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En mi propio aturdimiento puedo sentir que la puerta se vuelve abrir. El maldito aparato que se supone que es de última tecnología se tarda una eternidad en llegar otra vez a este piso. Me paro más firme y cruzo mis brazos en mi pecho para disimular mi temblequeo. Es él, lo sé porque este pasillo que de pronto se congeló para mi, ahora vuelve a tener temperatura. Apoya su mano en mi brazo con delicadeza y mi cuerpo se envuelve en un tierno calor, familiar y tranquilo. Aprieto mi mandíbula con mis ojos pegados a la maldita pantalla de dígitos y vuelvo a presionar la estúpida contraseña. Doy ok y el aparato me habla diciendo que ya se ha solicitado la opción. Si, es la vez décima que lo aprieto y nunca ha subido el maldito. 

 Lexy...– Está muy cerca porque siento el dióxido de carbono expulsado de sus labios en mi cabello.   

  – No... me toques.–  Le digo con mis dientes apretados y tironeo mi brazo. 

Al instante me arrepiento. ¿Por qué me siento tan molesta? ¡Es mi culpa! He interrumpido en su apartamento sin avisar, no somos nada, él puede hacer lo que quiera como yo lo hice antes en mi luna de miel con Nick. Lo que más me molesta es que siento el pinchazo de la desilusión... Y me prometí no ilusionarme más con respecto a esto. Estoy harta de la desilusión, creo que lo que más mata el alma es vivir de ilusiones imaginarias. Si pudiera deshacerme de esa emoción que carece de realidad...

Recuerdo que en uno de mis años de preparatoria hice una presentación sobre la ilusión, en realidad tenía que ver con la Psicosis, pero recuerdo bien las definiciones que usé. No sé porqué en este momento estoy recordando sus definiciones. "... interpretación errónea de un estimulo externo real" "... Esperanza que carece de fundamento en la realidad" Ese es mi problema y creo que el de la mayoría de las personas. Nos hacemos ilusiones de cosas que aun no suceden y nunca lo hacen como imaginamos. Aunque me aferre a mi barrera sigo siendo la misma débil imbécil. Hasta que desde mi interior no me decida a borrarlo de raíz como pude hacer con Nick, no cambiaré esto que soy. El ascensor al fin  se abre y mis piernas se activan, pero ignorando mi petición Austin nunca me ha soltado y la oportunidad de abordarlo se me va cuando me hace a un lado y casi destroza la pantalla para que el cacharro se cierre. Me rehúso a mirarlo, se que si lo hago me derrumbaré. 

Suspira. – Creí... creí que estarías llorando. 

¿Con qué lo haría si ya no me quedan lagrimas para gastar en ti? 

– Lo siento... en serio. Yo... me... me preocupe porque no respondías mis mensajes y llegué aquí sin pensar.–  Me excuso sin encontrar las palabras, cada dos segundo paso la lengua por mis labios en clara señal de nerviosismo. Y ni hablar que mis ojos están cómodamente adheridos a un punto lejano del pasillo. – No debí hacerlo, lo siento de verdad. Irrumpí en tu casa y nunca imagine... 

Mi voz se apaga y mejor bloqueo mis cuerdas vocales, porque estoy diciendo una sarta de estupideces sin sentido. 

– Ven, pasa. 

Niego. De ninguna manera. 

– No, no. Ya comprobé que estás bien. Tengo algo que hacer... Nos veremos en...

Está esa chica allí dentro haciendo vaya a saber que cosa y él está aquí con una mano apretando mi brazo y la otra al lado de mi cabeza, gastando su tiempo en una conversación sin sentido. Una maldita y desagradable imagen de la chica cocinando a su lado me tortura y respiro profundamente por las horrendas ganas de vomitar que comienzan a dominarme. 

Está completamente taciturno, pero comienza a tironear de mi para meterme a su casa. Me niego.

– Aust no, me ha dado vergüenza. No quiero entrar a tu casa, necesito volver a mi apartamento.  

Aquí y AhoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora