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19:00h...

Liliana pensó que tener un bebé sería perfecto como lo muestran las telenovelas, sin embargo, nada era así. A pesar de que las sirvientas estaban todo el tiempo para ayudarla, nadie podía callar los llantos de Dayra. Aunque la vida de estos padres jóvenes se había dificultado, Sergio era el único que intentaba tener paciencia y era el que más tiempo le dedicaba a su hija. Según él, era raro que a su corta edad ya no tenga interés en salir a divertirse como los demás, prefería quedarse con su bebé.

Y no solo Liliana era la afectada en esta situación, sino también Kendra. Cada día que oía llorar a su sobrina descontroladamente, no dejaba de pensar con horror que en pocos días ella estaría igual o posiblemente peor. Pues toda la servidumbre está al cuidado de Dayra, y ya no quedarían personas disponibles para Luciana.

Cada vez que la chica sentía dolor se asustaba, ya que ella quería que nazca para deshacerse de ella, pero al mismo tiempo no quería que nazca, para no llevar la vida que Liliana tiene ahora.

Aquella noche, Kendra se había ido a la sala de la mansión a estudiar para no ser interrumpida por ningún llanto. Sintió una patada, esas patadas que suelen dar los bebés que las mamás normales adoran sentir. Las mamás extrañas como Kendra detestan sentirlas. Tuvo que interrumpir sus estudios para levantarse.

-Quieta, niña del demonio. -Exclamó.

De pronto escuchó una risa malvada detrás de ella. Volteó y vio a Liliana burlándose con una pose muy sensual que se la hacía ver radiante, pues Liliana había recuperado su cuerpo delgado en muy poco tiempo. Qué envidia, pensó.

La chica fingió no escuchar nada.

-Creo que vas a tener mala suerte con tu bebé, eh? Por suerte la mía no hace nada. -Mintió.

-Tal vez es porque tú nunca estas al pendiente de ella.

-Tienes razón...Sergio siempre la ve, está demasiado emocionado con todo esto. 

Liliana se acercó a ella para presumir su estado de calma y felicidad, que en realidad Kendra sabía que era mentira.

-Siento que...la llegada de Dayra ha intensificado nuestro amor.

-¿Amor? -Comenzó a reírse. -Me das pena cuando hablas así.

-Sergio me ama, imbécil.

-Pues demuéstralo, acaso alguna vez ha dicho que te ama?

Su hermana no respondió por vergüenza. Sergio nunca se lo ha dicho y sabe que es difícil que lo haga después de todo. Mientras Kendra, continuó riéndose.

-A mi me lo ha dicho desde que tenemos doce años...y me lo ha dicho siempre. Sergio me prefiere a mi, querida, ya supéralo.

Liliana quiso agredirla, pero no lo hizo por su estado. Decidió marcharse avergonzada, pero Kendra estaba con ganas de molestar. Estaban en una de las pocas situaciones en las que Kendra saca ventaja, y obviamente, a la chica le gusta aprovechar para sentirse orgullosa de sí misma al menos una vez al año. La detuvo con sus ofensivas palabras. 

-Tienes un cerebro tan pequeñito que no logras entender que Sergio te tiene asco! Y aunque le des un millón de hijos, nunca sentirá por ti lo que siente por mí.

Liliana fue capaz de soportar y seguir con su camino, pero fue Kendra quien no quiso soportar aquella tranquilidad de su hermana. La siguió hasta volver a detenerla en las escaleras.

-¿Por qué te pones cobarde, Liliana? O es que ahora ya entendiste que nunca debiste meterte conmigo, porque sabías muy bien que yo iba a ganar tu juego. 

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora