Capítulo cincuenta y tres.

4.5K 203 24
                                    

Narra Harry.

— ¿Te gusta?—le pregunto a mi pequeña hija que tengo entre los brazos. Sé que no puede responder con un 'Sí, papi, me encanta' porque si lo hiciera me diría algo cómo 'No tengo de otra, esto no lo pago yo. Aunque el color es terrible'. A cambio de eso, estira sus manos e intenta coger la seda que cae sobre la cuna desde el techo de su habitación.

Todo estaba como quería que esté. Tengo una casa aquí, en España, y tengo lo que más importa en este momento para mí: mi familia. Mi propia familia.
Había dejado mi país para rehacer una nueva vida en un país que nunca pensé visitar a largo plazo. Y por largo o llevamos ni una semana aquí y me estaba encantando cada minuto que pasaba en mi hogar. Era distinto, porque podía sentir, verdaderamente, el calor que sentía cuando tenía dos años. Aunque mi padre me recalcó que él sólo se casó con mi madre por dinero y obligación.
¿Cómo estaba seguro de que esto era amor entonces?, ¿puedo sentir el calor de hogar realmente?
No sé si este sentimiento en mi pecho sea calor de hogar, pero lo que sí sé es que esto me hace muy feliz.
La vida que alguna vez idealicé en mi mente se estaba cumpliendo. Me refiero a la que de niño plasmaba en un papel cuando la maestra me lo pedía. Mi novia era señal de que le soy importante para alguien. Un hogar en señal que puedo valerme por mí mismo y una maravillosa hija en señal que nuestro amor había tenido un fruto magnífico. Y nuestro amor seguirá hasta que acabe con nosotros mismos.
También recuerdo a mi hijo perfectamente, por si se lo están preguntando.

—Quedó bien—comenta Alba luego de entrar a la habitación con una soda en la boca y una mano en la cintura.

Tengo sed, y mi hija lo sabe. Así que hacemos de las nuestras para que Alba nos dé un poco a cada uno. Éramos un equipo magnífico.

—Siempre obtienen lo que quieren, ¿no?

— ¿Podrías tener un poco de tiempo libre para papá?—pregunto al verla con mi camisa en su cuerpo y nada más. Me estaba volviendo loco al no poder ver más allá de un trozo de tela.

—Lamento informarte que no. Hoy ando con la banderita roja, así que será algo muy incómodo para ambos.

La verdad es que no. Era magnífico practicar sexo cuando está sangrando. Era como lubricante. Un exquisito y tinturado lubricante natural.
No exquisito en sabor. No.

—Nunca sería incómodo para mí. Pero está bien—suspiro y dejo caer un poco los hombros—. Me debes esta—cierro un ojo y ella sonríe.

Tiro la mirada nuevamente a mi pequeña hija, la cual está bostezando y frota sus ojos con sus diminutas manos. La siseo y la meso lo mejor que puedo, porque quiero que duerma para ver si consigo que su madre cambie de opinión y que, obviamente, descanse.
Cuando noto que está con los ojos cerrados, la recuesto en su cuna y cierro la cortina para que nada pueda interrumpir su sueño.

— ¿Crees que podamos salir en esta lluvia?—me pregunta Alba mientras observa a través de la ventana de nuestra habitación.

—Por supuesto, ¿qué tiene de malo?—me poso tras ella y la rodeo con mis brazos mientras doy pequeños besos en su cuello.

—Está lloviendo a cantaros, Harry. Podríamos pescar un resfriado—la siento moverse y se gira para darme un beso rápido en los labios.

—Tú, porque lo que yo voy a pescar es otra cosa—bajo mis manos desde si cintura hasta su trasero y presiono suavemente sus nalgas mientras ella suelta un gemido cerca de mi oído. Me sonríe y quiero recostarla en la cama pero ella me dice que no.

Me resigno a aceptar que hoy no será mi día y asiento cuando me dice que va a cambiarse algo de ropa.
Bajo a la planta baja y veo a Lorena, quien está ayudando en ver que los chicos bajen todas las cajas del camión de mudanzas, así que me acerco a ella para preguntar cómo va todo.

—Lorena, ¿crees poder cuidar unas horas a Handrea? Será la única vez. Es que está durmiendo y necesito salir con Alba a ver algunas cosas. No quisiera que se resfríe al salir fuera de casa. No me agrada el mendigar ayuda pero la necesito.

—Me ofendes con lo de mendigar, Harry. Por favor, ¡es mi nieta!, y es un encanto. Para eso está la familia—me sonríe y le correspondo a tal acto.

Sus palabras se me hacen repetitivas mientras subo las escaleras para llegar a mi habitación. En mi familia nunca habían pasado actos como este. Quiero decir, nunca alguien pensó en la otra persona por encima de ella mismo. La empatía era algo totalmente desconocido para ellos. Excepto Perla, ella era como una hermana para mí. Me ayudaba siempre que podía y gracias a ella es que esto se está dando. Sin su ayuda no hubiera podido llegar a Alba para conversar nuevamente con ella y enamorarme una vez más.
Cuán importante es la familia, ¿no?

Entro a la habitación y cojo un abrigo. Miro a Alba, la cual trae unas muks negras, un vaquero oscuro y un abrigo que cubre casi todo el cuerpo. Sé que su abrigo pesa mucho más que ella. Literalmente.

— ¿Cómo me veo?—pregunta.

LovesickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora