Capítulo trece.

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Abro mis ojos y con lo primero que me topo es con el rostro de Alba. Estaba dormida, y se miraba muy tierna.
Estaba recostado en su regazo, ya que pude sentir, cerca de mi oído izquierdo, los latidos de su corazón. Me levanto muy despacio para no despertarla, y puedo notar que ya estoy con mi ropa casi puesta.
¿Se tomó la molestia de colocarme la ropa? Que mon...
Me coloco el abrigo y, en vista que ya estaba pasando de llover, salgo del auto para dirigirme al edificio.
En esta oportunidad, la asistenta de mi madre es la que me espera en la recepción. Observo a la chica que me atendió hace unos minutos y lo fulmino con la mirada lo más que puedo. Que te tomen por culo.

— ¿Por qué demoraste tanto?—pregunta, girando la silla para poder mirarme.

—La jodida secretaria no quiso hacerme pasar, ¿Qué tal estuvo tu calentón, eh?—pregunto luego de dar una mirada a todo lo de la habitación. Sentía el aroma de un perfume que no era el de mi padre, y no podía pensar que era de uno de jefes, porque sabía perfectamente como era ella.

—Cállate Harry—masculla y hace que su asistenta se retire.

— Lo que quieras. Apúrate.

Abre un cajón de su escritorio y me tiende unos folios. Se sirve una taza de café de su cafetera y luego me tiende una.

—Sabes que lo detesto.

—Por eso—deja la taza sobre el escritorio y esboza una sonrisa en su rostro.

— ¿Es todo?—agito los papeles y arrastro la silla al ver como ella asiente.

—Dile a tu padre que llegaré tarde hoy—masculla cuando estoy casi por la puerta. Rio por lo bajo y la veo, molestándome por la forma tan fácil que lo dice.

—Vale. Usa una jodida protección, ¿quieres?

Veo a la asistenta sentada en los sofás que están fuera de su oficina, y cuando ve que estoy saliendo se para para poder acompañarme. Le hago una seña y le digo que ya me voy.

—No es necesario que vengas. Conozco el camino a la perfección.

Al bajar por el ascensor puedo ver a la chica que está despistada acomodando algunos archivos. Cojo el móvil y hago una llamada al mismo número de la recepción, sentándome cómodamente en un sofá en espera que ella conteste.

—Buenas tardes, Constructora Dew. ¿Con quién tengo el gusto?

—Buenas tardes. Estoy llamando porque hemos recibido la queja de la señora LeynHolt acerca de un ataque a su hijo, el señor Harry Holt. ¿Le mencionamos lo bien que le podrían quedar la ropa de mucama?—susurro en voz bajo y trato de ocultar las ganas de reír.

—No, no le entiendo...

—Señorita...

—Jade Thompson.

—Jade Thompson es el nombre que tenemos como acusada. Recepcionista, ¿verdad?

—Sí, pero yo no...

—Señorita Jade, le pedimos que se aproxime hasta la oficina de su jefe...—muerdo mi labio al no saber el nombre—. Y le pedimos que, amablemente, presente su carta de renuncia.

—Debe haber un error, ¡ese hijo de puta quiso atacarme, lo único que hice fue defenderme!

— ¡¿A quién llamas hijo de puta?!—me levanto y la vuelvo a encarar.

La chica baja un poco el móvil y comienza a temblarle el cuerpo.

—Ni se te ocurra llamar a seguridad, porque ¡juro que te mato ahora mismo!—me giro y salgo rápidamente del edificio. Tomo mi móvil nuevamente y hablo—. ¿Aló? ¿Señorita Thompson?

—Señ...señ...

—Presente su carta de renuncia lo más pronto posible. Gracias—y corto.

Ojalá lo haga y no ponga excusas.
Camino hasta mi auto y abro la puerta, mirando que Alba se ha recostado en toda la parte trasera y aún sigue dormida.
Sonrío al verla y agito su hombro para poder despertarla.

— ¡Yo no lo hice! ¡Soy totalmente inocente!—grita y luego me mira. Se toma del pecho y cierra un poco sus ojos.

—Sí,...claro.

— ¿Cuánto tiempo estuve en coma?—se incorpora y se cubre el cuerpo con su abrigo.

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