Capítulo cuarenta y cinco. 2

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Cojo un pretzel y como un poco para quitar mi ansiedad. Cada momento que miraba el reloj y me daba cuenta que Jamie se levantará para volver a ir a trabajar me inquietaba. Por un momento casi hago caer los trastos, pero muevo mis manos par que estos no resbalen. Suelto un suspiro y siento alguien detrás de mí.

—Buenos días—me sonríe y se acerca a mí.

—Preferí no despertarte. Supuse que llegaste tarde y no quería molestar—me toma de la cintura y me da un corto beso.

— ¿A qué hora se durmió la nena?—me pregunta.

—Poco menos de las siete. Debe estar por despertar. 


—Déjame hacer el desayuno a mí—se ofrece.

—No, Jamie. Llegaste tarde y estás cansado, no puedo aceptar eso.

—No quieres una persona que te ayude ni que yo lo haga—reniega—, ¿es que acaso tengo que dejar que lo hagas tú sola todo?

—Puedes ayudarme si tanto insistes—dejo caer los hombros y sonríe.

—Mi madre preparaba unos deliciosos Hotcakes.

No me sentía bien cuando él sonreía y se sentía a gusto con el momento. Por más que durante este tiempo quise que lo nuestro funcione, nunca fue así. O por lo menos de mi parte.
Jamie siempre ha sido el de la iniciativa en todo. Desde comprar esta casa y pagarla a cuotas mensuales a ir contra su familia por aceptar a alguien que tiene un hijo con otra persona.
Lo más importante es el correr el riesgo de un día perderme por estupidez mía. O porque mi gran quizá decida despertar por fin.

— ¿Me amas?—me toma de la mano y me hace recuperarme en el momento. Estamos sentados en la mesa del comedor.

—Eso no se pregunta—sonrío y veo mi plato de desayuno.

— ¿Por qué?—ríe—, sólo dímelo.

— ¿Pero es necesario?—pregunto—. Te amo, Jamie.

Sé que soné muy dura, pero me fastidiaba que pregunte eso en este momento. Tal vez quería que sea la apertura en la conversación, pero en insólito que pregunte esas cosas.
Escucho el llanto de Handrea y arrastro la silla para levantarme.

—Iré yo—Jamie se levanta casi de inmediato y sube las gradas.

En todo el día no volvimos a tocar algún tema relacionado a eso.

Llego del trabajo y dejo mi bolso sobre el sofá. Harry no me ha llamado al teléfono de la oficina y tampoco ha ido. Estuve muy desconcentrada en todo el día, tanto que casi olvido el pasar por Handrea a la guardería.
Esto me fastidia.
Esto no es lo que esperaba.
Esto no es justo para mí. Ni para él.

Termino de guardar los juguetes con Handrea del sofá y muevo la cuna donde está durmiendo. Veo el reloj y me doy cuenta que Jamie llegará en cualquier momento a cenar. Tal vez ahora sí es el momento de hablar de muchas cosas.

Dejo la comida sobre la mesa y veo la puerta abrirse. Era Jamie, quien desata su cortaba y se frota el rostro mientras se acerca a la mesa. Me da un beso en los labios y me sujeta de la cintura mientras hace que el beso se intensifique tanto como para que demos a parar en el sofá.

—Te quiero como cena—sonríe y me pellizco el labio al verlo sonreír.

Se levanta y se sienta sobre el sofá para que yo haga lo mismo en su cuerpo. Me quita lo que traigo encima y masajea cada parte de mi cuerpo hasta hacerme gemir una y otra vez. Aparta la vista de mi cuerpo, luego de besar cada parte, y me mira. Puedo ver su mirada cargada de lujuria y deseo. Me monto por completo encima de él y siento como entra en mí con una velocidad constante.
Se libera en mí y me quedo literalmente pegada a su cuerpo. Me sonríe y da cortos besos en mi cuello.
Era de las primeras veces que Jamie se comporta así conmigo. Con respecto al sexo, claro está.
Nunca había tenido esa firmeza y esa fuerza para hacerlo, porque siempre me encantó la manera en que él me trataba en la cama.

— ¿Es así como tengo que ser para gustarte un poco más?—me pregunta y me quedo en silencio.

Arquea el rostro y forma una sonrisa. No sé qué decir. Esto no debería ser así. Técnicamente me está insultando. De alguna manera lo está haciendo.
Decido apartar la vista de él y me siento para cenar.

— ¿Alba?—pregunta, dejando un rato de cortar la carne con el cuchillo. Elevo la vista a él y está con el ceño fruncido—, ¿por qué me mentiste al decir que no viste a Holt? —veo como presiona con su mano el cuchillo y lo mantiene en el mismo lugar.

—No quería que te molestaras. Él solo acudió a la oficina como terapia. Una simple casualidad. Es todo—arrastro la silla para levantarme de la cena pero Jamie hace lo mismo y se acerca a mí.

— ¿Molestarme?—pregunta—, ¿crees que no estoy molesto en este momento?, ¿crees que no sé las veces que fuiste a verlo sin comunicármelo?

—Por esto mismo es que no dije nada. Sabía cómo te pondrías.

— ¡Y una mierda!—golpea la mesa y doy un respingo por el golpe. Tiro la mirada arriba, esperando a que Handrea no se haya despertado—. ¡Te importa una mierda cómo me ponga!, ¡ese tío no te valora, Alba! ¿Cuándo vas a entenderlo?

Me quedo en silencio porque estoy asustada. Es la primera vez que Jamie me levanta la voz y emplea ese tipo de palabras.

—Sólo quería ayudar—tartamudeo y trago saliva.

— ¿Ayudar a qué?, ¿a que venga a casa y te quite a tu hija, eh? ¡¿Eso querías?!

—Jamie—sollozo.

Suspira y relaja todo el cuerpo, se gira para tomarse de la cabeza y se seca las lágrimas que, por frotar sus ojos, han salido.

—Está destruyendo lo que me tardó tanto en construir, Alba. Tú misma dijiste que me amas, ¿por qué entonces? ¡Por qué!

Intento acercarme a él pero sube por las gradas hasta entrar al tocador.

Me siento en el suelo y empiezo a llorar.
Lo menos que quería era herirle.
Mi intención era hacer que un hombre confíe nuevamente en el amor, y lo que hice fue hacer perder el amor en otra persona.

Recojo los servicios y veo a Jamie entrar a la cocina. Me giro al terminar de enjuagar los trastos y veo que aún sigue apoyado en la puerta, se acerca a mí para tocar mi mejilla pero me quedo quieta sin saber qué hacer.

—Perdón.

Asiento y aparto la vista para pasar de él y salir de la cocina. Subo las escaleras hasta el tocador y tiro un poco de agua a mi rostro, descartando el darme una ducha para meterme a la cama. Camino nuevamente hasta la habitación y me recuesto, esperando a que el sueño caiga en mí y no despierte hasta el día siguiente.

Pero no pasó así.
Es alrededor de las tres y media de la madrugada cuando decido bajar a la cocina a por un vaso con agua. Cómo es costumbre, camino por casa para poder terminar lo que estaba en mi vaso y subir a mi habitación, pero el crujido de las hojas al ser pisadas me hace acercarme a la ventana. Nada, no había nada. Pienso que era algún gato pasar sobre el césped, pero puedo sentir mi corazón alterarse cuando escucho las suelas de unos zapatos hacer fricción en la moqueta de la puerta.
Pienso en despertar a Jamie, pero luego pienso en Handrea; así que cojo el teléfono inalámbrico y me acerco a la puerta para ver a través de la mirilla. Puedo ver a alguien con el brazo apoyado sobre la puerta y el otro en la pared. No puede verle el rostro hasta que eleva la vista y siento que mi sorpresa despertó a todos.
Abro la puerta en un instante.

— ¿Harry?—pregunto y por un momento el cuerpo de él casi se viene encima de mí—, ¿qu—qué haces aquí?—susurro.

—Vine por ti—puedo entender en su balbuceo—, por las dos.

— ¿Has tomado?—frunzo el ceño y trato de contener su cuerpo.

— ¡Vine por ti y por mi hija!—grita. Le tapo la boca para que no nadie escuche—. Déjame pasar—masculla bajo mi mano.

—No—no puedo evitar sonreír un poco al escucharle decir hija.

— ¿Estás con Blumer, verdad? ¡Ven hijo de perra! ¡Voy a mostrarte lo que es mío!

—Harry—sujeto su mano y veo sus ojos—. Despertarás a Handrea.

— ¿Handrea?, ¿así se llama nuestra hija?—sonríe y asiento.

— ¿Qué son todos esosgritos?—escucho la voz de Jamie detrás de mí, viniendo de las escaleras y me alarmo.Me giro y veo que está de pie en lo más alto de las escaleras—. ¿Holt?

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