Capítulo 20

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Me desperté sin saber qué hora era. Miré a mi alrededor. Estaba algo oscuro, pero lograba distinguir a la perfección aquel sitio y cuanto más lo observaba, más extraña me sentía al despertar en una habitación que no era la mía, pero recordé el motivo por el que estaba ahí y ya no me parecía tan extraño.

Oí la puerta del cuarto abrirse y vi entrar al hombre que me había salvado la vida el día anterior. Aún no sabía cómo iba a agradecerle todo lo que había hecho por mí este tiempo, pero ya se me ocurriría una manera de hacerlo. Por ahora, me limitaría a ayudarle con las tareas de la casa, por ejemplo, al menos, era un principio.

-Buenos días, Leire- se acercó con una bandeja en sus manos.

-Buenos días -sonreí y me quedé pensativa -¿Qué es eso?- pregunté.

-Te traje el desayuno- dijo dejando la bandeja encima de mis piernas -Emm...como no sabía qué era lo que te gustaba para desayunar, preparé un poco de todo: tostadas con mantequilla, leche, zumo de naranja...-.

-Está bien, Max- le interrumpí levantando una mano -Pero, ¿por qué te has molestado? No era necesario- sonreí.

-Bueno, lo he hecho porque he querido. Además, son las 7:00 y debes darte prisa para ir a clase- dijo en una media sonrisa.

Yo solté una pequeña risa, a lo que él me miró con una expresión extraña en su rostro, entreabriendo sus verdes ojos.

-¿Qué te parece tan gracioso?- me preguntó frunciendo el ceño.

-Que no me permiten volver al instituto hasta dentro de dos semanas, Max. Me expulsaron- contesté algo entristecida.

-¿Cómo que te han expulsado?- abrió sus ojos de par en par y entreabrió su boca en un gesto de sorpresa.

-Así es, Max- respiré -Estaba con Emma en el recreo, cuando alguien nos lanzó una bola de papel en la que decía que entráramos al gimnasio, entramos y ese alguien nos encerró allí y no pudimos dar la clase de después. Cuando terminó esa clase, el director y el profesor con el que nos tocaba vinieron a buscarnos y nos regañaron. Emma y yo tratamos de explicarles que no había sido nuestra culpa y que nos habían encerrado, pero no nos creyeron, entonces el director nos expulsó dos semanas por saltarnos una clase- expliqué.

-¿Y sabíais quién os había encerrado?- preguntó.

-Teníamos una cierta idea, pero no podíamos acusar a nadie sin pruebas, y menos aún, siendo una suposición, porque obviamente no nos iban a creer- respondí encogiendo mis hombros.

-Ya, comprendo- asintió -¿Y por qué el gimnasio? ¿Qué tenía de especial?- preguntó.

-Pues, no lo sé- suspiré mirando hacia otro lado.

-Pero, ahora que lo estoy pensando, ¿en la hora del recreo, no se supone que los aulas, incluyendo el gimnasio, deben estar cerrados para que nadie se quede ahí?- preguntó con curiosidad.

-Exacto, debería estar todo cerrado -volví a mirarle -Pero, digo yo que ese alguien conseguiría la llave para dejar el gimn asio abierto y que nosotras pudiésemos entrar, y de esa forma, volver a cerrar- respondí.

Asintió desviando su mirada hacia su derecha y luego volvió a dirigirla hacia mí.

De todo lo que me había traido Max para desayunar, me tomé sólo el zumo de naranja y me comí un par de tostadas con mantequilla y dejé lo demás en la bandeja.

-Bueno, ya que aún es pronto, dejaré que duermas. Seguramente cuando despiertes, no estaré aquí. Si necesitas cualquier cosa, llámame al móvil- se levantó y se dirigió hacia la puerta con la bandeja, pero frenó y volvió a mirarme -No te preocupes por nada, esta es tu casa y puedes disponer de lo que te plazca. Si necesitas ir al baño o darte una ducha, o lo que quieras, es la puerta que tienes en frente nada más salir, ¿de acuerdo?- preguntó.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora