Capítulo cuarenta y tres.

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Ruedo en mi silla y logro entrar al ascensor. Me giro en dirección al pasillo y veo a Alba mirarme desde la puerta de su oficina. Sonríe. Atrae con su mano el cuerpo de una pequeña niña y agito mi mano para despedirme de ella. Nos despedimos de la manera más infantil e inocente del mundo.
Suspiro y dejo resbalar un poco mi cuerpo sobre la silla cuando la puerta del ascensor se cierra. Esto había sido muy diferente a como me lo imaginaba. Pero, ¿cómo podía estar ligando con alguien sabiendo que alguna persona está esperando por mí entre la oscuridad?
Despejo mis ideas y veo que la puerta se abre y unas personas me observar, me ofrecen ayuda pero me niego educadamente a que sus manos se ocupen en alguien como yo. Por no decirles que puedo pararme en cualquier momento y andar yo solo.

— ¿Bueno?—contesto el móvil que está vibrando.

— ¡Harry!—escucho el chillido de un hombre del otro lado del móvil—, ¡qué alegría escuchar tu voz, socio!

—Muchas... ¿gracias?—frunzo el ceño al no reconocer ni hallar en mi base de datos aquella voz.

—Soy Ben, Ben Collins. ¿Me recuerdas?

—Oh...Ben, ¡Ben!—miento y finjo sentirme emocionado—, cuánto tiempo eh.

— ¡Lo sé!, ¿no es magnífico?—puedo imaginarme que está sonriendo—. ¿Salimos hoy? He escuchado de un desfile a unas cuadras del Khulex.

— ¿A un desfile?—río—. No sé a qué vendría esa visita.

—Nuevas miembros, ¿recuerdas?

—Perdóname pero no, no recuerdo nada de lo que hablas. No es fácil para mí recordar todo de un golpe, Ben.

— ¡Por qué justo eso no!—gruñe—. Harry, estamos hablando de lo más delicioso en el mundo.

Trato de hacer memoria callándome por unos segundos. Me resulta súper complicado recordar algo que tenga que ver con su nombre.

—Tal vez quiera cambiar el rumbo y sentido de mi vida.

— ¿Cambiarlo? ¿Bromeas?—ríe—. No sabes lo que dices, y cuando lo recuerdes te reirás como un tonto. Y sí, yo estaré ahí para reírme junto a ti.

—Pues espero no recordar eso—presiono mis labios para no sonar descortés—. Hasta luego, Ben.

No sé qué planes tuve hace unos años, ni cuantas horas dediqué a esos desfiles. Tal vez tuve una aspiración a estilista. ¿Estilista? No, creo que no.
Salgo fuera del edificio y me niego a llamar a Perla para que venga a buscarme. No quiero ser un estorbo.
Deambulo por la ciudad y me es complicado el aguantar por no pararme y caminar normalmente. Me sentía inútil e inepto.
Al aburrirme sin hacer nada, decido tomar un taxi e ir a casa.

—Alba—sonrío al recordar su nombre mientras veo a través de la ventana del taxi—, hermoso con un claro de Luna.

Llego a casa y pago con un billete de mi bolsillo e intento llegar a la puerta sin llamar a por ayuda. Quiero hacer esto solo.
Llamo a la puerta y una chica me mira con cara de espanto. Se disculpa por no estar atenta a la puerta y no ayudarme, pero me niego a que se disculpe porque no era su culpa. Era la mía.

—Puedo solo—me levanto de la silla y me apoyo sobre las escaleras—, gracias.

— ¿Le subo la silla a su habitación?—me pregunta.

—Escóndela en el sótano para que mi prima no pueda verlo—le susurro y ella sonríe—. ¿Tú cómo te llamas?—le pregunto.

—Kaire—me sonríe.

—Kaire. Un gusto, Kaire—sonríe y empiezo a subir las gradas—, tal vez podrías traerme un café a mi habitación, Kaire.

—Enseguida se lo llevo, joven Holt.

—Sólo dime Harry, Kaire. Somos amigos, ¿verdad, Kaire?—río al repetir mucho su nombre. Me resultaba muy divertido ver cómo no sabía que decir.

—Está bien, Harry.

Logro entrar a mi habitación y me recuesto sobre la cama. Me quito los tenis con mis pies y pongo un brazo sobre mi frente.

— ¿Por qué no puedo dejar de pensarla?—me pregunto.

Cierro los ojos y dejo que mi mente actúe luego de unos largos meses. Me la imagino acercarse a mí y moverse lentamente mientras se quita la ropa y se me monta encima. Se acerca a mi oído y me susurra lo gran ansiosa que está porque mis manos estén sobre su cuerpo.
Mi yo imaginario no es tan bueno, porque mi yo real ya estaría devorándomela entera.

—Esto se está saliendo de control—abro los ojos y noto que estoy un poco entonado.

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