Cartapacio

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Aelita


Dejé a Jeremy y a Odd en la planta de abajo y subí a la de arriba, entrando en mi habitación. Quité la almohada y saqué de debajo suya el camisón rosa con la letra «A». Me deshice del mono corto de color blanco con flores en rosa que llevaba, quedando en ropa interior. Introduje los brazos por las mangas del camisón y lo pase por mi cabeza, dejando que cayera por mi cuerpo. Luego, metí las manos por dentro del camisón subiéndolas hasta la parte alta de la espalda, dónde el cierre del sujetador quedaba. Agarré ambos extremos, junté mis manos, y los enganches se soltaron. Retiré el sujetador por debajo del camisón y lo doblé adaptándolo a los pies de la cama. La tela del camisón tapo mi pecho liberado de la presión del sostén.

Cogí el neceser y me puse las chancletas para ir al baño a deshacerme del escaso maquillaje y lavarme los dientes. Cogí la manija de la puerta y la empujé hacia abajo abriendo la puerta. 

En el pasillo aún transitaban alumnas, que venían o iban al baño.

-¡Mira por dónde pisas! -Una voz me gritó, cuando choqué con la espalda de alguien. Era una voz chillona, casi como si el que hablara fuera el silbato de Jim. La chica con la que choqué se dio la vuelta, y la mirada negra se Sissi me escrutaba de arriba a bajo, esperando una disculpa o una explicación.

-Perdona Sissi, iba mirando al suelo, y no te ví.

-Ah, eres tu Aelita... No pasa nada, pero mira por donde andas.

-¿Sissi eres tú?

-¿Quién si no?

-No nada, ha sido por tu respuesta...

-Qué respuesta... Si siempre respondo igual.

-Si claro, por supuesto. Solo me has pillado desprevenida. -No entendía por qué Sissi no entró en cólera, ni quiso asesinarme ni nada por el estilo. Estaba totalmente desubicada, pero decidí seguir con mi camino.

-Bueno, voy al baño. Lo siento. -Me excusé. La esquivé y seguí andando.

-¡Espera! -Me agarró la muñeca, parándome en el pasillo.

»¿Es verdad que os vais? -Preguntó. Pero no conseguía entender a qué se refería. Fruncí las cejas.

»Bueno, escuché a mi padre hablar con Nicole. Decía que tenía que sacar vuestros expedientes porque os ibais de Kadic. ¿Es eso cierto? -Explicó. Su voz ya no era como un pito, sino que se volvió algo aflautada, dulzona y calmada. No parecía Sissi Delmas, y eso me desconcertaba.

-Bueno, nos vamos de erasmus a Suiza. -Respondí. Ahora ella frunció el ceño, pero no podía decir mucho más, y menos a ella. Soltó mi brazo, bajé la cabeza dándole la gracias y seguí camino al baño.

Después de cepillarme los dientes y remover la ligera base de maquillaje y la delga línea negra de mis ojos, regresé a la habitación. El pasillo ya estaba casi por completo en silencio por lo que no volví a encontrarme con nadie más.

Guardé en el armario el neceser y saqué del doble fondo del cajón el diario de mamá. Dejé sobre el colchón el libro mientras abría la colcha de la cama, dejando ver las sábanas blancas de la cama individual. Acomodé la almohada antes de sentarme en el colchón, deshacerme de las chanclas y apoyarme sobre la almohada. Abrí el libro y me situé en dónde lo había dejado la última vez que leí.

Finlandia, 1971:

La neumonía cogida por Kristoffer en el mes de diciembre terminó por arrancarle la vida de su cuerpo. La enfermedad se apoderó por completo de su sistema respiratorio, y en febrero del nuevo año falleció, dejando un espantoso silencio por aquella casa sacada de un cuento.

Código Lyoko: The New LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora