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Liliana no había dormido en toda la noche, y sentía que nunca más lo haría.

Ya era la mañana siguiente y sus ojos seguían abiertos. No podía dejar de pensar en cómo empezaría. Necesitaba de un mentor o al menos un amigo que la motive y la calme como Loreto, pero ya era imposible. Ya sabía quien era Loreto y se prometió no confiarle nada.

Vio la hora. 8h. Ya debería estar de vuelta en la empresa para seguir trabajando. Se levantó de la cama, tomó una ducha e hizo toda su rutina matutina pre-jornada laboral. Pero aún así, seguía pensando en cómo empezar el plan.

Ya en el auto, con un café como desayuno, el nivel de estrés y miedo aumentaba. Incluso casi choca su auto más de tres veces. Cuando llegó a la empresa, detuvo el auto de golpe y lanzó un grito que aunque sonó siniestro, era necesario. Sabía que le estaba dando un ataque de ansiedad, pero ahora ¿cómo enfrentarlo sola?

Se abrazó a ella misma fuerte, pues la única persona que podría ayudarla...era ella misma. Aquello fue tan necesario que, inesperadamente, se le ocurrió la idea de empezar el plan observando a todos los involucrados. Así cómo le enseñaron a realizar sus estrategias de negocios en la universidad. Sabía que algo tenía que haber aprendido de ese lugar.

El hecho de tener al menos una idea en la mente, fue suficiente para que Liliana se sienta segura y más tranquila. Ella era de esas personas que no aguantaba sentirse desprotegida. Siempre necesitó el apoyo de alguien o algo, aunque sea indirectamente.

Se arregló el maquillaje y bajó del auto, lista para trabajar y comenzar con su método.

10:00h...

-Deberíamos irnos de vacaciones. -Dijo Ernesto.

-Recién hemos terminado las de este año. -contestó Kendra.

-Lo sé, pero deberíamos pedirle a Javier que nos las adelante la del próximo año. Para poder viajar y quitarnos esta tensión.

-¿Y a dónde me piensas llevar? ¿México? -Preguntó con sarcasmo.

-Oye, México en noviembre es genial.

-Mi papá jamás le ha dado las vacaciones adelantadas a nadie, y mucho menos lo haría por viajes de paseo.

-Pero si le decimos que es para las niñas, lo permitirá.

-¿Vamos a llevarlas?

-Obvio que no, pero será una buena excusa.

A Kendra le gustaba la idea. Cualquier cosa para distraerse con su hombre y fingir que solo ellos forman una familia de dos, sería ideal.

Cuando Kendra iba a su país descendiente y Ernesto a su país natal, no les apetecía estar de lujo. Si no, pasarlo bien: con ropa más cómoda, en hoteles tradicionales y en fiestas con canciones y comida típica.

-Pero no iremos a ver a tu atorrante familia. -Dijo esta.

-Por supuesto que no. -sonrió.-No le agradas a nadie allí.

Ambos comenzaron a reírse. Este fue hacia su esposa y le apretó de la cintura para besarla.

-¿Y si hacemos otro bebé?

Kendra se detuvo y apartó. Seria.

-¿Otro?

Para ella ya serían cuatro hijos y eso era demasiado, pensó. La maternidad era algo muy bello para Kendra, pero el proceso pre y post era una pesadilla indeseable.

-Ya tienes a tus niñas que las adoras.

-Es cierto. Pero quiero un hijo, un niño ¿Tú no quieres?

"No, gracias. Ya tengo uno" pensó.

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora