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Los pasillos de la empresa era la pasarela de Loreto, donde se creía ser un ángel de Victoria Secret. Transmitía tanto glamour que las mujeres lo envidiaban; pero esta vez sucedió todo lo contrario. Esta vez entró rápido y sin saludar a nadie como si lo estuvieran siguiendo. Entró a su oficina, cerró su puerta con seguro y cerró cortinas. Marcó el número telefónico y finalmente, se escondió debajo de la mesa para que nadie lo oiga.

Cada vez que sonaba el teléfono, su corazón latía más rápido. Cuando escuchó saludar a aquella vocecita inocente, dio un suspiro de susto.

-Luciana. -Dijo en voz baja. -Hola, querida.

-Hola, Loreto. -Respondió con felicidad. -A qué se debe tu llamada.

-A que...

Loreto no quería decirle. Sabía que no era el momento adecuado para traerla. Cuando era un chico de diecinueve años, pensó que sería muy fácil traerla y que solo Kendra sufra. Ahora que es un adulto que ve y comprende mejor al mundo, sabe que el regreso de Luciana traerá malas consecuencias para absolutamente todos...incluyéndolo a él.

Pero órdenes, son órdenes.

-Tienes que volver...a casa.

A Luciana se le iluminaron los ojos azules. Siempre esperó que la llamaran por eso. A pesar de que tenía una vida social muy activa y era querida por su entorno, nunca sintió que pertenecía a la vida europea, a los climas tan fríos y a las costumbres tan formales que tienen.

-A tu correo te llegará el billete de avión. Vendrás en dos semanas.

-¿Dos semanas? Pero...aún faltan meses para terminar el año escolar.

-No te preocupes, validarán todo lo que hayas hecho y entrarás al grado en que estás ahora.

-¿Y...viajaré sola?

-Si quieres viajar con alguien, puedes...

-¡No! -Interrumpió. -Viajar sola será lo mejor.

Luciana, quien se desarrolló en un internado de monjas y de alumnas mujeres, nunca pudo hacer las locuras que comete un adolescente o divertirse como ellos. Las cosas importantes para ella, debía hacerlas en secreto y bajo mucho riesgo. Siempre la vigilaban y la seguían a todos lados. Estaba muy emocionada de que finalmente se enfrentaría al mundo real. Sabía que el pequeño entorno que la rodeaba, no era todo el mundo. Solo era un grupito de niñas ricas y alucinadas que vivían en su burbuja.

Mientras que Loreto, solo pensaba que su tío había cometido el peor error de su vida.

"Ojalá que ese avión se caiga". Rogó en su interior.

El chico salió de la oficina y fue a la de Javier sin tocar ni nada.

-Luciana ya viene...

Por desgracia, Ernesto se encontraba en esa oficina y pudo escuchar claramente lo que había dicho. Javier sabía que debía decírselo en cualquier momento, pero aún no encontraba el momento adecuado y el presente no lo era.

-¿qué dijiste?

Fueron suficientes preocupaciones para Loreto por este día, así que cuando vio a Ernesto levantarse de la silla con fuerza, se regresó corriendo a su oficina, dejando a suegro y yerno solos.
Javier intentó mantener la calma, pero con Ernesto en modo desesperado era imposible.

-¡Kendra acaba de llegar, no puedes hacer eso!

-Quedamos en que la niña volvería a los doce años.

-Pero en aquel momento no pensamos en lo que haría Kendra.

-No vamos a interrumpir nuestro plan por culpa de otra persona.

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora