Capítulo 45

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Una luz blanca comenzó a brillar delante de mis ojos al mismo tiempo que mis párpados iban abriéndose y mi cuerpo volvía en sí de nuevo. Poco a poco el efecto del cloroformo iba desapareciendo y sentía que mis huesos me pesaban menos.

Al principio nada más veía borrones y manchas a mi alrededor. Parpadeé unas cuantas veces y mi vista se aclaró por fin. Miré entonces el entorno que me rodeaba y vi que estaba encerrada en un cuarto que parecía un vestuario, ya que a mi izquierda y a mi derecha había muchos percheros con trajes rojos, negros y de muchos colores colgados.

Las paredes eran de un rojo muy intenso, mientras que el suelo tenía un color grisáceo.

Tardé unos minutos en darme cuenta de que estaba sentada en el suelo con las manos atadas a un pilar, los pies atados entre ellos y una mordaza en la boca.

Al mirar hacia atrás para tener mis manos localizadas, vislumbré una bancada enorme con lavabos, espejos y maquillajes.

-"Qué lugar tan extraño para cometer un secuestro. ¿A qué tipo de sitio me han traído? No entiendo nada"- pensé.

Empecé a gritar pidiendo ayuda, pero fue en vano debido a que la mordaza no me permitía intensificar el chillido, así que, lo único que podía hacer era quedarme quieta y mantenerme callada.

-"¿Qué lugar es este?"- me pregunté a mí misma.

Por un instante noté cómo mi estómago me pedía a gritos saciar el hambre. Necesitaba comer algo y mi barriga no paraba de rugir como si fuera un león hambriento. También mi garganta me daba señales de tener sed. Estaba completamente sedienta y con ganas de llevarme algo de comida a la boca.

A saber cuánto tiempo había estado encerrada y dormida dentro de aquel sitio.

El sonido de unos zapatos lejanos llegó hasta mis oídos y cada segundo que pasaba, se escuchaba más cercano.

Por un segundo, se dejó de escuchar y lo siguiente fue el sonido del picaporte de la puerta situada justo en frente de mí.

Un hombre de piel blanca con lunares, ojos verdes y pelo rojizo apareció ante mis ojos. Llevaba en sus manos una bandeja con comida y agua. Se acercó hacia mí y se agachó hasta quedar a la misma altura. Dejó la bandeja al lado de mis pies y alzó una de sus manos para apartar la mordaza de mi boca.

-Aquí te dejo tu comida. Que aproveche- se levantó y se dirigió hacia la puerta.

-¿Y cómo crees que voy a comer algo si tengo las manos atadas?- dije antes de que saliera.

El hombre frenó en seco, se giró hacia mí y me dedicó una mirada de duda. Finalmente volvió hacia donde estaba yo y se agachó de nuevo.

-Tienes razón- dijo él -Tendré que hacerlo yo mismo- una de sus manos cogió la bandeja, mientras que la otra agarró una cuchara y se dispuso a tomar un poco de caldo que había en un plato.

-¿Quién eres tú y por qué estoy aquí?- le pregunté.

-Mi nombre es Roman. No puedo responderte a lo otro- pausó -Esa tarea le corresponde al jefe- acercó la cuchara a mi boca, tomé un sorbo y se lo escupí en la cara.

-¡¿Por qué demonios me retenéis aquí?! ¡¿Y quién es ese tal jefe al que llamas?!- grité.

-¡NO ME LEVANTES LA VOZ, NIÑATA! !Y COME ALGO, QUE EL JEFE TE NECESITA CON ENERGÍA, JODER!- gritó él todavía más fuerte, cosa que me asustó porque tenía la voz bastante grave.

-¡Roman, ¿qué ocurre ahí dentro?!- oí desde lejos una voz masculina que me resultaba bastante familiar.

Una sombra se reflejaba sobre la puerta y los pasos de aquel hombre se hicieron más presentes, hasta que en mi campo de visión apareció un señor con el pelo canoso, alto y con dificultades al caminar.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora