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–Oye, ¿Crees que me olvido de algo?

Austin me mira la mar de divertido y yo a la vez apoyo mis manos en mis lumbares quejándome, estoy sudando de la cantidad de vueltas que he dado mientras Austin se come una fruta estirado en la cama.

–Me olvide de decirte algo– Sus dientes se hincan en la manzana y el ruido cuando saca el pedazo me hace saborearme. –No llevaremos absolutamente nada, haremos compras allí. Necesitaras más de una maleta cuando entremos al parque.

Cuando dice la palabra mágica mis piernas tiemblan y gritando como desquiciada vuelvo a tirarme a sus brazos para besarlo hasta que me pide por favor que lo deje en paz. Ni siquiera me molesta saber qué hace más de una hora estoy agachada partiéndome la cabeza mientras desvalijo todo mi vestidor, y el sabiendo desde el principio que no tenía ningún sentido.

– ¿Qué se siente ser el responsable de cumplirle un sueño a alguien en particular? – Le digo cariñosa mientras rozo mi cuerpo contra el suyo.

–Tú no eres "alguien en particular", eres mi persona preferida... Y además, también es mi sueño.

–No me has respondiiiido. – Le digo con un ritmo inventado. Él se ríe asombrado.

– ¡Cantas muy mal! – Sonrío y estiro bruta mi rostro hasta su mejilla, le suelto un beso que le ladea el rostro. Lo observo inmóvil, estoy tan pero tan feliz que me cuesta una barbaridad quedarme como una estatua. Suspira. –Se siente... Verte así de alegre se siente como el puto cielo nocturno, tan estrellado que se puede diferenciar todo en la oscuridad, en una noche de verano.

Ahora me quedo inmóvil, sin necesitar de mi voluntad. – ¡Austin! – Suelto un bochornoso quejidito mezclado con un gemido y escondo mi rostro en el hueco de su cuello.

Así es como en un segundo cualquier braga que intentes mantener en la cadera, huye despavorida.

–Lo que me preocupa es que nunca terminaré de comerme esta manzana. – Dice en un tono medio susurrado, porque justo mi oído izquierdo está cerca de su boca.

Puedo hacer algo con eso, así me prestará atención solo a mí.

Me siento en su estómago y arrebatando lo poco que queda de su manzana la aviento y choca contra la base de mi escritorio. Austin abre su boca, sorprendido.

Levanto mis brazos estirándolos. Pongo cara inocente. – ¡Magia! Ahora me prestarás atención solo a mí.

Cierra un momento sus ojos sin poder creerlo y haciendo un pequeño movimiento de caderas, toma el control cambiando nuestras posiciones. Veo en su boca un pequeño resto de manzana, así que levantando mi dedo índice, lo paso por su comisura y luego me lo meto en la boca, sintiéndome por hoy una Marilyn Monroe, trucha.

Su sonrisa se estira y mi sexo se contrae, su boca se acerca a la mía, pero a último momento se desplaza a mi cuello y empieza la dulce y enloquecedora tortura, meto mi mano debajo de su pantalón de pijama, pero antes de llegar a la gloria me incorporo, haciendo que Austin también lo haga y me apriete los hombros.

– ¿Qué sucede, preciosa?

–Austin... ¡Tengo un maldito trabajo! – Sé que mi rostro se desfigura en un segundo, creo que si Barry no me da los días, renunciaré. Así de improvisada (Imbécil) soy. – ¡Y tú también!

Medito un poco frunciendo mis cejas y mordiendo mí uña, los pasajes son para el martes y hoy es domingo. Mañana si o si tenemos la respuesta de la productora, si es no, lloraremos y seguiremos como antes... ¿pero si es si? ¿Comenzaría al día siguiente? ¡Debería merecerme unos días! Aunque hace un mes que llego prácticamente tarde todos los días. Empieza a dolerme la cabeza.

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