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1:30h...

Javier ya estaba en su cama, pero no podía dormir. Aunque la sensación de infarto ya había desparecido, no dejaba de preocuparse por la presencia de Kendra, y por no poder hacer nada en su contra.

Nunca antes se había puesto a pensar en lo rápido que corre la Vida ni en cuánto puede cambiar alguien. Solía creer que un individuo podría mantener la misma personalidad todo el tiempo. Muy ignorante de su parte. Los recuerdos vinieron a él como un documental. 

1994...

-¿Papá? -Dijo aguantando los llantos. -Mi Mamá me cortó, la sangre esta chorreando sin parar y me arde. Por favor, ayúdame.

Recordó cuando solo sacó papel higiénico y se lo aventó al rostro.

-Ahí tienes.

-Con esto no me pasará, necesito ayuda, en serio.

 Parece que fue ayer cuando se levantó, jaló de su blusa, la sacó de un empujón; y finalizó cerrando su puerta con llave. Recordó sus llantos de dolor y cómo disfrutó de su sufrimiento.

-¡Papá, me esta saliendo mucha sangre! ¡Ayúdame, abre la puerta! -Golpeaba la puerta. -¡Ayúdame, por favor!

2015...

El viejo ambicioso admitió que Kendra le había ganado esta batalla. Pero no iba a dejar que se la lleva tan fácil. Llegó al límite de pensar en que si él iba a sufrir, pues ella lo debía de acompañar. ¿Qué podía hacer de forma disimulada, que no logre recaudar las suficientes pruebas que lo derrumben? Después de pocos minutos, llegó a su mente calculadora y psicótica una idea tan peligrosa como sus acciones. Se dio cuenta que ya era 2015, ya podía ejecutar la acción que lo haría muy feliz a él y muy loca a su hija.

Su orgullo no lo hacía reconocer que lo que estaba a punto de hacer, lo hacía por el nuevo miedo hacia Kendra, y no por diversión o por joder. 

Sacó su celular y desde ahí le escribió un mensaje a su sobrino. 

Loreto, cuando leas este mensaje, quiero que llames a Luciana y le digas que se venga. Si te preguntas porqué, la respuesta es porque ya es hora. La niña ya tiene doce años y nosotros acordamos que a esa edad vendría. No insistas en que cambie de idea, solo hazme caso y tráela. Cómprale un billete de avión para la fecha más pronta. Qué tengas buen día. 

Javier sabía que su mansión iba a explotar de llantos y peleas muy pronto, pero al menos sabría que lo disfrutaría (que se sentiría seguro). 

5:00h...

Kendra se despertó. Se vistió porque estaba desnuda junto a Ernesto; como nadie estaba despierto, decidió desayunar a esa hora. Se preparó pan con jamón y un té. Mientras esta comía, se escucharon unos pasos, era Camila bajando en pijamas. 

Por fin la vio de tan cerca. A pesar de que ahora era una mujer de veintiséis años, aún mantenía su rostro angelical y adorable que tenía desde que era una niñita. Cuando esta vio a su hermana sentada en el bar de la cocina, se quiso regresar. La menor sentía mucha incomodidad de volver a verla.

-Camila...-exclamó.

Kendra fue corriendo hasta alcanzarla, pero se dio cuenta que la miraba seria y hasta molesta. Sintió dolor cuando percibió su enojo, no podía aguantar estar más distanciada de su otra literal hija.

-¿Puedo hablar contigo? Podemos ir a...

-Kendra. -Interrumpió. -Con la última persona que deseo hablar es contigo, sí? 

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora