Capítulo cuarenta y dos.

4.9K 191 18
                                    

— ¿Qué cosas?

Ella sonríe y acerca una silla de ruedas al pie de mi cama.

—Es solo por el día. El doctor dijo que no necesitas terapia.

—Prefiero un bastón.

—Pues no hay. Si quieres luego mando a que compren alguno. Por hoy estarás aquí—golpea el espaldar de la silla y sonrío. Qué horror.

—Quiero verme—pido.

Me tiende un espejo que tiene en su bolso y lo pongo frente a mi rostro para verme. Mi cabello está hasta los hombros, y tengo barba. Parezco mayor.

—Parezco un...

—Hombre—sonríe—. Es lo menos. Tienes ya veinte años.

— ¿Qu—qué?—balbuceo—, yo, yo tenía solo dieciocho cuando...

—Estuviste casi dos años durmiendo, Harry.

Me siento en la silla y río al darme cuenta que el tocador está en mi habitación. Perla se ofrece a ayudar a ducharme pero me niego rotundamente.

— ¿Quieres agua caliente?—pregunta.

—No. De la fría estará bien—asiento y me levanto. Perla se acerca para ayudarme pero niego con la cabeza—. Puedo solo, por favor—ruego. Me apoyo sobre el lavabo y me veo al espejo con más nitidez. Aún me duelen las piernas y los brazos también, pero no quiero ser un estorbo desde el primer día.

—Harry, el agua helada no será...

—Perla, no seré médi...—siento la punzada de algo en mi cabeza y me tomo la sien—, aún—sonrío al recordar que mis estudios están suspendidos—, pero sé que quiero ducharme con agua helada. Supongo que así tomaba las duchas yo.

Rueda los ojos y cierra la puerta del tocador, dejándome solo frente a la bestia: la ducha.
Me quito lo que traigo encima y cojo la toalla entre los dientes, metiéndome en la ducha para apoyarme sobre las paredes de la ducha. Lanzo un grito al sentir lo helado que está el agua y gruño, sacudiendo mi cabello para que no golpee mi rostro.

Salgo de la ducha y cubro todo mi cuerpo con las toallas. Salgo del tocador y veo a Perla sentada sobre mi cama. Esta levanta la vista y entra al tocador para sacar la silla de ruedas.

— ¿Dónde está mi ropa?—pregunto al entrar a mi armario y no ver nada.

—Parece que no lo recuerdas—me sonríe—, tus cosas están en tu apartamento. Te mudaste...unos días antes de tu accidente.

—Sí...recuerdo que...—alzo la vista a ella y esta abre los ojos—, que tenía unas muy buenas vistas por la mañana.

Perla suspira y asiente.

—Mi tía, ex tía—sonríe —, me mandó a comprar algo para ti. No estaba muy segura de la talla de ropa que tengas, pero sé que el estilo es el tuyo—me tiende un montículo de ropa y la examino.

— ¿En serio me gusta esto?—veo la ropa con extrañes y la dejo caer sobre la cama—, qué extraño era.

Perla sale de la habitación y me pongo la ropa que tenía sobre la cama. Camino con dificultad hasta el tocador para afeitarme y tratar de recordar en qué he cambiado hasta el momento.
Podríamos decir que en el estilo de vestir.

— ¡¿Ya estás listo?!—grita.

— ¡Que esperes!—levanto la vista y vuelvo a ver mis pasadores.

La puerta se abre y Perla entra con los ojos entrecerrados.

—Vamos que se hace tarde.

Perla baja la silla y yo hago lo mismo con mis piernas, lentamente sosteniéndome para no caer.


— ¿A dónde irán?—pregunta Leyn desde el salón.

—Quiero sacar a Harry a que vea lo mucho que ha cambiado Londres. Sé que le encantará tener un poco de aire fresco.

—Bueno. Yo tengo que ir al médico.

— ¿Estás...embarazada?—pregunto al ver el vientre de Leyn. Sé que no era de papá.

—Tengo seis meses—sonríe.

—Felicidades—le digo—, tener un hijo debe ser...una experiencia nueva. Algún día espero ser padre.

Leyn mira a Perla y esta comienza a tartamudear. Toma mi brazo y hace que un chico ponga la silla de ruedas en la maletera del auto mientras que me hace sentar en el copiloto.

—Perla, ¿ahora sí podemos hablar?

LovesickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora