Tres días después todos estábamos reunidos en el patio interior de la villa.Sentados en filas, éramos tantos que parecíamos un pequeño ejército. ¿ Por qué nunca se rebelaban los esclavos ? Recorrí con la mirada la barabunta de gente y lo comprendí. Nos masacrarían enseguida, ninguno de nosotros sabía cómo luchar.
Tomé asiento en una de las filas del medio, entre Maximus y Hilâl; no quise meterme entre Atia y mi amigo.
La gente cotilleaba sin molestarse en hablar bajo, aquello parecía un gallinero.
Finalmente, el hombre al que esperábamos apareció por la puerta abierta.
Vestido con su toga blanca, se acercó hasta ponerse al frente de todos y alzó las manos.
Gradualmente, bajó el murmullo, hasta que se hizo el silencio.
- Buenos días - habló entonces, con voz clara y firme - Sé que las noticias vuelan como el viento, así que seguramente ha sabreis qué haceis aquí.
Atia asintió, como confirmando sus palabras. Sí, sí que lo sabíamos.
- Dentro de un par de días tendremos visita en la villa. La dama Livia ha querido hacer una fiesta, que se hará aquí, por lo que tendremos numerosos invitados a los que atender. Entre el día de hoy y el de mañana hay que aprovisionar la cocina, limpiar las estancias y preparar camas, lo propio. Quiero que todos sigais con vuestras tareas, que no las descuideis, y en vuestros ratos libres, siento decirlo, trabajareis en ponerlo todo a punto.
Un susurro de decepción general recorrió el amplio grupo, pero nadie alzó la voz para decir nada.
- Atendereis a los invitados con el respeto que se espera de vosotros y les ayudareis en todo lo que pida. Si normalmente trabajais en el campo, una parte de vosotros será requerida para hacer las tareas diarias. Dicho esto Numerius va a leer la tarea que ocupareis.
Un esclavo, ya avanzado en años y con el pelo canoso, se adelantó y comenzó a leer nombres de una lista interminable.
Numerius era algo así como nuestro capataz, el que se encargaba de mantener todo en su sitio, y estaba, en cierta forma, por encima de nosotros.
Apenas sabía leer y escribir una veintena de palabras, pero por eso, ya le admiraba.
No presté mucha atención a lo que decía, sino que me centré en el hombre a su lado.
Apoyado en una de las columnas del umbral, observaba todo el proceso con seriedad.
Así era como estaba la mayoría -por no decir todo- del tiempo. Por eso el suceso de hacía una semana me había llamado tanto la atención, porque salió de un cuadro en el que siempre lo veía pintado de la misma forma. Por un momento, abandonó esa pulcritud y seriedad que siempre le acompañaban.
Su mirada color miel clara se deslizó de un lado a otro entre nosotros. Atia, Maximus... yo.
En mis ojos se detuvo más tiempo. Ni siquiera pensé porqué.
Mi primer instinto fue bajar la mirada de inmediato, pero recordé lo que me había dicho en numerosas ocasiones y le devolví la mirada, si bien con el pulso acelerado.
Me pareció ver un cambio en su mirada, pero en aquel momento no pude identificar lo que era. Me pregunté si al mirarle algo había cambiado también en la mía.
Cuando finalmente el contacto entre nosotros se deshizo, y pasó a mirar a otros esclavos me sentí como si me hubieran quitado un peso de encima.
No pude evitar soltar el aire lentamente que, sin darme cuenta, había estado reteniendo todo este tiempo.
ESTÁS LEYENDO
Serva
Historical FictionMe creen débil, pero soy fuerte. Soy apenas una niña, pero a la vez, toda una mujer. Soy sierva, pero nací libre. (Novela ambientada en la Antigua Roma) #1 en Novela Histórica el 18/02/19