mostraba su rostro, empezaba a darme curiosidad qué podría haber escuchado.

-Te escucho- dije cruzándome de brazos yo también.

Mi amiga rodó sus ojos al techo y siguió cruzada de brazos, al igual que yo. Tomó un ligero suspiro y procedió a entonar sus palabras desde sus cuerdas vocales.

-Escuché a Stacy contarle a Betty algo sobre ti y sobre Max- empezó a decir.

-¿Sobre Max también?- le pregunté, aunque esa pregunta era más bien una pregunta retórica.

-Antes de contártelo todo, respóndeme a una cosa- pausó y yo asentí con la cabeza en señal de que prosiguiera -¿Por qué la rubia oxigenada conoce a Max?- me preguntó.

-Ayer me la encontré en el supermercado y Max venía conmigo. La muy estúpida se hizo pasar por una amiga mía para caerle bien- le respondí.

-Y tan bien que le cayó a Stacy, que piensa quitártelo- dijo Emma un tanto enfadada.

-¡¿Qué?!- le pregunté sin poder creérmelo.

-Como lo oyes, Leire- me dijo ella -Eso fue lo que escuché-.

-La cosa es que ya notaba que iba detrás de Max- pausé -Pero no va a conseguir nada-.

-Ten cuidado con esa lagarta, amiga- dijo Emma -Es más mala que la peste-.

-¡No me digas!- dije yo apoyando mis manos sobre mi cintura -Hizo que nos expulsaran, tan mala no puede ser- dije con ironía.

-Estamos de acuerdo- dijo -Al contrario, es una santa que no ha roto un plato en su vida- dijo Emma con ironía también.

Al pararnos a pensar en lo estúpido que había sonado aquello, iniciamos una serie de risas y carcajadas que hasta sentí que mi estómago estallaría de tanta presión en consecuencia de ellas.

-¡Me estoy muriendo de la risa!- gritó mi amiga colocando sus manos sobre su vientre.

-¡Yo también!- le respondí yo en la misma posición que ella.

-¡¿Que Stacy no ha roto un plato en su vida?! ¡Por favor, yo creo que debe tener ya toda la vajilla convertida en átomos!- dijo antes de carcajearse con todavía más intensidad.

-¡Totalmente de acuerdo!- grité yo imitándola.

Por un momento, escuchamos a Lindsay soltar un sonido y pensamos que se había despertado por culpa de nuestras descontroladas carcajadas. Sin embargo, tan sólo se movió y siguió sumida en sus sueños.

-En fin- dijo después de dejar las risas a un lado y volver a respirar con normalidad, ya que casi se ahogaba de estar riéndose. Su boca se abrió para absorber aire y expulsar el dióxido de carbono de un rápido suspiro -Creo que no tienes de qué preocuparte. Max te quiere a ti y estoy segurísima de que no caerá en sus garras-.

-Yo también estoy convencida. Max no es tonto- dije yo negando con la cabeza.

Tras aquellas firmes palabras, eché un vistazo al reloj de pulsera que estaba apretada a mi muñeca: 13:45.

-Falta un cuarto de hora para las dos de la tarde, tengo que irme. Max debe estar esperándome en casa. Ya nos veremos- dije yo despidiéndome de ella.

-Te acompaño a la puerta-.

Las dos trazamos un corto camino desde el salón de su casa hasta la puerta, donde nos dimos un fuerte abrazo y dos besos en las mejillas.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora