💜48

12 0 0
                                    

Se imaginaron que iba a destrozar todo lo que viera como lo hacía su madre, pero sucedió lo contrario. Se quedó muda y tiesa como maniquí. Solo era capaz de respirar y parpadear. 

-¿Es una broma, no? -Dijo en voz baja. 

La niña pensó que era ridículo y hasta ilógico que Mark sea hijo de Kendra. Para ella, nadie puede tener hijos en la adolescencia. Aún conservaba una pequeña cantidad de ingenuidad. 

-Ojalá fuera así. -Dijo Arturo. -Nuestras vidas serían más tranquilas. 

-¡No puede ser! 

-Te podemos contar la historia...pero tienes que estar tranquila para que entiendas. 

No sabe cómo pero lo logró. Luciana logró no dejarse llevar por sus emociones que la hacen actuar en contra de su voluntad. Decidió tranquilizarse y acceder a la propuesta de Arturo. 

El anciano se llevó a tres chicos a la misma terraza donde se encontraba hace unos minutos. Sirvió vino a todos, aunque Luciana no dio ni un sorbo, porque quería estar totalmente atenta. Arturo comenzó a contar la historia desde el comienzo, parte por parte, a veces lo ayudaba Mark a completar los hechos. El abuelo comenzaba a cansarse o a veces ya no podía hablar por el dolor de los recuerdos. 

Mientras la historia avanzaba, Luciana admitió que todo encajaba bien. Al saber el fondo de las cosas, en el exterior sonaban ilógicas, pero en el interior todo tenía sentido. Su mamá se embarazó a los catorce años y nadie se enteró porque practicó la gestación subrogada. Después de eso, ella y Arturo escondieron al niño en otra ciudad. Para la niña, todo eso sonó tan...maldita y perversamente...inteligente. Cómo al ser humano se le podría ocurrir maravillas en el momento de tensión y miedo. No había forma de negarlo, ese chico es su hermano. Aquella lata cuadrada que vio algún momento escondido en el armario de su mamá y que en el centro decía Mark, era de él. Eran los recuerdos que Kendra guardaba sobre él. Ahora entendía todo. 

-Si sabes quién es tu familia... ¿no te da asco saber que te revuelcas con tu tía?

La pregunta de su hermana tenía sentido, pero los sentimientos de Mark tenían sus razones para defenderse. 

-Yo no veo a Camila como una pariente. -Confesó. -Créeme que lo he intentado, pero no puedo. La veo como al amor de mi vida...

-Ya no sigas. -Interrumpió. -Es asqueroso. 

-Lo importante es que guardes este secreto para siempre. -Dijo Arturo.

A Luciana no le gustaba que le encarguen guardar secretos. Sentía que era un trabajo muy pesado y difícil y que en cualquier momento iba a salir a la luz sin que ella tenga que hacer nada. 

-¿Tienes idea de la tragedia que cometerías si hablas, Luciana? -Siguió este.

La niña entró en razón. Era cierto. Camila viviría la humillación más grande de su vida y al mismo tiempo le romperían el corazón. Ella sabe que mentir es una mala acción, pero ahora era una acción salvavidas.

-Bien. -respondió finalmente. -No voy a decir nada, lo prometo.

Este día había sido tan fuerte para la niña, que ya no quería seguir ahí. En realidad, no quería ir a ningún sitio. Sentía incomodidad de ir a la casa de los Altamira, ver a Camila o a Kendra y no poder hablar respecto al tema. Al mismo tiempo, no quería seguir viendo al chico, a su hermano, al menos no por ahora. Luciana miró a su novio, y este inmediatamente entendió lo que su mirada le dijo. 

-Bien. -Dijo el niño. -Nosotros ya nos vamos a dormir. Buenas noches...

-Oigan. -interrumpió Mark. -Cuando puedan y cuando quieran, me gustaría mucho hablar con los dos. Creo que deberíamos. 

Los novios escucharon mas no respondieron y siguieron con su camino. 

Finalmente, Mark se volvió a sentar junto a su abuelo y se volvieron a quedar solos.

-Creo que...no les agrado.

-Ay por favor. -exclamó su abuelo. -Están traumados y son adolescentes. Así que tal vez no te hablen por un año. 

Nicolás y su novia entraron a su habitación. Ninguno de los dos se dijo nada. Mientras este se desvestía, veía que su novia estaba sentada en su cama, mirando al piso, tiesa. Sin dejar de pensar en no sabe qué. Se dio cuenta que no se sentía bien.

-Oye...

-¿Cuántas veces nos hemos acostado? -Preguntó Luciana.

Aquella pregunta lo confundió más ¿en eso estaba pensando, por qué? se preguntó él mismo.

-Ni idea. 

Nicolás se colocó su pantalón de pijama y se metió a la cama. Invitó a Luciana a entrar con él, pero esta seguía con su rostro seco e inmóvil. La quiso tocar, pero esta se alejó.

-Tenemos un hermano en común, Nicolás. 

Al fin empezaba a comprender a su inocente novia. La niña ya creía que estos también eran familia. 

-Tranquilízate, ese chico tiene nuestra sangre, pero tú y yo no.

-¿Estás seguro que nada nos une de forma familiar?

-Qué no, te lo juro. Nuestra relación es legal. 

-¿Si nos casamos el Estado lo permitirá?

-Sí.

-¿Y si algún día tenemos un hijo no nacerá deforme ni mutará?

-Luciana, deja de leer libros medievales que te hacen daño y ya vente. 

Luciana se acostó en la cama de un tirón de boca arriba, para luego posicionar su cabeza en el pecho de su novio. 

-Carajo. -Gimió. -No lo puedo creer que mi hermano es el tuyo ¿Por qué mi vida es tan...así? 

-¿Así cómo?

-Así de extraña ¿Por qué no podemos ser normales, y solo preocuparnos por lo que haremos la próxima Navidad? Fingieron mi muerte, mi mamá fingió la suya, nuestros abuelos se odian, tu ex es mi prima, mi mamá se escondió un hijo que tuvo cuando era una niña y ahora mi novio y yo tenemos el mismo hermano. ¿Pero qué mierda? 

-No entendí eso de que fingieron tu muerte. 

-Pufff. -exclamó. -Es una larga y estúpida historia, te la contaré cuando no esté tan cansada. 

-Ustedes deberían tener un reality show como las Kardashians. Serían su amenaza.

-Obvio que sí. -Lo besó en la mejilla. 

-¿Cogemos?

-Después de todo esto ¿Estás seguro?

-Claro que sí.

-Ok, déjame voy al baño y en un instante regreso. 

La niña cerró la puerta. Sentía que tenía que hacerlo, pues no le gustaba que su novio se sienta insatisfecho y disgustado al final. Ahora se sentía tan pesada y negativa. Quería sentirse liviana, relajada y sobre todo enérgica para el acto pero necesitaba ese efecto ahora mismo. De su bolsillo sacó la misma bolsita de Dayra que se guardó. Se metió tres al mismo tiempo. 

Cuando la niña salió del baño y vio a su novio mirando su teléfono sin camiseta y mostrando sus irresistibles y jóvenes abdominales, los efectos llegaron más que pronto. Se desnudó al instante, y gracias a ese consumo, ambos se la pasaron muy bien, a corto plazo obviamente.

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora