XXVII

6.7K 607 26
                                    


Sacudí el polvo de mis pantalones y salí del establo.

Al contrario que otras veces, hoy me había llenado entera de tierra, de arriba a abajo.

Intenté quitarme el tiznado de la cara, pero lo único que conseguí fue expandirlo.

Había sido un día duro. Aunque ya había progresado mucho con Alair , y ya giraba a la derecha e izquierda cuando se le ordenaba, todavía no me dejaba montarme sobre él, y había aterrizado varias veces sobre el duro suelo.

Me había hecho varias heridas al caer, que, si bien las había tenido peores, escocían.

Farfullé mientras salía en dirección a la comida. Aquel joven caballo tenía más genio que el propio Didius, a quien por cierto, no se le veía un pelo últimamente. ¿ Estaría enfermo ?

Despejé esos sentimientos de mi cabeza en cuanto levanté la vista del suelo y miré hacia el frente.

Me quedé clavada en mi sitio.

Mis ojos se abrieron de par en par, como platos, a punto de salirse de sus órbitas.

Me llevé la mano a la boca y dejé escapar una exclamación, sorprendida.

Se estaban... se estaban besando.

En ese momento ambos se separaron, al escucharme. Me miraron avergonzados, poniendo distancia entre ellos.

Pero a ella la vi preocupada.

Atia se me acercó a grandes zancadas, hasta colocarse en frente de mi, y me apartó la mano que aún sostenía sobre mis labios.

- Unus - me llamó preocupada, buscando algo en mi mirada - Unus, dioses, siento tanto que lo hayas visto... Yo... sé que tendría que haber hablado contigo de esto pero pasó sin más y... ¿ estás bien ?

Miré a Maximus confundida. Por la cara que tenía, supe que estaba tan perdido como yo.

- ¿ De qué hablas, Atia ? - preguntó, acercándose también.

Ella me señaló.

- Está enamorada de ti, Maximus.

La miré alzando las cejas y con la boca entreabierta.

- ¿¡ Estás de broma ?! - exclamé.

Y estallé en carcajadas. Maximus rió también, mientras que ella nos miraba a ambos frunciendo los labios.

- ¿ No ? - preguntó desorientada.

- No - contesté, aún entre risas - Para nada.

Atia le echó una mirada a Maximus y sonrió, cogiéndole de la mano y arrimándose a él.

- Tanto mejor.

Después, frunció el ceño y se le vio con una expresión pensativa.

- Entonces, ¿ por qué estás tan rara últimamente ? ¿ por qué te desvelas en mitad de la noche y estás tan distraída ?

En aquel momento, alguien salió de la casa para tomar el aire. Oteó el horizonte, nos miró brevemente y volvió a lo suyo.

La mirada de Atia se deslizó hasta Octavius y volvió a mi.

- Oh - dijo preocupada - sí que estás enamorada. Pero no de Maximus... sino de otro hombre.

ServaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora