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Austin.

Su cuerpito pincelado se encuentra a horcajadas en mi cintura, no puedo despegar mis ojos de sus tetas perfectas y en mi desconcierto veo que se acerca a mi, aprieta mis manos contra la cabecera de la cama y presiona unos grilletes duros de puro metal. ¿De donde los ha conseguido? Sabe bien que no me va el sado, aunque su necesidad de control me la pone con febrícula.

– Ahora sí te la comeré a toda...– Dice apretando sus labios de esa manera que me vuelve loco. 

Se aleja un segundo y aparece con un spray de nata montada. Sonrío tenso por no poder controlar la situación, ella parece en su mundo, abre la tapa y deja un copo de crema en mi glande, luego abre su boquita y su dulce lengua me saborea con placer. Cierro mis ojos, controlando mis ganas de explotar y cuando los abro, estos se abren desmesurados mientras veo como apoya un condón en la punta de la nata y comienza a deslizarlo hacia abajo, se ríe con picardía. 

  – Ahora sabrás lo que se siente al hacerlo por atrás...

¡¿QUÉ?!

Abro mis ojos y contengo la respiración, muevo mi rostro por la habitación y no reconozco las paredes, mis manos están gracias al cielo libres y siento un cuerpo laxo y caliente apoyado sobre el mio. 

No puedo creer que Lexy me torture hasta en mis pesadillas. 

Suelto el aire, desprendiéndome de a poco de la horrible sensación que me ha dominado y me acomodo mejor, para que su rostro angelical quede a mi vista. ¡Que suerte tengo de poder despertarme viendo su rostro! Sus labios se achican y luego sonríe un poco, como si también estuviera soñando, espero que no sea la secuela del que acabo de cortar. Acerco mi nariz a su cabello y me relajo envuelto en su aroma a lavanda. Aún retumba en mi cabeza sus últimos gemidos dulces antes de entregarse al placer debajo de mi cuerpo, esos momentos que nos entregamos de lleno para amarnos de esa manera tan profunda me hacen pensar en lo insignificante que era mi vida anterior, los años que perdí pudiendo adorar su cuerpo de esta manera. Los quebraderos de cabeza que me habría ahorrado si no hubiese ignorado lo que siempre me hizo sentir. No es ella la única que comete errores. ¿Puedo juzgarla por confundirse culpa del torrente de emociones que siente? No puedo, porque la entiendo, siento lo mismo que ella. Para dos personas que no querían sentir, nos hemos ido al extremo contrario. Acaricio su suave cabello con mimo, sus pestañas son un bucle en sus ojos cerrados, aún está maquillada. Cuando paso mi dedo en su ceja perfilada su ceño se contrae y luego veo una fugaz sonrisa estirando sus labios. Está despierta. De pronto su cuerpo pesa un poco menos, como si quisiera no apoyarse del todo en mi cuerpo, tiene esa extraña creencia de que sus diminutas extremidades podrían aplastarme. Del solo hecho de saber que ya tengo toda su atención, mi pene se despierta al mismo tiempo que ella exigiendo de su contacto. 

– Te cargarás una grande si notan que has dormido maquillada. 

Sus mejillas se colorean en un segundo pero no abre sus ojos.

– Me esperan unas largas horas de revoque, tendré el rostro tan duro que ni siquiera podré sacar mi lengua para saborear la tuya.

Suelto una carcajada encantado por su humor excepcional y siento como sus uñas presionan mis brazos. Cuando se digna a abrir sus ojos mi cabeza desvaría , estoy tan malditamente pillado... y aunque lo he aceptado aun no puedo acostumbrarme a sentirme así. 

– Hola bebé.–  Me dice cariñosa y tengo una irremediable necesidad de poseerla.    

Con la maldita brutalidad que no puedo moderar, muevo mi cuerpo cambiando nuestras posiciones y un gruñido sale de mi garganta cuando la tengo allí, a mi merced.

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