Capítulo treinta.

6.1K 222 14
                                    

—Nada, papá—se inmuta solo en responde mientras mira el suelo y suelta mi mano—. Nos vemos en el auto, Alba.

—Alba—llama por mi nombre y aparto la vista de Harry para verle—, quiero hablar un momento contigo, por favor.

—Claro—respondo y asiento a Harry, el cual me está esperando en la puerta de la cocina. Se pira de aquí.

—Como sabes mi esposa está de viaje, tengo algunos planes de trabajo y contratos que firmar en el extranjero; así que, hasta que vuelva, estás en total cargo de todo lo que pase aquí. En especial con de Harry—me mira fijamente. Esa mirada intensa la reconozco—. Hablo en serio.

—Ah...—me reprendo a mí misma al balbucear delante de una persona mayor—. Por supuesto. Lo mantendré al tanto de lo que pase.

Me sonríe.

—Mi vuelo sale en unas horas y—tira la mirada a su reloj de mano—, aún me faltan algunas cosas por arreglar. Por cierto—mete la mano en uno de sus bolsillos. Le sigo la mirada—. Felicidades por un onomástico más.

—Muchas gracias—sonrío y este sale de la cocina. Relajo el cuerpo y retomo la compostura.

Abro el paquete y veo una pequeña etiqueta con palabras ya impresas. Lo pongo entre los dedos y veo una tarjeta dorada de obsequio. Madre mía del amor hermoso. Miro a la nada y sonrío ampliamente. Esto era el paraíso. ¡Una tarjeta solo para mí! ¿Cuánto será el bono? Oh, joder. Estoy flipando.
Salgo de casa y me aseguro que la puerta esté bien cerrada para caminar al auto.

—Se nos hace tarde—me abre la puerta Harry—. Entra ya.

Me deslizo por el asiento y, una vez que él ha cerrado la puerta y el auto está en marcha, le enseño la diminuta tarjeta. Este me sonríe y no deja de mirarme por el espejo retrovisor.
Comienzo a hablar.
Hablo de las mil y un cosas que me podría comprar con la tarjeta. Los maravillosos viajes que podría costear con la bonificación y los inmensos platillos que podría devorar.
Harry no dice nada, solo me sonríe y asiente cada vez que le hago una propuesta de comida o viaje. Sé que él me acompañaría.

—Mi madre adorará que estéasí de feliz—me hago aire con las manos y guardo la tarjeta en uno de los bolsillos de mis vaqueros.

—De seguro—suelta un bostezo, lo que hace que su voz se escuche más gruesa.

Tiro la mirada a la ventana y veo la lluvia correr por las veredas. Parecía un río inmenso. Caudaloso como el Amazonas. Los paraguas negros y rojos se movían rápidamente en el intento de ser resguardados por los techos de las tiendas.
Miro a Harry para preguntar si tenía paraguas en la maletera, pero veo como entrecierra los ojos y abalanza su cabeza al frente.

—¡Harry!—grito.

Harry suelta el pie del acelerador y lo cambia a freno, haciendo que nuestros cuerpos se impulsen adelante y la bolsa de aire golpee su rostro.

—Bájate. Conduciré yo—abro la puerta y me paro frente a él— Las llaves.

Harry me entrega las llaves sin ninguna objeción. Se recuesta en el asiento de atrás y coloca un brazo sobre su frente. Por lo que veo, por el retrovisor, sé que está preocupado.
Y cualquiera lo estaría.

Al llegar a la Universidad, me doy cuenta que la lluvia ya ha parado un poco. Dejo el auto en el aparcamiento y cierro la puerta a mis espaldas. Harry me rodea de cintura y reposa su cabeza en mi hombro.

—Perdóname—susurra—, estoy muy cansado, entiéndeme.

—Ya hemos hablando sobre esto. Tu médico dijo que debías dormir más horas. No es la primera vez que te pasa algo así, Harry. No quiero que te pase nada malo—me giro para verle y froto su mejilla.

—Es difícil de entender—susurra.

— ¿Ella?

Con timidez asiente y atraigo su rostro a mi pecho. Había escuchado sobre algunas pesadillas que Harry experimentaba desde el accidente. Perlo me lo comentó una vez, pero nunca mencionó que fuera por ella.

— ¿Hoy tenemos clase compartida?—le pregunto. Este asiente un poco y le sonrío—, pues venga. Vamos.

Al llegar casi a la puerta me mira y me da un corto beso en los labios. Se aleja de mí y entra a la Universidad, alejándose lo suficiente como para que no piensen que vine con él. Ruedo los ojos y sonrío.
Camino hasta la clase y veo a Carly a lo lejos, aparto la vista para hacerle la que no la vi pero levanta el brazo y vocaliza mi nombre. Dejo caer mis hombros y formo una sonrisa.

—Tienes mucho que contarme y todo empieza con J y termina en E—sonríe—. Oh, lo olvidaba. Ella es Ariana. Estuvo un año pero tuvo que retirarse.

LovesickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora