Capítulo cuarenta y uno.

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— ¿Te mencioné lo bien que tres ves en faldas cortas? —Jamie entra a la cocina y deja el maletín sobre una silla, acercándose para darme un beso.

—Muchas veces—sonrío—acomodo su saco y lo plancho con mis manos—. Buenos días.

— ¿Dónde está la muñeca? —se gira, juguetonamente, y ve a Handrea sentada en su silla—. ¡Pero mira nada más que hermosa eres! —la carga entre sus brazos y esta ríe.

—Pensé en llevarla a la guardería. Estaré ocupada—me sirvo jugo y aparto al vista de él.

— ¿Algo en especial? —pregunta.

—Trabajo—sonrío y dejo el vaso bajo el grifo—. Llegaré un poco tarde—me acerco donde Jamie y hago que me dé a la niña. Jamie luce molesto.

—Se suponía que hoy la llevaríamos a ver los fuegos artificiales.

— ¿Podríamos cambiarlo? En serio me urge.

Suspira y asiente. Mira el reloj que tiene en su mano y se acerca a mí para darme un beso en los labios, hace lo mismo con Handrea y deposita un beso en su frente, tomando su pequeña mano para ponerla sobre su rostro. Sale de casa y sube al auto para ir al trabajo.
Llevo saliendo con Jamie desde mi cuarto mes de embarazo. Él sabe perfectamente que Handrea es hija de Harry, pero aun así está conmigo. Y es muy consciente que nunca llevará el título de 'padre' más que Harry.
Alisto las cosas en el coche y pongo a Harry sobre su asiento especial, paso el cinturón sobre su cuerpo y enciendo el auto para ir a la guardería.

—Gracias, la recogeré en unas horas—sonrío y veo a mi pequeña hija entre mis brazos.

—No te preocupes, se hace extrañar—le tiendo a Handrea y ella se apresa de sus brazos—, en especial por Edward—lanza la mirada a un pequeño niño. Tenía el cabello rizado.

— ¿Un galán, Handrea?—ambas reímos—. Bueno, nos vemos. Gracias de nuevo.

Agito mi mano y juego por última vez con mi hija.
Escucho que Liz pronuncia mi nombre, así que levanto la mirada a ella y veo que no me está mirando.

—Perdóname, Liz. Se me hizo tarde—coge al pequeño niño de rizos y nos sonríe a ambas—. Nos vemos.

Espero que salga y dirijo la mirada a Liz.

—Pensé que me hablabas a mí.

—Oh—ríe—, es que tienen el mismo nombre.

Sonrío y me despido de nuevo para salir en mi auto.

Llego al edificio y dejo el auto en el estacionamiento. Me veo en el espejo del ascensor y noto que el moño me está molestando mucho. Y los tacones también.
Camino hasta mi oficina y la abro, cerrando para tenderme en el diván y dejar mi bolso sobre mi escritorio. Me quito los tacones y me suelo el cabello, dejando caer mi cabeza y durmiendo un poco más.
Siento la puerta y me saca de mi siesta. Me levanto y abro, mirando a un chico que me mira sorprendido.

—Disculpa—hago que pase y este sonríe—. Es un poco...complicado esto.

—No se preocupe—se sienta en el diván y yo sonrío acomodándome en mi asiento.

—Qué modesto—sonrío—. ¿Tienes cita?

—Sí, mi madre me sacó una cita a las diez y...

— ¿Eres consciente que aún es temprano, verdad?—acomodo mi cabello en mi espalda y este asiente.

—Pensé que podría demorar y toqué para ver solo si había alguien. En serio perdón.

—Descuida—sonrío—, mientras tengamos más tiempo es mejor.

Su nombre era Sid. Tenía dieciocho años y era hijo único. Mimado y engreído, por lo tanto. Tenía problemas con la chica con la que salía, ya que su anterior relación no fue la mejor del mundo.

—Pero la quieres, ¿verdad?

—Siento que la amo, pero...tengo miedo.

—Miedo a... ¿qué te dañen de nuevo?

Asiente avergonzado y juega nerviosamente con sus dedos. Me levanto de mi asiento y este me mira. Me acerco a él y me agacho para tomar su mano.
Por un momento pensé que era con Harry con quien hablaba.

—Ella no te hará daño. No tendría el valor de hacerlo. No podría dañar algo que ama. Es como hacerse daño a sí misma. A veces solo debes dejar el pasado y ver tu futuro. Vivir el día a día.

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