Narra UnusSalí de allí con el corazón en un puño.
Básicamente, lo que acababa de hacer tenía un nombre : huir.
Sabía que era un acto estúpido e infantil, pero no podía más. No podía quedarme más tiempo en aquella situación tan tensa. Y es que al estar delante de él me sentía incómoda... no incómodamente mal, pero incómoda. Cada vez que me hablaba, para liberar la tensión, tendía a morderme el interior de la boca, y retorcer los dedos unos con otros en un gesto nervioso.
Su voz, siempre tranquila y profunda... y su mirada. Su mirada era algo de lo que me podría pasar hablando horas. Y no porque sus ojos fueran especialmente bonitos (que lo eran), sino por todo lo que transmitían. Era como si con solo una mirada consiguiera ver toda mi alma, una de esas miradas que se clavan en ti y crees que pueden ser capaces de descubrir todo lo que ocultas y todo lo que piensas. Era como si su mirada fuera fuego, como si quemara, y no la pudiera sostener más que un par de segundos antes de retirar la mía. Y eso era solo su mirada.
Inspiré profundamente y solté el aire poco a poco. Mi corazón aún latía como loco.
- Tranquila - me susurré a mi misma - ya está.
Y con esas ropas apenas le había reconocido. Al principio había creído que era un esclavo más (aunque con la piel demasiado cuidada y el pelo demasiado limpio) que aún no había conocido. Incluso me permití pensar en lo atractivo que era : su pelo oscuro ondulado, sus ojos color miel, la curva de su sonrisa, los músculos que sobresalían sobre la tela... dios mío, pero no era cualquiera. Era un centurión, una de las personas en lo más alto del estatus social, una persona a la que yo no podría aspirar ni siquiera si fuera una ciudadana romana con derechos. Él estaba en el último escalón de una escalera interminable y yo permanecía sentada en el primero.
- ¿ Unus ? - una voz me sacó de mi ensoñación - ¿ Estás bien ?
Dejé caer mi mano (que seguía sobre mi corazón) a un lado, y me volví hacia ella. Era Atia.
Asentí.
- ¿ Seguro ? - preguntó mirándome con el ceño fruncido - Parece que te está dando algo.
- Estoy bien - repliqué, acomodando mi cabello tras las orejas y reanudando la marcha hacia el otro extremo de la villa.
Atia no se quedó atrás, sino que corrió para ponerse a mi lado.
- ¿ Qué ha pasado ? - preguntó con curiosidad.
Rodé los ojos. Si no se lo decía ya se tiraría con aquello todo lo que quedaba de noche.
- Llevé a Hilâl a ver a los caballos... me monté en uno que aún no estaba domesticado.
Atia se paró en seco y se volvió hacia mi.
- Dios mío, ¿ te caíste ? ¿ Te has hecho algo ?
- No, no me caí - contesté molesta de que siquiera lo pensara- El amo me pidió que me bajara.
- ¿ Y ?
Volví la mirada hacia ella.
- ¿ Y qué ? - dije alzando una ceja.
- Sigo sin entender porqué estás así de... no sé ni cómo estás.
- Ya está, eso es todo - dije encogiéndome de hombros, ignorando a lo que se refería.
- Oh, oh- soltó, señalándome con el dedo y sonriendo - ya sé lo que pasa aquí.
La miré confundida.
- ¿El qué ?
- ¡ Estás colgada por él !
La miré alzando las cejas, pero ella parecía que iba en serio, porque asintió con una sonrisilla picarona.
- ¿ Estás loca ? - pregunté, negando con la cabeza - No está ni de lejos a mi nivel, ¿ crees que me enamoraría de alguien que no puedo conseguir ?
Ella se encogió de hombros con una sonrisa.
- El corazón a veces hace lo que quiere- canturreó socarronamente, revoloteando a mi alrededor.
- Anda, lárgate - reí por sus tonterías, y ella alzó las manos en son de paz.
- ¡ Piensa en ello ! - exclamó alejándose, aún con esa extraña sonrisa.
Rodé los ojos y continué caminando. Yo, enamorada de él. Ja.
ESTÁS LEYENDO
Serva
Ficción históricaMe creen débil, pero soy fuerte. Soy apenas una niña, pero a la vez, toda una mujer. Soy sierva, pero nací libre. (Novela ambientada en la Antigua Roma) #1 en Novela Histórica el 18/02/19