Capítulo cuarenta y nueve.

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Días después.

Narra Harry.

Estoy mordiendo mi pulgar, esperando a que el reloj pase desde el uno hasta el doce. Me siento enfermo, porque estoy en casa hace unos días y no salgo ni a comprarme una soda. Tengo fastidio, un gran fastidio, porque ni en mi propia casa puedo estar tranquilo.
Siento órdenes, órdenes por todos lados. Leyn, quien ya no es parte de mi familia en nada, sigue visitándome. Y mi padre, ni yo, hacemos algo por detenerlo.
Mi padre no para de decir que esto es lo correcto, pero sé que no lo es. Y él lo sabe.

—Tienes que casarte con ella.

—No. No lo haré. No es lo que quiero.

—Ya no puedes darte el privilegio de decidir. Tú te buscaste lo que querías por estar de diversión en diversión. ¿Los estudios no te bastaron, Harry?

—Nunca preguntaste que es lo que quería. Ni lo que quiero.

— ¿Y qué es lo que quieres?

—Es muy tarde para querer hacer el rol de padre, ¿no crees?

Siento la bofetada de mi padre en mi mejilla. Sujeto su mano cuando intenta agarrar mi camisa y la presiono con fuerza. Tal vez era todo el dolor que tengo contenido en mi cuerpo desde hace más de diez años.

—No, padre. No de nuevo. No voy a permitir que me trates como si no fuera importante para ti. Sé que no te importo, pero no quiero darme a la idea que realmente mis pensamientos son ciertos. Cumpliste un excelente rol de esposo y hombre, pero como padre tienes que saber que no. Nunca me has tratado como tu hijo. Nunca.

—Te he dado todo lo que necesitabas. Dinero. Placeres. Estudios. Una familia.

Suelto una risa cuando dice lo último.

— ¿Familia? ¡Estás tratando de quitarme a la única persona con la que puedo tener una familia! —espeto con furia—. ¿No te cansas de hacerme la vida más miserable?

—No te reconozco.

— ¿En serio?Soy tú. Soy el mismo hombre que dejó a su esposa cuando su hijo tenía tres años. La mierda en la que me he convertido es gracias a ti. ¿No quieres enmendar esto?

—Me casé con tu madre para que ella pueda tener una buena vida. Me casé con tu madre porque tú habías nacido. Me casé con tu madre por no perder la herencia de mi padre. Me casé con tu madre porque juntar nuestras familias era un incremento en ambas firmas. Me casé con tu madre porque mis padres lo arreglaron.

Oírlo decir todo eso me había congelado la boca en un segundo. Todo resultó ser una mentira.

—Y lo haré contigo, Harry. No eches a perder tu futuro.

—No. Si algo he aprendido es que un buen apellido, una chequera y una mansión no es lo único que me puede hacer feliz. Ella me hace feliz.

—La vida no es sólo amor. ¿Eres feliz viviendo en la miseria? Necesitas el dinero para ser feliz. ¿Cómo crees que ella será feliz? ¿Quieres que tenga una miserable vida...cómo la tuya?

Presiono mis ojos.

—Ella tendrá todas las comodidades si es que tú cooperas para hacerlo. Sólo tienes que casarte con Briana y ella estará bien. No seas egoísta.

—Egoísta...

No soy una persona egoísta. No quiero ser una persona egoísta.


—El coche ya está listo, Harry. ¿Tú ya lo estás?—me pregunta Kaire desde la puerta.

—Sabes que nunca lo estaré—esbozo una sonrisa al ver su compasión. No quiero compasión.

—La señorita Alb—Briana ha llegado ya para ir al ensayo.

—Señora—le corrijo—. Tiene un hijo. Tenemos—mascullo y ruedo los ojos para levantarme del escritorio y cerrar el cuadernillo.

Suspira y cierro la puerta de mi habitación detrás de mí. Bajo las gradas y veo a Briana sujetando a Edward en los brazos. No puedo evitar sonreírle al pequeño hombre que está mirándome con los brazos extendidos hacía mí. Era mi hijo, lo supe hace unos días.
Era un pequeño ángel.

— ¿Cómo estás?—le pregunto a mi hijo cuando está tocando mis mejillas.

—Estoy bien—responde Briana de inmediato.

—Se lo estaba preguntando a él—le dirijo por primera vez la mirada y esta entrecierra los ojos—. Lo siento.

Veo a mi padre bajar por las gradas y sonreírnos a ambos. Me acerco a Briana y deposito un beso en sus labios cuando mi padre nos pregunta cómo va el ensayo.

— ¿No están atrasados?—pregunta.

—Sí—respondo y me giro para salir por la puerta—. Vámonos, Briana—cojo las llaves del buro y salgo de casa.

Me fastidia todo, desde tener que besar a una mujer que no amo, aunque siempre lo he hecho en la membresía, hasta aparentar que es el amor de mi vida.

No quiero asistir otra vez al maldito ensayo de boda. No me siento cómodo con compartir una mañana entera junto a cinco parejas de ancianos y solo dos parejas de jóvenes de mi edad.
Aunque pensándolo mejor, puedo soportar ir, pero no el casarme con Briana.
Pero ya tengo un plan para eso.
La idea de dejarla plantada el día de nuestra boda no era del todo de mi agrado, pero era la que más fácil se me haría. Compraría una casa en otro país o continente. Sé, y es de seguro, que mi título de Medicina será bien recibido en cualquier país del mundo. Era una de las mejores aquí, en Londres, y una de las mejores y más reconocidas a nivel mundial.
Mi segunda opción era serle infiel, así ella puede odiarme y pedir el divorcio, con la única condición de la pensión para mi hijo. Lo que también está perfecto porque vuelvo a recalcar mi título.
La tercera y última, por el momento, era huir en cualquier momento.

Presiono mis labios luego de cerrar la puerta del auto y ponerme el cinturón de seguridad. He recordado a Alba y me han entrado las ganas de llorar por ella.

—Hoy aprenderás a conducir—sonrío mientras coloco a mi hijo en mis piernas. Era una idea tonta, pero me hacía ilusión hacerlo.

—No creo que sea una buena idea.

—No me digas lo que es bueno o no.

Enciendo el auto y decido ignorarla por el resto del camino.

—Tal vez sólo podrías fingir felicidad con la mujer que será tu futura esposa—agacha su mirada y juega con sus dedos.

—No es...

—Sólo cállate.

Oh no, yo soy el que callo aquí.

—Cállate tú.

—Que te calles tú.

Freno el auto en seco y me giro para mirarle a los ojos. Me apoyo de un brazo en su espaldar y frunzo el ceño con molestia.

—¿Por qué no puedes quererme o sólo intentarlo?—susurra y veo cómo en sus ojos empieza a acumularse agua.

—Porque amo a otra persona.

Se lanza a mis labios y me besa. En un comienzo me quedo quieto, atónito ante el acto tan repentino, pero luego siento sus labios al moverse en los míos y el cosquilleo que me decía que algo estaba afectando en mí.
Mis labios se apartan de los de ella cuando la mano de Edward golpea la bocina del auto muchas veces.

Decido conducir en silencio lo que queda de camino.

—Creo que es aquí—pongo el freno de mano y bajo con Edward en mis brazos—. Andando.

—¡Al fin han llegado!—nos recibe un hombre en la entrada de la casa mientras se agita el rostro con la mano—.Vengan, vengan.

Entramos y nos dice que hoy haremos el baile tradicional de esposos. Ay no, por favor. No me obliguen a hacer esto. No quiero hacerlo porque 1) hay mucha gente, 2) no sé bailar y 3) es ella, ¡ella!

—Denme al niño. Llevan diez minutos de retraso—me empuja la espalda hacia el salón y casi me resbalo.

Cojo su mano y hago que al ponga en mi hombro, mientras yo veo cómo es que lo demás lo están haciendo. Pongo mi mano en su cintura y el hombre hace que atraiga más su cuerpo al mío. Me sonríe y yo no puedo evitar hacer lo mismo al tenerla tan cerca de mí.

— Soy torpe en esto—río y trato de mirar a otro lado que no sea ella.

—Lo supe desde el primer día.

Sé a qué día se refiere.

—No me lo recuerdes—sonrío.

—Así—guía mi mano desde la suya hasta hacerme darle una vuelta y sostenerla en mi brazo cuando tiró su cuerpo atrás.

Con su otra mano sujeta mi mejilla y cierra los ojos. Recuerdo el momento en que Alba resbaló accidentalmente—yo la solté—, y sin pensarlo hago lo mismo.
Está en el suelo y veo cómo todos nos observan. Paso una mano por encima de mi cabello y camino a la mesa a por un vaso con agua.
Tal vez debía ayudarla, pero eso le pasa por pensar que el beso del coche se volvería a repetir.



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