Habían pasado dos semanas desde que llegué allí.Me había terminado de acostumbrar a la rutina, y casi me sentía como en casa.
Conocía a la mayoría de esclavos, aunque éramos bastantes. Con el paso de los días empecé a notar las pequeñas manías de cada uno. Vergilius y Valerius, dos mellizos de aproximadamente once años, tenían la tendencia a terminar las frases del otro. No supe si era por costumbre, o por hacer de ello un juego, pero siempre lo hacían. Fabius, en cambio, parecía volverse más y más gruñón con el paso de los días, y debía haber vivido muchos. Me pregunté cuánto habían conseguido deducir los demás de mi. ¿ Habrían descubierto como soy ? ¿ Me conocerían mejor que yo misma ?
Pensé todo aquello mientras observaba el horizonte. Las nubes cubrían el cielo como un manto de algodón, y con el atardecer, éste se vestía de hermosos colores antes de ponerse el traje de noche.
- Es bonito, ¿ verdad ?
Me giré para ver quién me había hablado.
- Sí, lo es - sonreí.
Él se acercó unos pasos más hasta colocarse a mi lado, hombro con hombro.
Lo miré de reojo y lo reconocí. No lo conocía personalmente, pero sabía quien era. Las miradas disimuladas de Atia no me habían pasado desapercibidas.- Eres Maximus, ¿ no ?
- Así es - sonrió ampliamente - No recuerdo haberte visto antes.
- Llegué hace apenas un mes. Soy Unus - respondí, devolviendo mi vista al cielo. Me quedé callada un buen rato antes de volver a hablar - ¿ Crees que seremos libres algún día ?
Él dirigió su mirada hacia mi y suspiró.
- No lo sé - contestó con franqueza - Supongo que la mayoría no.
- Quiero ser libre -confesé, con tono de añoranza - Quiero poder decidir mi propio destino.
- Los dioses ya tienen un destino marcado para nosotros, Unus - sonrió con tristeza - Solo tienes que adaptarte a él.
Negué con la cabeza en desacuerdo.
- No quiero creer que este- dije haciendo una floritura con la mano y señalando a nuestro alrededor - es el destino que me han reservado, Maximus. Ser una esclava.
- Aquí no se está tan mal, ¿ sabes ? - sonrió mirando al suelo - No pasamos hambre, tenemos un techo bajo el que dormir y no somos maltratados. Debemos dar gracias por estar aquí. Siendo esclavos, nos podría ir mucho peor.
Guardé silencio durante un instante, en el que yo me limité a mirar los tonos rosados de la bóveda celeste y él en mirarme a mi. Tenía razón. Antes de llegar aquí me iba mucho peor.
Sentí su mano en mi hombro, y eso me sacó de mis reflexiones.
- Quizás dentro de un tiempo llegues a considerar este tu hogar - dijo antes de retirarse.
Observé cómo se unía al resto del grupo. Observé a los demás sentados sobre la hierba. Charlaban y reían, aprovechando el momento de descanso con la caída del sol. Parecían felices. Eran esclavos y parecían felices.
Su alegría me contagió, y sonreí aproximándome a ellos, sin prisa.
No interrumpí la conversación, solo les dirigí una sonrisa como forma de saludo y ellos hicieron lo propio de vuelta.
Sí, sonreí. Quizás pueda llegar a considerar este como mi nuevo hogar.

ESTÁS LEYENDO
Serva
Historical FictionMe creen débil, pero soy fuerte. Soy apenas una niña, pero a la vez, toda una mujer. Soy sierva, pero nací libre. (Novela ambientada en la Antigua Roma) #1 en Novela Histórica el 18/02/19