Ambos hombres se giraron hacia nosotras al escuchar el grito, y me miraron confundidos.En ese momento no me preocupé en analizar sus expresiones. Mi vista seguía clavada en las manos de Octavius manchadas de sangre.
- Atia, traéme un trapo y agua, ¿ quieres ? - le ordenó apartándose la mano de la herida para verla.
Mi primer instinto fue acercarme corriendo, ayudarle, y sobre todo asegurarme de que estuviera bien.
Él se dió cuenta, y me dirigió una mirada que decía todo. Primero, se mostró confundido. No entendía porqué estaba tan alterada. Después pareció entenderlo, y su rostro mostró comprensión. Y por último me dirigió una mirada de advertencia.
"Estoy bien" quería decirme. "No montes una escena".
Contra todo lo que quería, me quedé clavada en mi sitio y esperé.
Finalmente Atia regresó, y se acercó a Ovtavius con rapidez.
Éste se apartó las manos, dejando ver el color rojo sobre su piel.
Atia hizo ademán de limpiarle, pero su voz la detuvo.
- Lo haré yo.
Cogió el paño, lo metió en el agua y se lo frotó con cuidado contra el cuerpo. Cada vez que pasaba por encima de la herida apretaba los dientes, pero no dijo nada durante todo el proceso.
Una vez apartada la sangre pudo verse con mayor claridad la herida.
- Está bien, es una herida superficial. Se curará antes de que te des cuenta - sonrió el otro luchador, dándole una palmada amistosa en la espalda. Suspiré aliviada.
- Tendré que tener cuidado para la próxima... puede que quieras matarme- bromeó Octavius.
- ¿ A quien le podría dar una paliza entonces ? - sonrió él, y ambos entraron en la casa como los viejos amigos que eran.
Al caer la tarde, tomé una cena rápida, y tras charlar un rato con Maximus me dirigí tranquilamente hacia los establos.
Hacía una tarde espléndida, casi parecía no ser invierno, si no fuera por la brisa fresca que soplaba de vez en cuando y que revolvía mi cabello.
Saqué a Alair de su box y lo llevó por las riendas hacia afuera. Hacía ya una semana que se había dejado ponerse las bridas y la silla llana de montar. Estaba ya mucho más grande y alto, había crecido mucho en el último año. Con el tiempo había dejado de parecerse a un potro y formarse como un caballo adulto.
Lo conduje campo adentro, donde ya me había habituado a ir.
- Respira, Alair - le dije al animal acariciandolo entre los ojos con cariño - ¿ Has visto que aire más puro ?
Dejé que el animal estuviera a sus anchas un rato. Lo había soltado ya varias veces, y ya no se encabritaba ni echaba a correr.
Tras un rato lo hice detenerse a mi lado. Lo acaricié, mientras el día dejaba paso a la noche.
Entonces decidí intentarlo.
Agarré bien las riendas y me coloqué del lado izquierdo del caballo. Tomé impulso, y conté. Un, dos, tres, y me deslicé sobre su lomo.Me quedé quieta encima del caballo, moviendo solo las manos para darle palmaditas y caricias tranquilizadoras en em cuello.
Pasó el tiempo y Alair no hizo ademán de mostrarse nervioso o querer echarme de encima.
- Muy bien, pequeño - susurré emocionada, apretando suavemente los talones sobre su cuerpo para empezar a movernos.
Alair caminó paso a paso, obedeciendo al pie de la letra mis indicaciones.
Al poco comenzó a trotar. Tampoco dejé que galopara, no quería que se sobreesforzara. Lo llevé aún más lejos.
El lugar estaba lejos de la villa, así que podía gritar y hacer lo que quisiera sin importarme que me escucharan o me vieran.
Entonces reí, y grité. En ese pedacito de campo, me sentí libre.
No me di cuenta de que alguien me observaba desde lejos hasta que Alair lo detectó.
- Lo conseguiste.
Octavius sonreía, probablemente por verme tan feliz.
Me bajé del caballo de un salto y corrí hacia él, riendo. Dejándome llevar por la alegría que había invadido mi cuerpo, me lancé en sus brazos. Él se tambaleó, sorprendido, pero me cogió al vuelo.
- Lo conseguí - confirmé, abrazada a él.
Octavius se separó de mi, solo lo suficiente para poder observar mi rostro.
Estaba casi segura de que estaba radiante, con los ojos brillantes de la emoción y el pelo alocado y desordenado. Me sentía así, libre.
Él pareció entender lo que sentía y sonrió ampliamente, una de esas sonrisas que me estremecían.
Nuestros rostros quedaron muy juntos, y ninguno hizo señal de querer separarse.
Sus dedos se enredaron en mi cabello. Mi corazón latió como si fuera la primera vez.
Nuestros labios se acercaron y nos besamos. Rodeé su cuello con mis brazos, estrechándolo contra mi, mientrás el me agarraba de la cintura.
Descubrí cuánto tiempo había estado deseando esto... y me di cuenta de que ya no era simplemente que me gustaba.
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Serva
Historical FictionMe creen débil, pero soy fuerte. Soy apenas una niña, pero a la vez, toda una mujer. Soy sierva, pero nací libre. (Novela ambientada en la Antigua Roma) #1 en Novela Histórica el 18/02/19