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Mi segunda hija, Kendra, es la niña más hermosa que he visto. Todos la adoran y la estiman y yo, su propia Madre, no puedo negar que solo siento rabia y envidia por ella. Hace unos meses empecé a verla extraña, no dormía, gritaba en su armario de la nada, y se revelaba con su hermana (mi primera hija). Yo la he castigado como siempre, agrediéndola e insultándola. Es horrible, a pesar de que tenía un rasguño en su mejillita rosada, seguía siendo bella, no lo soporto.
Pero no fue hasta una semana que yo le grité y ella me respondió, me gritó como nunca, fue como si otra personalidad hubiera salido y apoderado de mi hija lamentablemente preciosa, pero toda Madre conoce a su hija aunque le tenga el más mínimo aprecio, y sé que ella no es así. Decidí ir al psicólogo y este me recomendó que vaya a un psiquiatra, qué patético, no?

El psiquiatra me dijo que Kendra tiene bipolaridad infatil, igual que mi madre y mis tíos. Quedé totalmente devastada, porque incluso me dijo que debería revisar a todas mis hijas, ya que la bipolaridad en mi familia es hereditaria y es muy probable que cada bebé que lleve nuestra sangre la sufra.

Este tuvo una charla con la problemática, amable y bella Kendra y después de una hora me llamó. Me dijo que ella ya había desarrollado la bendita enfermedad, en otras palabras, está loca, con diez años de edad ya está loca.

No sentí pena ni dolor, pues no la quiero en realidad. La envidia es más fuerte que mi amor y no puedo ni quiero cambiarlo. No sentí nada. Sé que no me hará daño porque me tiene miedo y desde ahora me encargaré de que ese miedo jamás desaparezca. ¿Cómo? Poniendo a mi preciada hija Liliana en su contra. Solo así, esa chiquita sabrá respetar y solo así, jamás dejaré que me supere el día que crezca. Dios no quiera que crezca aquí, y se la lleve tan pronto como pueda.

-Julia Martines, 1992

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora