Lovesick

Capítulo dos.

—¿Dónde se supone que quede la Universidad?—miro desorbitada el lugar, tratando de hallar algún mapa o leyenda que pueda orientarme y sacarme de este apuro. El primer día en Londres ¿y ya estoy en problemas? Bufo completamente desconforme y molesta con mi iniciativa y comienzo a caminar sin rumbo—. Maldita telefonía inútil—tengo el impulso de lanzar el móvil a la pista, ya que mi enojo hacía la mala cobertura fuera del país me molestaba demasiado. Sin mencionar lo mal que me llevo con los planes de Internet Móvil.

Camino alrededor de veinte cuadras, alegrándome de ver un poco más de gente circulando por las calles. Un puesto de diarios atrae mi atención y me acerco para ver si puedo recibir ayuda del señor que está dentro de la caseta. Sonríe y ríe un poco cuando hablo, pero termina por señalarme una calle por la cual debo de caminar.

Debe ser por mi acento.

Reniego un poco y recuerdo que dejé mi manzana mordida junto al grifo esta mañana. Terminará oxidándose, pero ojalá nadie la encuentre.
Reconozco el cabello medio rizado de esta mañana a unos metros de mi distancia. Frunzo un poco el ceño para que la imagen sea clara y veo que es él. Él tío más jodidamente odioso de este día.

—Pensé que te perderías o harías el favor de desaparecer de la ciudad—masculla y rueda los ojos al mismo momento que aparta la vista de mí.

—No soy tan estúpida como para perderme—respondo con la misma intensidad, sin la mínima intención de regular mi tono de voz.

—Pues parece—responde y comienza a alargar los pasos.

—¿Eres así de cortante con la gente?—pregunto y trato de llevar el mismo ritmo de sus pies.Parecían más bien saltos que pasos, ya que me cansaba muy rápido.

—No recuerdo haberte dado la confianza como para que me hables. Si vas a seguirme solo cállate y mantente alejada de mi—se coloca nuevamente los auriculares y mira la pantalla de su móvil.

—Estúpido—mascullo, aprovechando que no puede escucharme y trato de fingir que hago lo mismo.

Aunque mi música no es tan buena y ni yo la he subido a mi móvil.

Camino tras él casi el doble de lo que he caminado sola, y, como he tenido que llevar su mismo ritmo, me he cansado. Suelto su nombre desde una intensidad mínima, pero este no se voltea. Comienzo a pensar que me está ignorando cuando termino por gritar su nombre y este no se gira; así que me apoyo de una farola y me quito uno de mis tenis, lo cojo entre mi mano y lo lanzo hacia su cuerpo.

—¿¡Qué demonios te ocurre!?—vocifera exaltado, girando su cuerpo mientras mira lo que ha sido causante de su pequeño dolor en la espalda.

—Me ocurre que estoy cansada y das pasos muy acelerados—respondo mientras me acerco hasta donde está y cojo rápidamente mi tenis para colocármelo nuevamente.

—No es problema mío que me hayas seguido. Inhíbete a las consecuencias, españolita—rueda los ojos y continua caminando.

—¿Cómo es que sabes que soy de España?—termino de acomodar mi tenis y trato que este pueda verme. Este al escucharme se detiene y luego vuelve a caminar.

—Mi madre me lo ha comentado; ¿crees que una madre no le informaría a su hijo que una loca vendría a cuidara otro loco?

—Claro—río—. Por supuesto que sí.

—¿Insinúas que soy un mentiroso?—se gira a donde estoy y frunce el ceño fuertemente—. No tendría por qué preguntar por alguien, y mucho menos por ti.

—¡Eres un asco de persona! No sé cómo puedes asistir a la Universidad y fingir ser una persona irreal, cuando lo único que eres es un títere con una careta falsa.

Siento su mirada clavada en la mía. Me mira con odio y un sentimiento único en él, tan único que soy incapaz de reconocerlo. Me aterrorizaba pensar que su energía estaba causando algo en mí, algo que podría llamar un miedo al cual no puedo salir o huir.
Pero de un momento a otro esa mirada se evapora y relaja sus facciones.