Switzerland

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Yumi


Estábamos a punto de aterrizar. El cielo era azul, pero no un azul cián como el de los días soleados presentes bien entradas las horas del día, eran un azul apagado mezclado con el color crudo de las nubes que reinaban el amanecer de Ginebra. Los finos y gordos rayos del sol penetraban en las nubes, cambiando ese color crudo y azul a naranjas y salmones.

Algo que siempre me había llamado la atención fue el amanecer, por eso, le pedí a Odd que me cambiara el sitio y me dejara observar el alba desde el pequeño vidrio por el que entraba la luz al avión. Aelita se había quedado dormida leyendo el diario de su madre, el cual guardé en su mochila antes de que Odd aceptara cambiarme el sitio. Pero decidió que sería mejor que Jeremy disfrutara de los pocos minutos que quedaban de vuelo con la chica pelirrosa.

Ulrich terminó por moverse también tomando el asiento de Jeremy, a mi lado. Odd se sentó en el extremo de la fila, al lado izquierdo de Ulrich.

-¿Estás nerviosa? -Ulrich susurró en mi oído.

Me estremecí por el aire que emanaba de sus labios y rozaba mi oreja, asentí con la cabeza y él apoyó su frente contra mi nuca.

Ulrich siempre me hacía levitar, era una sensación rara, extranjera y a la vez familiar que se establecía en mí cada vez que estaba con él.

No me gustaban las demostraciones de afecto en público porque así fui educada, pero el chico castaño estaba empezando a hacer que no me sintiera ajena a esas muestras de cariño. Siempre me pareció que debajo del Ulrich que siempre habíamos visto se encontraba el verdadero. Ese al que no le importaba lo que la gente dijera de él, el que luchaba por lo que quería y ese niño soñador que habitaba dormido en lo más hondo de él empezaba a despertarse, lento y con cautela, como un chico adolescente.

El chico de ojos avellana que siempre parecía estar de malhumor con el ceño y la nariz arrugada, con las cejas enarcadas y los músculos tensados, solía ser el Ulrich que muchos conocían. Pero todos, los cuatro, tuvimos la suerte de poder presenciar algunas pinceladas del chico bromista, alegre e ingenuo que se disfrazaba de héroe más de una vez.

No le culpaba por querer ser el héroe de los cuatro, pues aunque pocas veces me paré a pensarlo, Ulrich no había tenido una infancia perfecta, no había sido el niño más querido, ni el más mimado, y tal vez eso, fuera el problema de esa pequeña máscara invisible que le camuflaba.

Desde que conocí a Ulrich sabía que escondía algo. El día en el gimnasio, nuestro primer encuentro, fue lo que hizo darme cuenta. Sus aires de superioridad en el combate no eran propios de un chico que, a priori, parecía tranquilo, su rabia a la hora de impartir los golpes, lo confirmó, era la forma que tenía de desahogarse, de expresar aquello que no dejaba ver.

Con el tiempo, me gané su confianza y eso hizo que el castaño me confiara sus mayores secretos. Esos que sólo él y yo sabemos e irían siempre con nosotros.

Estaba mirando por el redondel por el que se apreciaba el fantástico amanecer mientras pensaba, en todo lo que ha pasado e iría a pasar, pero nunca fui la niña estúpida que se cree que puede planificar su futuro. Siempre había sido una chica sensata con los pies en la tierra, que siempre vivía el presente, aunque durante todos estos años atrás vivíamos dos veces el mismo día, pero aun con esas, nunca programé mi futuro.

-¿Yumi estas bien? -La voz de Ulrich me sacó de mis pensamientos.

Aparté la vista de la ya observada aurora y me centré en la realidad en la que estábamos en esos momentos.

-Sí. Sólo estaba pensando. -Le contesté, regalándole una sonrisa forzada para que no se preocupara.

-¿Y en qué pensabas?

Código Lyoko: The New LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora