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El otoño empieza a sentirse en la ciudad que nunca duerme y esta estación no ayuda a mi pésimo humor, llegó el maldito día donde me enteraré de cosas que no quiero saber. Estoy aquí sentada esperando mi vuelo intentando pensar temas de conversación interesantes para que mi hermana no tenga tiempo de amargar más mi existencia.

Jess me ha mandado mil mensajes para que suba mi ánimo, al parecer esta semana se ha notado mi inquietud, el hecho de aparentar despreocupación en mi trabajo ha consumido toda mi energía, pero esta semana Cruella ha estado ocupada y por suerte no me ha prestado demasiada atención. En cambio Fiona cada día que pasa es más insoportable, el turno de mañana me ignora, pero en el momento que Maximus entra a la Cafetería y me sonríe, su actitud acida me aplasta.

Mi caso de extrañitis va empeorando, he bloqueado a Nick por Whatsapp e intento no entrar en las redes sociales, todo ha quedado intacto desde que Austin me hackeo la cuenta. No tengo el valor suficiente para cerrarla o cambiar mi estado, no he entrado a las notificaciones ni mensajes privados. A diario me repito que debo salir de este pozo en el que me encuentro... Quizás ya es hora de confiar en mis nuevos amigos, acumular en silencio no es lo mío.

El alta voz me avisa que es hora de emprender mi viaje, suspiro y sonrío pensando en mi sobrino Ben, extraño mucho sus abrazos y besos babosos. Me aferro a ese pensamiento y mando un último mensaje a mi hermana antes de apagar mi móvil.

El viaje ha durado poco más de una horas y aquí estoy muy cerca de mi ciudad... De la ciudad que deje atrás. Con mi mochila de morral en mi espalda camino hasta el lugar donde quedamos encontrarnos con mi hermana, conozco este lugar lo suficiente para no perderme, cuando Chelsea aún estaba con Bob solía pasar fines de semana hablando con ella, haciendo picnic justo en esta plaza. Me siento en un banco y veo los niños jugando divertidos, es una mañana de sol y mi hermanita adorada llega media hora tarde.

­–Con ese rostro que traes prefiero volver a casa...– Escucho a mi lado y me volteo de golpe.

Mi hermana aparece ante mí con una sonrisa sincera y me trepo en sus hombros, definitivamente extraño a mi familia.

– ¿Quién eres tú y que has hecho con mi hermanita? – Me dice riéndose y yo me sumo a su risa burlona, me separo de ella y la observo en detalle.

No hace dos meses que nos hemos separado pero su aspecto ha cambiado, está más delgada y arreglada.

–Mmm A alguien le vino bien el amor– Le digo pellizcando su teta, ella se parte de risa y me da un empujón divertido, debo admitir que estos pocos segundos me han rehabilitado casi completamente. – ¿Ben? ¿Ya está pasando tiempo con el descerebrado de su padre?

Mi hermana asiente y hace una mueca.

–Sí, sé que habíamos quedado en que lo verías ahora, pero necesito que me acompañes a buscarlo...– Chelsea observa sus manos y entiendo que aunque se ha arreglado por fuera, sigue necesitándome para estos temas.

– ¿Te ha dicho algo?

–Nada malo, pero no sé qué esperar en la despedida– En vez de sentarnos en el banco, hemos caminado unos metros y nos hemos estacionado en el césped. Mi cerebro empieza a sopesar todas las preguntas que he pensado para hoy pero Chelsea es más rápida. –Cuéntame hermanita, ¿Es lo que esperabas? Debo decirte que aún estoy enojada... No no, enojada no, estoy dolida por tu forma de actuar, ¿Has huido por que no confías en nosotros? ¿No somos un buen apoyo para ayudarte a superar tus problemas? Creí que mi opinión era importante para ti...

Bufo y me recuesto en el césped. Claro que sí, esto me lo esperaba, Chels es la persona que sabe todos mis problemas, también hui de ella. ¿Qué esperaba? ¿Que estas preguntas que ahora me reprocha nunca iban a llegar? Ya me estaba acostumbrando a mi nueva vida, esa en la que mis amigos no saben mi pasado ni mis dramas, sin dudas esa vida es mejor.

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