💜79

7 0 0
                                    

Luciana, a pesar de que aún tenía quince años, ya era una experta conduciendo. Le gustaba pasear junto a su hermana menor, que ya tenía tres años y cada día aprendía algo nuevo. Hoy había sido un día tranquilo como últimamente han sido. Decidió pasear junto a Andrea en el auto fuera de los viñedos de los Gómez.

Pero hoy se detuvo de golpe como si recién fuera una aprendiz.

13:00h...

-Oye. -exclamó la menor. -Casi me matas.

La causa de esa acción fue porque Luciana vio a unos metros de distancia un auto verde que nunca había visto antes. Pero lo sorprendente no fue eso, sino aquella mujer que reposaba su espalda contra la puerta de ese auto. Tenía puestas unas botas largas negras como sus pantalones y una blusa corta morada que dejaba su ombligo al descubierto. Estaba con los brazos cruzados y miraba de frente: Hacia la mansión, como si pensara en ella. A la chica no se le hizo difícil descifrar quién era. Su silueta seguía siendo la misma. No le sorprendía verla de nuevo. Todos sabían de la costumbre de retornar de forma inesperada. Así  es Kendra, aunque inconscientemente. 

Andrea también la reconoció al instante. Ambas hermanas sintieron una pelea de sentimientos dentro de sí mismas que era confusa e incómoda. Querían abrazarla porque la extrañaban mucho, pero también querían desquitarse con ella por la muerte de Ernesto. El sentimiento de rencor ganó para la hija mayor.

De pronto, la guapa mujer volteó y vio el auto negro. Sabía que alguien importante estaba allí, pues ese era el auto de su difunto marido al que ella mató. En eso, las vio salir a las dos al mismo tiempo. No pudo evitar las lágrimas de felicidad al ver a sus hijas de nuevo. Pero también eran lágrimas de tristeza porque en nueve meses ya habían cambiado más y ella jamás habrá disfrutado de ese cambio. Quería ir tras ellas y no parar de abrazarlas, pero percibía el resentimiento y decepción de ambas. Lo cual la hacían llorar más. 

Kendra intentó acercarse lentamente, pero estas dieron un paso atrás para alejarse de ella. Cada acción de desprecio, por más pequeña que sea, Kendra lo sentía como un cuchillazo más al alma. 

-Perdónenme...

-¿De qué? -preguntó Luciana a propósito. -¿De que hayas matado a mi papá? ¿Cómo mierda quieres que te perdonemos eso, eh?

-Fue por defensa, él me iba a matar a mí y yo estaba embarazada...

-Ya deja de mentir, por favor. Cuándo será el día que hables con la verdad. 

Le dolía saber que había perdido la confianza de todos. Nadie le creía aunque fuese verdad lo que decía.

-Hablo en serio, créanme, se los suplico...

-No, Kendra. -interrumpió. -No te creemos nada...porque ni siquiera te importamos.

-Claro que me importan, yo las amo...

Luciana tomó a Andrea de la mano para irse. Kendra no se iba a dar por vencida jamás, mucho menos con sus hijas. Tenía que recuperarlas, de lo contrario, ¿Qué sentido tendría su vida? Ya estaba desesperada.

Decidida a darlo todo, dio el primer paso hacia ellas para seguirlas...y el último tal vez. En ese momento, Kendra sintió una tensión y ardor tan fuerte en el pecho que la obligó a detenerse. Nunca antes había sentido tanto dolor ahí. 

Las chicas aún no lo habían notado. 

Kendra intentó omitir su dolor físico, pero fue imposible seguir. Era tan fuerte que la tensión se expandió en todo su cuerpo, como si estos le avisaran que habían dejado de funcionar inesperadamente. La chica no entendía lo que le pasaba. Entró en pánico que se puso a sudar a pesar de que corría viento. De pronto, se dio cuenta que ya no podía respirar. 

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora