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Cuatro horas más tarde, la operación terminó con Sergio en vida. El hombre recordaba cada cosa que vio durante aquel estado de inconsciencia y recordó para qué había vuelto. Todos pensarían que fue gracias a los médicos, pero en realidad fue gracias a la voluntad de la misma persona. Siempre es así: el que quiere vivir, regresa; el que no, se va. Tenía que ser rápido, ya que no quería estar en este mundo ni un segundo más. Sergio estaba con vida, pero físicamente débil. Aún no podía hablar con firmeza.

Antes de que el médico salga a avisar sobre su estado, le suplicó agonizando que solo llame a su esposa.

Por fin salió el médico . Todos se levantaron para escucharlo decir que estaba bien. Y eso fue exactamente lo que dijo. Pero también les hizo saber que necesitaba estar tiempo aquí y que tal vez en dos meses, el hombre ya estaría físicamente recuperado. El médico obedeció a su mandado y solo llamó a Liliana. Para Kendra eso fue totalmente extraño. 

-¿Yo?

-¿Ella?

La esposa tampoco se esperaba eso, pero entró. Lo encontró acostado, respirando con dificultad y con un holter a su costado que indicaba que la condición de su ritmo cardiaco. Liliana lo vio desastroso, tenía muchas cosas blancas al rededor de su abdomen y su pecho. La chica no pudo evitarse el llanto. La culpa se había apoderado de su ser.

-Sergio, perdóname, por favor. Soy una estúpida, soy una completa estúpida, no debí...

-Liliana. -Susurró. -Por favor, escúchame. 

La chica dejó de hablar, pues apenas se le oía. 

-Soy yo el que te debo muchas disculpas. -Confesó. -Por no haberte valorado como debí, y por ni siquiera haberme esforzado en aprender a amarte. 

No podía creer lo que escuchaba. Ningún hombre en su vida le había pedido disculpas. Ni siquiera se sentía merecida. 

-Me dejé llevar por Kendra. Sabía que hacía mal pero fui yo el imbécil que nunca se alejó de ella. 

-Ya está. -Interrumpió. -Vamos a fingir que no sucedió nada, y solamente...

-Liliana. -Repitió. -Yo no quiero seguir aquí. 

Esta no entendió, pero lo dejó que continúe.

-Quiero que me hagas un último favor y yo te daré otro, que sé que te va a servir algún día. 

-¿A qué te refieres? 

-Te voy a confesar un secreto muy importante, y cuando termine, vas a poner la almohada encima mío y me vas a sacar de este mundo asqueroso...

-No, Sergio...

El chico quería gritarle que lo haga pero no tenía la fuerza física. Sin embargo, pudo apretar su mano contra la de ella. 

-No me pidas que cometa otro crimen...

-No es un crimen, yo te lo estoy pidiendo. Será una acción de ayuda, y si es que existe un dios en el cielo, te lo perdonará. Por favor, Liliana, déjame irme y finalmente tener paz. 

-Dayra te necesita.

-No. -Respondió. -Dayra te necesita a ti. Y prefiero que ella viva con los buenos recuerdos que tiene sobre mí, a que en el futuro se entere de la verdadera basura que soy.

La chica comenzó a pensar que tenía razón. Pero no quería matar a nadie, mucho menos a él. Aunque él diga que era una acción de ayuda, ante la ley era un crimen. Sin embargo, a pesar de que Sergio le estaba pidiendo disculpas, sabía que cuando él regresara a la mansión, su amor y obsesión por su hermana serían más fuertes que su fidelidad. Por lo que la humillación y el martirio mental continuaría. Era mejor acabar con todo esto de una vez. 

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora