75 💜

2 0 0
                                    

Desde hace meses no le responde. No sabía de lo horrible qué sentiría eso. ¿Por qué lo siento? se preguntó. Era perturbador. 

Desde que era un niño creció con odio y con envidia. Pero nunca pudo desahogarse...hasta que descubrió el alma sensible de Kendra: tan susceptible de ser poseído por otro sin la necesidad de acudir a lo sobrenatural. Todos estos años la controló. Se había convertido en su juguete sanador. Kendra nunca supo que mientras su propio primo la obligaba a actuar mal o la adoctrinaba, él se alimentaba de su alma para conseguir esa tranquilidad tan poderosa pero temporal. 

Ya no era Kendra quien lo necesitaba, sino el mismo Loreto. Necesitaba jugar con ella y que cometa las acciones que él jamás podría cometer por miedo y debilidad. Era su autor mediato. Ya se había enterado que había dejado las drogas, que su relación con Luciana era ahora increíble; y que ya ni siquiera vivía en la mansión. ¡Pero qué pesadilla! Pensó. Le atormentaba pensar que su muñeca de juego madure finalmente y que todos se enteren del monstruo que los ha acompañado siempre. 

Hoy tampoco había sido un buen día para él, como los anteriores. Hoy ni siquiera fue a trabajar por primera en vez en su vida laboral, de lo cual se arrepentía. Trabajar es una actividad muy cansada para la mayoría. Pero para Loreto, trabajar era la actividad más sana y saludable para distraerse de todos sus pensamientos psicópatas. Era un workaholic por necesidad. Sin embargo, hoy no hizo nada productivo. Por lo tanto, se dedicó a no parar de sobre pensar. Por eso estaba ahí ahora: Acostado en su mueble en medio de un atracón de drogas. 

Tal cual sucede después de un común atracón: Cuando se terminó de inhalar todos los polvos, y se acabó las dos pastillas que le quedaban; comenzó a llorar de la culpa. Odiaba admitir que era un drogadicto y que no sabía cómo escapar de ellas. Sentía más envidia por su prima que sí había logrado quitarse de esa adicción tan maldita e inevitable.

Llorando se dejó caer al suelo encima de todas las bolsas de cocaína. Dentro de su estado de inconsciencia, pensó en que había perdido el juego. Estaba más que solo ahora. Kendra lo había descubierto, y ya no había remedio para salvarse. Era su fin, pensó, y si era su fin...¿entonces para qué seguir aquí? se preguntó. 

Sin dudarlo, se levantó del suelo para buscar más drogas, pero ya no habían más. Miró al rededor de su lujoso departamento: Habían muchas cosas que podrían ayudarlo a desparecer, pero todas consistían en atravesar dolor. Él ya estaba harto del dolor. En ese momento se acordó que aún le quedaba un frasco nuevo de anfetaminas en su armario. Pues allá fue. 

Tambaleándose, llegó al armario. Aventó con fuerza todas las cosas y encontró el frasco nuevo. Feliz como si nada grave sucediera, se sentó en el suelo para abrirlo. Cuando involuntariamente, su vista al suelo chocó con fotos que en el mismo estaba. La recogió lentamente para mirarlo bien: Era una columna de tres fotos de Kendra y Sergio tomadas algún día del pasado en un fotomatón. En las fotos de los extremos ellos salían sonriendo; mientras que en la del medio salían besándose. Volteó la foto y vio que decía "año 2001". 

Al principio no le importó, incluso guardó la foto en una pequeña caja del estante. Finalmente, abrió el frasco de anfetaminas y de forma rápida puso en su mano cinco de ellas. Listo para tomárselas. No había nada ni nadie que lo interrumpa. Hasta que a su mente llegó un recuerdo que lo obligó a detenerse. 

Comenzó a recordar a los amores de su muñeca, o sea de Kendra. Cuán inexplicables, felices y prohibidos habían sido. Recordó que Sergio era uno de los grandes amores de su vida, y aunque ya esté muerto; Ernesto todavía no sabía de la verdad tan peligrosa. Aquella verdad que empezó como un juego y terminó siendo algo serio. Ernesto aún no sabía que su mujer fue la amante de su hermano desde los doce años de edad. Sintió como su cerebro intoxicado estaba en modo brainstorming. 

Calmadamente, y con su frasco de anfetaminas en la mano, fue a su ordenador. Hace mucho tiempo que no entraba a sus archivos antiguos, por salud mental tal vez. Tenía una carpeta que se llamaba Kendra, donde habían más carpetas, desde el año 1984 (año en que nació) hasta el 2017. Sabía que estaba obsesionado y aquello le dio vergüenza. Comenzó a revisar los archivos donde se encontraría a Sergio y resultó que eran demasiadas fotos. 

En ese momento el plan escogido y único llegó. Al parecer, aún le quedaba algo por hacer antes de irse. 

Imprimió todas las fotos de los archivos de Kendra. Sacó de su armario todo lo que estaba relacionado con ellos. Tales como cartas escritas por ellos cuando eran niños, regalos, y más fotos. Sacó una pequeña caja donde metió todo lo recaudado. Lo cerró con cinta adhesiva y en el papel encima escribió "To: Ernesto Montenegro". 

Cogió su teléfono y marcó el número del departamento policial. 

-Buenas noches, quiero denunciar a alguien de forma anónima contra alguien que ha cometido una serie de crímenes y faltas a lo largo de su vida. 

El juego aún no había acabado.

El juego aún no había acabado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Kendra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora