Hubiera tenido el cabello más presentable si hubiera obedecido a mi madre cerrando la ventanilla del tren, pero no. Mis nervios están a punto de estallar. Mi primer trabajo cuidando a un adolescente con síndrome de Asperger sería un tanto complicado, ya que son unos eruditos que saben hasta cuantas estrellas habría o hasta que cenaría de acá 80 años.
—Acá es—suspiro, levantando el mechón rebelde que caía sobre mi cara. Sentí esos nervios que solo puede captar tu cuerpo cuando estás a punto de hacer algo que puede cambiar tu vida. Algo grande; algo increíble.
Miro la casa. Era inmensa, parecía que toda la familia Adam habitaba en aquella mansión rodeada por un sombrío bosquejo.
Respiro hondo y jalo el maletín. Este ocasiona un eco que se expande por cada rincón del lugar.
Presiono el comunicador y una mujer atiende a mi llamado.—Familia Holt ¿Con quién tengo la amabilidad de hablar? —me responde seriamente. Eran de esos saludos entre militares. Serios y con cordura. Nada comparado a mis saludos de coleguitas.
—Soy Alba Bale—tartamudeo. El efecto de mis manos, sudar, se da nuevamente. ¿Cómo es que mi madre nunca me auto medicó a causa de esto?
—Un momento por favor, enseguida podrá pasar—responde. Suelto un ligero sonido en aceptación y siendo el chillido grueso de algo desactivándose. Es en ese momento cuando empujo la puerta y me doy cuenta lo pesada que es.
Empujo la reja en su totalidad y tiro de mi maleta. ¿Cómo es posible que esta casa esté tan apartada del centro de la ciudad?
Los arboles eran frondosos y grandes, como si tuvieran unos cien años o más. ¿Es este el tipo de casa que se construía en la época medieval?
—Creí que terminarías por perderte—susurra una elegante mujer a lo lejos—. Gracias por venir temprano—me sonríe y llama con su mano a alguien dentro de la casa—. El llevará tus maletas a tu habitación. Acompáñame.—Su casa es muy hermosa señora Holt—susurro tímidamente, tratando de recordarme una y otra vez que no debo sonar tan tímida. Esta no es la imagen que quiero reflejar en mi primer día de trabajo.
—Muchas gracias, deberían dar la talla al apellido, muy aparte que todo aquí cuesta una fortuna.
Como para alimentar un país.
—Lo imaginé—respondo un poco más fuerte y le estiro mi mano. Y ese es mi primer error—. Lo lamento—susurro, apartando mi mano para limpiar el sudor en mis vaqueros.—No te preocupes—sonríe y seca su mano con un paño que saca de un bolsillo pequeño en su sastre—. Es tu primer día aquí, así que es total y absolutamente comprensible.
Sonrío en agradecimiento y ella hace lo mismo.
—Tu habitación está por aquí. Sígueme—sube las gradas y yo trato de llevarle el ritmo—. Es tu primera vez en Londres, ¿verdad?
Asiento avergonzada.
—Bueno, me alegra haber tomado la iniciativa e inscribirte en la misma Universidad que mi—empuja la puerta de una habitación y me indica que es la mía.
Ni pude siquiera comentarle algo sobre la Universidad porque me quede anonadada con lo amplia que era la habitación.
— ¿Es mía?—le pregunto aún sorprendida—. Pensé que sería algún lugar para tomar el té—trago saliva y recorro la habitación con la mirada. Desde las persianas hasta la moqueta que cubre el suelo.—Tomaré eso como un cumplido—se echa a reír. Hasta se ríe con elegancia—. Tus clases empiezan en dos horas, el tiempo suficiente como para que te des un baño y desempaques si gustas—camina por la habitación, haciendo sonar sus tacones sobre la pequeña parte de parquet y abre las persianas—. Luego vendrá Federick, el chofer, a llevarlos a la Universidad—me sonríe y dar por terminada la conversación.
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Lovesick
Genç KurguNo pensaba que habría relación alguna entre el dolor y el amor, ni que fuera complemento para la felicidad y mucho menos para poder amar a alguien tanto. ¿Es esto en verdad lo que esperaba de él? ¿Podré soportar no tenerlo junto a mí?