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Kendra evitaba a su familia menos a Ernesto, con quien dormía y se sentía bien; a Loreto, quien era el único confiable; a Emiliana, con quien ya se había disculpado; y a Sergio, pues era su otro amor. Desde el día que regresó, a querido hablar con su hermana Camila. Hasta ahora no la encuentra, ha tocado la puerta de su habitación numerosas veces, pero no responde.

Desayunaba, almorzaba y cenaba después de todos para no hablar con ellos, salía de la mansión cuando no había nadie o se quedaba en su habitación.

Había pasado una semana ya desde que llegó. Una semana donde solo se instaló totalmente en la mansión: fue al gimnasio, dormía, comía y cogía. Sintió que ya era hora de hacer cosas productivas, como trabajar. El único sitio donde podría trabajar sin tanta prensa encima y con una remuneración cómoda era en la empresa de su familia.

Vio que el reloj marcaban las nueve de la noche: hora en la que Javier siempre continuaba trabajando en la oficina de la mansión. 

Se produjo bien, como si fuera a dar una entrevista de trabajo. Tomó su archivador que contenía su CV y fue directo a la oficina que estaba cerrada. Antes solía tocar con temor porque casi siempre le contestaba mal o simplemente no le hacía caso. Pero esta vez, iba a ser diferente.

No te va a pegar, Kendra. Se dijo. Tú eres superior a él, tú eres más poderosa que él. Tu CV es perfecto, te va a contratar. 

Entró de frente sin prudencia. Su papá estaba escribiendo en el teclado de su computadora, con sus gafas gigantes para que pueda ver bien y con un cigarro puro en la boca. El viejo dio un breve salto de la sorpresa. 

-Necesito hablar contigo.

Si hubieran estado en el pasado, probablemente Javier se hubiera levantado de la silla y le hubiera puesto el cigarro ardiendo en el hombro para que se queme y desaparezca. Pero ya no podía hacer eso. Aquella vibra que Kendra transmitía, logró que Javier sienta miedo aunque lo niegue. Se sintió obligado a aceptar su pedido. 

La misma Kendra sintió confianza al ser aceptada, ya estaba ganando respeto. Se sentó en su delante. Sigue así, Kendra. Volvió a hablarse. Lo estás haciendo muy bien. 

-Bien. -Se sentó. -Mira, eh...mientras estuve en Washington retomé los estudios de economía. Tuve que hacerlo desde el principio porque tenía una identidad distinta y terminé hace... cuatro años. Dudo que sea una heredera así que vengo a pedirte trabajo en la empresa.

¿Identidad distinta? Se preguntó cuál era la necesidad de hacer tal cosa. 

-Pero primero, necesito que hables con el presidente de la universidad de Washington, y necesito que lo convenzas para que me validen los estudios como si Kendra Altamira los hubiera tomado; porque sí los tomé, pero mi certificado no dice mi verdadero nombre, dice el otro.

-Eh...

-Para no parecer loca, te traje mi cv. -Le enseñó los documentos. -Hice voluntariados y trabajé en microempresas, ah y trabajé en la oficina de contratos del Target de Seattle.

Javier se sorprendió del trabajo de su hija. Él nunca realizó prácticas profesionales, nunca le gustó trabajar para alguien y mucho menos sin remuneración. Él se graduó e inmediatamente fue con la empresa. Pensó en que ella sabía lo que se siente buscarse la vida trabajando legalmente, lo cual la hacía más sabia, y conocía más la realidad que él mismo.

-Kendra, eres mi hija. No necesito esto.

-Pensé que no me ibas a creer. Pero por favor, necesito trabajo, quiero trabajar y quiero que todos sepan que todo lo que ves aquí. -Señaló su cv. -Lo hice yo misma. 

Lo que acabas de decir parecía un suplico, Kendra. Se habló. ¡No le supliques nada, oblígalo!

-Está bien. Voy a hablar con todos los jefes de estas empresas para que lo arreglen, pero no te prometo que será de inmediato, tal vez deba viajar a Washington o tenga que hacer varias llamadas. 

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora