Capítulo 40

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El frescor que entraba por mi ventana y las frías sábanas pegadas a mi piel ocasionaron mi despertar después de una larga siesta. Mis ojos se abrieron con un toque de nublosidad en mis pupilas. Me llevó un par de veces pestañear para tener una visión más nítida y clara del espacio en el cual me encontraba.

La poca luz que entraba en la estancia ayudaba a mis párpados a cerrarse, pero me mantuve todo lo que pude para no dormirme de nuevo. Así que, me incorporé sobre la cama y estiré mis brazos intentando desperezarme completamente.

Me levanté de la cama y me dispuse a salir por la puerta de mi habitación para ir a la cocina y hacerme algo para comer, ya que en menos de un minuto escuché tres rugidos provenientes de mi estómago y necesitaba saciar mi hambre.

Al pasar por el salón, vi que la estancia estaba totalmente silenciosa. Basicamente no se notaba ningún acto de presencia en ningún rincón de la casa.

Parada frente al sofá, alejé mi brazo izquierdo de mi cuerpo para acercarlo a mis ojos y ver la hora que marcaba mi reloj de pulsera.

7:45 de la tarde.

-¿Dónde se habrá metido este chico?- me pregunté a mí misma, a pesar de que era consciente de que no iba a obtener respuesta alguna por parte de nadie, ya que la casa se encontraba sin un alma exceptuando la mía.

Me encogí de hombros y me dispuse a llegar a mi ansiado destino: la cocina. Las ganas que tenía de llevarme algo a la boca después de varias horas se hacían más grandes debido a mi indecisión por qué cocinar.

Tras darle varias vueltas a la cabeza pensando en lo que cocinaría, decidí hacerme un simple tazón de leche con cereales de fruta que encontré en la despensa.

El sonido del microondas mientras calentaba la leche se notaba como un zumbido poco notorio en mis conductos auditivos. Entonces, supe que mis oídos no estaban del todo despiertos, por lo que di un pequeño bostezo para abrirlos y oír mejor.

Mientras la leche se calentaba, un pensamiento iba rondando por mi mente. Todo aquel asunto de la investigación y las llamadas me tenía en un estado de suma agonía. Imaginarme que mi amigo había podido llamarme tantas veces y amenazarme hacían erizar los vellos de mis extremidades de un escalofrío.

Era totalmente increíble que una persona con la cual había llegado a tener una cierta confianza, hubiera actuado de esa manera, que hubiera sido capaz de hacerme eso. Era una cosa realmente difícil de asimilar. Una cosa tal ilógica que hasta sonaba absurda. Pero, por lo que había podido observar, así era la cruda realidad.

El microondas había dejado de sonar con un pitido que indicaba que la leche ya estaba lista. Saqué el tazón, le puse los cereales y me senté en la mesa para disponerme a comer.

En el momento en que puse el tazón en el fregadero después de tomarme los cereales, escuché el contacto de una llave con la cerradura de la casa. Salí de la cocina y esperé a pocos metros de la puerta esperando a que se abriera.

-Vaya, la bella durmiente se ha despertado- dijo Max al verme parada frente a él -¿y no me has esperado para despertarte con un beso?- cerró la puerta y se acercó a mí para juntar nuestros labios.

-Mmm...- dije después de separarnos -No, el príncipe ha tardado demasiado- me reí -¿Dónde estabas?- pregunté.

-La mujer de mi padre y él se han hospedado en el hotel de Cradforth y he querido hacerles una visita. Te iba a decir que vinieras conmigo pero te he visto tan profundamente dormida, que no he querido despertarte- explicó.

-Oh, vaya- dije un tanto apenada -No te preocupes, tal vez en otra ocasión pueda ir contigo-.

-De acuerdo, iremos en otra ocasión- dijo muy alegremente.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora