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Inmediatamente se levantó de la cama sin saber cómo reaccionar ¿Estoy qué? Se preguntó a sí misma. El embarazo, para ella, era algo tan lejano que se esperaba cualquier enfermedad o trastorno; pero nunca un embarazo. Luciana le quitó el papel con fuerza y lo leyó. Bueno, solo leyó la parte final. Y obviamente, no creyó en nada.

-¿Esto lo hiciste tú, cierto?

-¿Qué?

Su única alternativa para negar ese resultado era su propia madre. Después de todo, tenía sentido.

-Buen juego, Kendra. Ahora déjame en paz...

-Oye, niña, esto es en serio...

-¡No! -Interrumpió. -No puede ser cierto, porque...eh...

Poco a poco se dio cuenta que sí podía ser cierto al recordar que ni ella ni Nicolás se cuidaron en ningún momento.

Kendra se salió de la habitación por un minuto y cuando regresó, lo hizo con una cajita. Luciana pensó que era un termómetro.

-Es una prueba de embarazo. -Dijo su madre. -Orinas, lo metes y esperas diez minutos. Si salen dos rayas, estás embarazada. Ve.

La niña tenía que hacerlo. Tomó la prueba y se metió al baño. Estaba tan nerviosa que todo lo que tocaba se le caía. Algo en su interior le decía que el resultado daría positivo.

Esperó los diez minutos más largos de su vida en los que se puso a pensar en tantas cosas que algunas eran hasta irreales e ilógicas. Finalmente, el tiempo pasó y vio el resultado.

Dos rayitas rojas se mostraban en la prueba.

De pronto, el cuerpo de Luciana fue invadido por el terror y le pesaba hasta el corazón. La palabra embarazada era lo único que su vocabulario tenía en ese momento. De la nada pensó que este había sido su último día de vida, de su vida que ella sola había desarrollado.

La niña salió de la habitación temblando. Kendra no le preguntó, era obvio. Luciana había resistido tantas veces una crisis, pero hoy y después de muchos meses; fue imposible debido al nivel de miedo que sentía. El llanto y los gritos salieron disparados que Kendra se asustó, pues había sido un grito casi diabólico.

Rápidamente fue a su cajón a buscar sus pastillas para que la tranquilicen, ya que sentía que era la crisis más fuerte de su vida. Su desesperación le impedía encontrar lo que quería y solo lograba que se estrese más.

-¿Dónde está esa mierda?!

Luciana comenzó a tirar todas las cosas de su cajón para encontrarlas, pero sin darse cuenta, había tirado la misma caja con las pastillas.

Kendra, totalmente traumada al ver su reacción siniestra, se acercó a ver la caja que había lanzado. Obviamente, las reconoció. Ella las consume desde que era una niña. No lo podía creer.

-Luciana...

-¡¿Qué?!

Cuando la niña vio a Kendra con sus pastillas, fue tras ella y se las quiso quitar. Pero Kendra se alejó.

-Dámelas...

-No hasta que me digas por qué las tomas.

-¡Dámelas!

-¡¿Por qué te las tomas?!

-¡Porque estoy enferma! -Gritó.

Luciana sintió un porcentaje de alivio al gritar por primera vez que estaba enferma. Nunca lo había hecho. Cuatro años tenía esas ganas acumulándose y dañando su mentalidad.

Esa confesión la dejó sin fuerzas para seguir gritando. Retrocedió y cayó al suelo de rodillas para llorar más.

-Soy bipolar desde los diez años. -Dijo en voz baja y llorando. -Y ahora estoy más fregada que nunca.

Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora