💜33 (parte 2)

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23:34h...

La pareja de ancianos había llegado agotada, no solo por trabajar, sino por la tensión que sentían con respecto a su familia. Aunque insistían en que es placentero de verlas pelear, los gritos y berrinches constantes atolondraban su sistema nervioso. A veces un sentimiento pequeño de culpa y de arrepentimiento se presentaba en sus interiores durante pocos segundos. Pero estos orgullosos y obsesivos hacían hasta lo imposible para no cambiar su manera de pensar y ver al mundo.

-Hoy es un día muy especial. -Dijo Javier.

Julia pensó que estaba ebrio ¿Un día especial? después de haber soportado gritos de cuatro locas. Este sacó una caja del bolsillo de su camisa. Lo abrió, era un anillo de oro con un zafiro en el centro. Se lo entregó.

-Feliz aniversario, lamento que lo hayas olvidado.

-No lo he hecho. Pero la última vez que te dije Feliz aniversario, lo ignoraste y no me regalaste nada. Desde ahí me prometí no recordar nuestro aniversario. Pensé que te incomodaba recordarlo.

-Fue hace doce años, estaba traumado por lo de Kendra. Lo siento.

Julia recibió el anillo. Lo miraba con simpleza porque ya tiene muchos anillos, pero también con amor porque es un regalo de su amado esposo.

-Está muy bonito...prometo regalarte algo el próximo año.

-No te preocupes, cariño. Tenemos tantas cosas que ya no sabrás qué elegir.

Julia abrazó a su marido. Se fueron al balcón de la habitación con dos copas de vino. Tomaban y estaban abrazados. A pesar de que estos vivían su vida haciendo daño y haciendo lo que ellos quieran, nadie podía negar que estos ancianos se han amado desde que se conocieron. Si es que la Vida un día los castiga y los deja sin su dinero, aún así, nunca se separarían.

1977...

Recordaron cuando regresaron del funeral del padre de Javier, a la mansión que ahora sería solo suya. Aún eran jóvenes y con ganas de divertirse.

-Lo lograste, cariño. -Dijo esta.

-No. -Corrigió. -Lo logramos juntos. Si no hubiera sido por tu ayuda, ese viejo de mierda y sus hermanos seguirían con vida.

Julia recordó cómo empezó a pasearse sola por la mansión inmensa que ahora era su hogar y podía hacer lo que quiera ahí. Se sintió tan orgullosa al recordar cómo su vida cambió tanto: de ser primero una niña sin dinero e hija de un abogado sin éxito; a pasar a ser la millonaria adolescente e hija de un asesor político. Y ahora ser una multimillonaria economista, empresaria y esposa del nuevo dueño de muchas propiedades. El amor y el esfuerzo habían sido sus acciones claves para llegar a dónde está.

-No puedo creer que todo esto es nuestro. -Continuó. -Es que son tantas cosas...

-Sí es nuestro, somos los dueños de todo ¡Somos los dueños del mundo!

2015...

Javier besó a su mujer. Y la atrajo más hacia él.

-Mira nuestro imperio. Me siento orgulloso de nosotros mismos. Qué pena que llegamos a la tercera edad y ya no tenemos mucho tiempo.

-Hemos disfrutado lo suficiente, es hora de descansar un poco ¿No crees? Además, tenemos problemas con las chicas y eso es agotador.

-¿Por qué tuvimos hijas? Sería mejor si no estuvieran.

Su esposo tenía razón, sin sus hijas su vida sería mucho fácil.

-Cuando éramos jóvenes era nuestro sueño ser padres.

-A veces me hubiera gustado tener hijos hombres.

A Julia le incomodó oír eso. Recuerda muy bien cuando ella estaba embarazada y Javier llamaba a los fetos "hijo" hasta que se enteraban que eran niñas. Aunque Julia nunca lo demostró, siempre sintió pena de no cumplir el deseo de Javier de tener un hijo varón. Durante toda su juventud hasta los cuarenta años, lo intentó más de diez veces. De las cuales solo cuatro se manifestaron y salieron mujeres; mientras que las demás, fueron pérdidas rápidas. Era como una maldición.

-¿Alguna vez amaste a tus hijas?

Aun cuando Javier esté viviendo en pleno siglo XXI, en el año 2015 y al rededor de gente joven como sus hijas y nieta, vivirá y morirá siendo un hombre conservador y machista.

-Yo te amo a ti, que eso te baste.

Julia se sintió feliz de escuchar eso. Qué más da si no ama a sus hijas. Después de todo, ahora son unas mujeres ambiciosas y mal agradecidas que no merecen ni una pizca de amor. Al menos eso pensó ella.

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora