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Su ser se detuvo aceleradamente. Como cuando un auto se detiene de golpe para evitar un choque. Mientras que la palabra "hija" era la única presente en su vocabulario por ahora. 

Ni se lo imaginaba. Ella fue a su funeral, tal vez no la vio muerta pero sí la enterró, y ahora la vuelve a ver. Todo era tan inexplicable que ni siquiera se lo podía preguntar. Ninguna se dejaban de mirar.

"Luciana" se dijo internamente. Por supuesto que recordaba su nombre. 

La niña estaba pasando por algo que tampoco se lo esperó. Le hubiera gustado que su madre le dé la bienvenida con un abrazo y que en este mismo momento ambas estén llorando de felicidad por finalmente estar juntas. Pero todo parecía lo contrario. Se dio cuenta que su presencia estaba incomodando a Kendra.

-Luciana. -Siguió Javier. -Ella es Kendra, tu madre.

A Luciana se le fueron las ganas de ir corriendo a abrazarla, ya tenía miedo y ya no sabía qué hacer.

-No. -Comenzó a reírse con lágrimas. -Esto es una broma, verdad? De dónde sacaron a una niña igual a mí ¿eh?

La niña comenzó a confundirse por la actitud de su madre. No solo era desprecio o incomodidad, sino que también, era desconocimiento. Como si nunca hubiera sabido de ella. La niña fue hacia su padre en busca de explicaciones y al fin, Ernesto habló.

-No es una broma. -Dijo.

El llanto de Kendra por la vergüenza y la rabia comenzó a acelerarse. Todos sabían de la existencia de esa niña menos ella. Quiso irse pero tenía que llegar al final de la situación.

Inmediatamente Kendra fue hacia a Ernesto y le aventó una bofetada, de la cual él sabía que la merecía. Por eso no hizo nada al respecto. 

-Me viste la cara de estúpida. -Decía con lágrimas de frustración. -¡Todos ustedes me vieron la cara de estúpida!

-Kendra, cálmate. -Dijo Javier.

-¡Tú cállate! -Empezó a darle golpes. -¡Cómo pudiste hacerme esto, eres una bestia!

Ernesto la detuvo apretándola de la cintura pero ella se quitó. Las emociones de ira y desesperación reinaban dentro de ella más que nunca en este momento. No quería que nadie la toque. Ahora veía a todos como si fueran demonios que solo quieren su malestar.

La niña, más que asustada, cometió lo que le faltaba a Kendra para colapsar. Al ver a su tío Loreto, fue a abrazarlo y Kendra lo vio. El primo no respondió al abrazo, solo empezó a llorar mientras veía a su prima que se le rompía el alma.

-¿Tú también lo sabías, Loreto? -Preguntó con voz inocente.

El primo hizo a un lado a la niña y entró a la sala para explicarle mejor.

-¡Te juro que nunca quise que esto pasara...yo pensé que le iba a ser un bien a ti y a Luciana!

-Lárgate, Loreto.

-Pero, Kendra...

-¡Lárgate! -Gritó.

Loreto quiso hacerle caso, pero al darse media vuelta, Julia lo interrumpió. 

-Loreto, tú te quedas. -Dijo su tía. 

Este sabía que lo hacía solo para enfurecer más a Kendra, por eso prefirió irse, pero no podía contradecir a Julia Martines. Tuvo que quedarse.

Luciana no quería hablar, quería salir y escapar de todo esto que solo había durado menos de una hora. No había dicho nada y sentía que lo tenía que hacer, pensó en que tal vez se arreglaría todo si hablaran con calma. Con temor se dirigió hacia Kendra. 

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora