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Finalmente, Julia se encontraba ahora trabajando tranquila en la oficina de su marido en la mansión. Sin bulla ni gritos de sus hijas. Por esa razón ella prefería trabajar en las noches.

La noticia de la renuncia de Camila la impresionó tanto a ella como a los demás miembros de la familia. Pero estaba agotada de pelear con una "niña" que tenía ideas muy liberales y contrarias a su conservadurismo radical y hasta republicano.

Ahora seguía trabajando junto a su nieta preferida que estaba en sentada en su sofá dibujando en su Ipad. Después de haber parido a cuatro mujeres escandalosas y problemáticas, le era muy extraño ver a alguien de ese sexo con una personalidad tan "pasiva" y "pacífica". No conocía para nada a su nieta.

21:40h...

-¿Qué te parece este? -Le mostró el Ipad. 

-Me encanta.

La anciana observaba con discreción a Luciana, era muy creativa como Camila.

-¿Te gusta el diseño, verdad?

-Me fascina. -Dijo mientras el lápiz.

-¿Qué vas a estudiar en la universidad?

-Mi papá me ha dicho que debo estudiar economía para trabajar aquí algún día.

"Si tan solo supieras que eres la heredera" pensó. Le hubiera gustado que lo sepa para que estudie lo que quiera.

-Puedes hacer lo que Camila hace. Sería más difícil pero al menos harías lo que debes y harías lo que amas.

"Todos deben hacer lo que aman" pensó la niña, pero no estaba dispuesta a contradecir a su abuela peligrosa. Le contestó asintiendo dándole la razón.

En eso Julia recibió un mensaje. Era de Kendra.

*Mamá, debo llevar a Andrea al pediatra. No puedo hacer la distribución de los barcos en Europa. Pero los haré mañana y de inmediato te los enviaré ¡Ah! Y te los mandaré por facebook porque se me olvidó la contraseña de mi correo, ok?
-Kendra.

-Maldita estúpida ¡Así no se trabaja! -Exclamó.

-¿Alguno de los empleados te decepcionó?

-Sí, tu madre, querida. Dice que no puede hacer la pinche distribución porque tiene que hacer...no sé, algo con Andrea.

-Ah, llevarla al pediatra. La lleva una vez al mes.

-Cómo quisiera despedirla.

A Luciana le entró ganas de hablar con Julia sobre su mamá, así como lo hizo con Javier cuando llegó de Londres. Yacía un año. Sabía que así como Javier tenía una propia versión sobre Kendra, Julia también tenía la suya tan igual como distinta al mismo tiempo. La niña, curiosa y chismosa; pasó a sentarse al frente de su abuela, en la silla frente a su escritorio.

-¿Por qué no te agrada mi mamá?

Julia sabía muy bien la respuesta. Pero siempre se avergonzó de decirla, ya que era una respuesta inmadura y hasta ridícula, pero era lo que sentía.

-No es eso, cariño. Solo que...a veces es muy irresponsable.

A la niña le entraron las ganas de destruir todo. Odiaba que los adultos le mientan solo porque era menor. La hacían sentir inútil e inservible.

-¿Es porque es la más bonita, no?

La cólera que tenía se manifestó haciéndole esa pregunta incómoda que le provocó negatividad. La anciana comenzó a sentir vergüenza, pero luego reconoció que no tenía porqué. Según ella, Kendra nunca había sido alguien inocente como para que sus acciones sean injustificadas.

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora