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Mi madre me dió a luz en la calzada, de camino a Hispania.

Padre tuvo que ayudarla a parir allí mismo, con la ayuda de nuestro cocinero, Abbas, esclavo de mi familia desde el día en que nació, al igual que lo fue su padre, y su abuelo antes que él.

Madre dice que fue un parto doloroso. Como lo son todos, supongo. 

Al contrario que Abbas, la mía no era una familia de esclavos.

Padre era comerciante, uno bueno, según he oído decir. Madre y yo ayudábamos en lo que podíamos y vivíamos de él.

Entiendo que a padre se le dieran bien los negocios ; no me extrañaría que empleara una de las tantas argucias que planeaba.

Él siempre dijo que se me daría bien el oficio, si lo intentara. Que era lista, que a pesar de mi condición, era inteligente. Según él, no se me pasaría nada-ni nadie- por alto. Le creo.

No éramos esclavos, pero tampoco teníamos mucho dinero. Lo suficiente como para sobrevivir al invierno con buenos pedazos de pan, y suficiente para mantener a Abbas con nosotros.

Siempre consideré a Abbas como un amigo. Era árabe, y sabía mucho. Muchas veces le preguntaba cómo era posible que supiera más cosas que yo misma. Él respondía con un "me viene de generaciones de experiencia", lo que doy por entendido que significaba que todo su saber había ido transmitiéndose de generación en generación.

Abbas me enseñó mucho de lo que hoy sé.

Decía que la vida daba lecciones, y que uno debía de estar atento y aprender de ellas.

Abbas era esclavo.

Yo soy esclava, pero nací libre.

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