Las 21:30 de la noche era la hora que apuntaba mi reloj nada más llegar a la playa. A Max se le había ocurrido hacer el pícnic allí, dado que de noche, la playa se veia preciosa.
Lo que más me gustó en cuanto nos sentamos en la arena fue el reflejo resplandeciente de la luna llena en el mar.
Empezamos a sacar algunos bocadillos que habíamos preparado al llegar a casa después de haber ido al hospital. Los pusimos encima de un mantel que habíamos puesto sobre la arena con cuatro piedras en cada esquina para que no se lo llevase el aire.
-¿Ves como era mejor esto que ir a algún restaurante?- le pregunté mientras cogía un bocadillo relleno de mortadela y queso.
-Sí, pero me hubiera gustado llevarte a algún lugar más elegante- dijo mientras cogía otro bocadillo igual al mío.
Mi ceño se frunció y arrugué mis labios formando una mueca de molestia. Max me miró mientras mordía su bocadillo, pero no llegó a cortar el pedazo. Encogió sus hombros y al fin lo cortó.
-Vale, no me mires así- dijo cuando terminó de comerse el pedazo.
Comencé a sonreír por su respuesta. Tanto, que al final terminé llevando esa sonrisa a una gran carcajada. Max me imitó y se rió también.
Cuando dejamos las carcajadas a un lado, un silencio abrumador nos invadió por un momento. No era incómodo, pero era poco agradable. Entonces, enfoqué mi vista hacia el mar, en el cual pequeñas olas se desplazaban hacia la arena. El sonido de éstas era bastante relajante.
-Leire- la voz de Max hizo que quitara toda mi atención del mar y la fijara en sus ojos que, debido a la noche, se veian marrones en vez de verdes como solían verse siempre.
-¿Sí?- volví a mirarle.
-Emm...- se levantó de la arena y se puso frente a mí -¡Tú la llevas!- tocó mi brazo y salió corriendo.
¿Pero qué...? ¿Qué estaba haciendo?
Abrí mis ojos y mi boca en señal de sorpresa. No tenía ni la más remota idea de qué estaba ocurriendo.
"¿Qué efecto le habrá producido ese bocadillo que se acababa de comer?"- me decía mi mente.
Me reí por lo que acababa de pensar y me levanté yo también. Corrí detrás de él y después de dar unas cuantas vueltas, Max se metió en el agua. Frené en seco antes de tocar una gota.
-¡¿Qué haces?! ¡Te estás mojando la ropa!- le grité.
De repente, empezó a desabrochar los botones de su camisa, se la quitó y me la lanzó desde donde estaba.
-¡Ale, ya no me mojo la camisa!- se quedó pensativo por un segundo -¡Los pantalones no pienso quitármelos!-.
Estaba completamente alucinada. ¿Qué le estaba pasando a este chico en la cabeza? No moví ni un sólo músculo de mi cuerpo debido a mi estado.
-¡¿A que no te atreves a entrar al agua?!- me preguntó en un tono burlón.
Y tanto que no me atrevía. No iba a mojarme la ropa y no quería coger un resfriado.
-¡No quiero acatarrarme!- le grité.
-¡Gallina!- me gritó él poniendo sus dos manos en las comisuras de su boca para que el sonido sonara más fuerte.
Le miré frunciendo el ceño y, con una mueca de enfado, comencé a dirigir mis pasos hacia el agua. Metí un pie y no estaba tan fría como me imaginaba. Metí el otro pie y segundos después ya estaba frente a Max.
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Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)
RandomElla sintió que no tenía a nadie a su lado. Sintió que no valía como persona. Sintió que nada tenía sentido, y cuando se dio cuenta de que la vida no estaba hecha para ella, el destino dio un vuelco. Alguien especial apareció en su camino y de repen...