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Ni bien sonó la bala se quedaron congelados en la última posición. Ambos se miraron serios y asustados para descubrir quién recibió el balazo. Kendra intentaba no respirar para creerse que ella había sido la baleada. Pero Ernesto fue quien dio el primer paso hacia atrás. Cuando los dos cuerpos se despegaron, lo descubrieron al fin. 

Ernesto vio cómo salía la sangre de forma excesiva de su abdomen. 

-Hija de...

De pronto sintió que sus piernas habían perdido las fuerzas, y cayó al suelo. 

Todos se enteraron, después de Loreto, gracias a los gritos perturbadores de Kendra. La chica fue hacia él.

-¡Ernesto, perdóname, te juro que yo no quería! 

La piel blanca de Ernesto comenzó a ponerse pálida y fría. Luciana sentía cómo su corazón estaba a punto de salirse.

-¡Resiste, por favor, llamaré a emergencia!

En eso Loreto se salió de su escondite y fue corriendo hacia Kendra, que estaba arrodillada encima de su esposo. El chico no se había planeado lo que iba a hacer. Todo era intuición ahora. 

Tomó a su prima de la cintura para llevársela. 

-¡Suéltame, Loreto!

-¡Tienes que irte, la policía está viniendo por ti!

-¡No voy a dejarlo morir!

Loreto omitió las suplicas de Kendra. La alzó como a una niña berrinchuda, mientras esta intentaba zafarse dando patadas al aire. 

En eso, Mark y sus hermanos vieron a Loreto metiendo a Kendra al auto de forma violenta. Mark y Nicolás corrieron hacia ellos para intentar sacarla, pero la puerta ya estaba cerrada. Kendra gritaba ayuda, aunque Loreto ni siquiera los miró. 

-¡Loreto, déjala salir! -gritó el chico. 

El primo arrancó y se la llevó. Mark intentó seguirlos. 

-¡Oye, tenemos que ir por Luciana! -gritó Nicolás. -¡Ella está en la mansión!

Ambos escucharon un grito de niña inesperadamente. Cuando voltearon, vieron la puerta de su auto y la puerta de la mansión abierta. Andrea había entrado. Los hermanos entraron rápido también y vieron a la niña en el suelo abrazando a su padre moribundo. Mark la tomó para alejarla.

Luciana salió de la habitación y cuando vio a su padre tumbado, dio un suspiro del susto. No podía creer lo que veía. Es que hace unas horas todo estaba tan diferente y normal. La chica bajó las escaleras y fue hacia él.

-¡¿Papá, qué te hicieron!?

Ernesto, que aún se encontraba con vida, pudo ver a sus niñas que lloraban descontroladamente. El hombre intentaba resistir, pero cada segundo que pasaba; sentía que esa posibilidad desaparecía. 

-¿Fue Kendra, verdad? -Le preguntó. -¡Mi mamá lo hizo!

-Luciana. -Dijo este. 

Todos lo escucharon hablar mientras agonizaba. Su voz se había puesto ronca y casi imposible de escuchar. Este tomó la cabeza de la mayor y la obligó a acercarse a su oído. 

-Tienes que ir a la notaría de la ciudad y pedir mi testamento. Ahí está completo: lo que les dejo a ustedes, la cláusula de tu emancipación si muero antes de que seas mayor...

-No voy a dejar que te mueras...

-Y eres la heredera de todo. Así es como Javier lo ha puesto en el testamento. -Tosió. -Si te enteras que se han muerto o han desaparecido, reclama lo que te corresponde. 

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora