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Después de ayudar a la dama Livia a arreglarse para recibir a sus invitados di por concluida mi tarea, y salí al patio.

En lugar de quedarme allí con los demás continué caminando, adentrándome entre las espigas de trigo que comenzaban a asomarse. Me senté y abrí el libro que tenía bajo el brazo, acomodándolo en mis piernas.

En él, por lo que pude interpretar, se decía que la tierra era el centro del universo, de todo, y que todos los astros giraban en torno a ella. Alcé la vista hacia las estrellas. ¿ Sería eso cierto ?
Sin duda, si se decía allí, debía serlo.

Escuché pasos, y pronto un cuerpo alto y estirado se acomodó junto al mío. Era Maximus.

- ¿ Qué haces aquí ? - preguntó con una sonrisa amable.

Alcé el manuscrito entre mis manos y se lo mostré. Su sonrisa se apagó casi enseguida y frunció el ceño.

- ¿ De dónde has sacado ese libro, Unus ?

- Me lo prestaron - sonreí orgullosa, y él asintió mas relajado. Me pregunté si me veía capaz de robar algo así... mi cabeza me recordó que había estado cerca de hacerlo. Esa idea no era tan descabellada como creía, al fin y al cabo.

- ¿ Y de qué va ?

- De la Tierra y las estrellas. ¿ Sabes leer ? - pregunté esperanzada.

Él negó con la cabeza con un deje de tristeza.

- Ninguno de nosotros sabe, Unus. ¿ Tú si ?

- No en latín - respondí, y callé un largo instante antes de proseguir - No siempre fui esclava. De hecho, me convertí en una hace un poco menos de un año. ¿ Sabes lo que pasaba hace un año, Maximus ?

- Las guerras cántabras - recordó - Se terminó de conquistar Hispania. ¿ Es allí de dónde vienes ? ¿ Es allí donde te hicieron esclava de guerra ?

- Así es. No viví la guerra de primera mano, aunque siempre se escuchaban las guerrillas y el olor de la pira llameante... al menos no hasta el día en el que se me llevaron - sonreí amargamente mientras mi corazón sufría un pinchazo doloroso al recordarlo.

- Debe de haber sido difícil - comentó, y lo miré preguntándome a qué se refería - Haber sido libre un día y prisionera al otro.

Me encogí de hombros.

- Supongo que no más de lo que ha sido para ti - respondí.

- No lo sé... tú has vivido la libertad, puedes añorarla. Yo solo he soñado con ella. No he tenido otra cosa que no sea lo que ya conozco.

No supe si compadecerle a él por no haber disfrutado lo que yo, o compadecerme de mi misma, porque jamás lo recuperaría.

El resto del tiempo lo pasamos en silencio. Había sido una charla muy intensa como para ponernos a hablar de banalidades.

Observé a Maximus con atención. Era alto, mucho más que yo, y particularmente escuálido. Tenía el cabello de color rubio y los ojos verdes. Era guapo, sin duda, y hasta donde había tenido ocasión de comprobar, una persona bastante agradable y fácil de llevar. No me sorprendía que Atia se hubiera enamorado de él.

- Es tarde - dijo levantándose y sacudiéndose los pantalones - Será mejor que vuelva. Buenas noches, Unus.

Sonreí alzando mi mirada hacia él. Detrás de su figura ya se veían todas las estrellas.

- Buenas noches, Maximus.

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