Capítulo 11

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Caminaba por las calles de Cradforth, sintiendo el aire acariciar mis pálidas mejillas y agitando mi cabello castaño y rizado en una especie de baile.

Noté una mirada recorrer mi rostro y desvié mi atención hacia el chico que estaba caminando a mi lado.

Max estaba observándome como si quisiera decirme algo. Sin embargo, no lo hacía, sólo se limitaba a mirarme durante unos segundos y volver a fijar sus ojos verdes en el camino.

Volví a mirar hacia delante y me topé con un cielo extremadamente hermoso. El Sol estaba en lo alto del cielo haciendo que éste se tornara de un azul bastante pálido con algunos toques anaranjados. Eso significaba que faltaba muy poco para que el atardecer comenzara a asomarse. En verdad, Cradforth se veía precioso con ese cielo invadiendo cada una de sus calles. A pesar de que era muy pequeño, era un pueblo acogedor.

-¿En qué piensas?- me preguntó Max al ver que estaba demasiado centrada en el paisaje que nos rodeaba.

-Estoy mirando el cielo- sonreí y le miré -estaba pensando en lo bonito que es Cradforth cuando llega el atardecer-.

Max miró el cielo y se le dibujó una amplia sonrisa. Después, volvió a centrar su mirada en mí y me dijo:

-Sí, tienes razón. Es muy bonito-.

Le sonreí y asentí con la cabeza. De repente se me pasó por la cabeza la idea de dónde iríamos ahora, entonces sólo se me ocurrió preguntar.

-¡¿Dónde vamos?!- dijimos los dos a la vez.

Nos reímos durante unos segundos hasta que el silencio volvió a invadirnos.

-¿Entonces dónde vamos?- me preguntó después de esos segundos en silencio.

-Ah, no sé. Donde tu quieras, me da igual- dije encogiendo mis hombros y negando con la cabeza.

-Mm...- miró su reloj -Son las 17:30 ahora, ¿te parece si vamos a merendar a algún sitio?- me preguntó.

-Vale, me parece bien- dije sonriente.

A pocos metros del lugar donde nos encontrábamos, había un bar. Max abrió la puerta y se apartó un poco para dejarme paso y luego él entrar después de mí. No era el bar más lujoso del pueblo, pero estaba bien. Era un sitio limpio y se estaba bastante agusto. Había seis mesas en total y cuatro ventanas. Al fondo había una pequeña escalera que servía para ir a los baños.

Yo iba siguiendo a Max, quien se estaba dirigiendo hacia una mesa cerca de una de las ventanas. Al llegar, apartó una silla y me indicó que me sentara, correspondí su gesto y me acercó a la mesa. Luego, él se sentó en la silla que estaba frente a mí. Debía admitir que Max era un chico bastante caballeroso y que tenía muy buenos modales.

Nunca nadie antes se había comportado así de amable conmigo, excepto aquella vez que Dylan me acompañó hasta una esquina de mi casa.

Uno de los camareros se había acercado a nosotros, nos dijo todo lo que tenían para tomar y nos preguntó que qué era lo que deseábamos.

-Un café con leche, por favor- dije yo amablemente.

-Que sean dos, por favor- dijo Max.

El camarero asintió sonriente y se retiró.

-¿Sabes? Este lugar me recuerda un montón a mi madre- me dijo mirando a la nada, mientras yo le escuchaba atentamente -Ella solía traerme aquí muchísimas veces. La última vez que vine con ella yo tenía 15 años- dijo esta vez mirando mis ojos marrones y haciéndome ver en él una expresión algo entristecida.

-¿No volviste a venir más con ella?- pregunté.

-No- me contestó bajando la mirada -Ella... Ella hace mucho tiempo que no está aquí-.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora