Jeremy
La música de Aelita era tan buena que nadie en el gimnasio de Kadic estaba parado. Max, el primo de Odd, se puso a hablar con unas cuantas chicas que estaban a nuestro alrededor. Al parecer el no tener sentido de la vergüenza venía de serie. Ulrich, Yumi y yo estuvimos bailando la mayoría de las canciones, pero no estaba muy a gusto que se diga, pues preferiría poder bailar con Aelita.
Odd había desaparecido y llevaba por lo menos más de una hora fuera del gimnasio. Si era verdad que Sissi quería vengarse de él, estaría ideando la mejor inocentada de su vida. Odd no era de los que se dejaba pisotear, y eso estaba más que claro, por eso siempre utilizaba el cerebro para burlarse de la gente.
El gimnasio estaba a oscuras, iluminado sólo con las luces de colores de la esfera de discoteca que Jim debió colgar del techo. En el suelo se podían ver los pequeños círculos de colores rojo, azul y verde que se movían de un lado a otro. Aelita estaba concentrada en la mesa de mezclas, con los cascos puestos, los ojos cerrados y bailando de vez en cuando cuando metía algún efecto a la pista que estuviera sonando.
Estaba tan feliz por ver como Aelita se había hecho un hueco tan grande en la Tierra, que si echaba la vista atrás no sabría ni por dónde empezar a explicar cuál fue el motivo que me movió a pensar que la chica atrapada en una pantalla de un ordenador pudiera ser real. Pero aquella causa, cuyo origen desconozco, fue la culpable de que me enamorara de ella y que no dejara ni un segundo de pensar en cómo sacarla de las malditas garras de X.A.N.A.
Fui tan estúpido por no decirle antes lo que sentía... Fui tan tonto por enamorarme de alguien virtual... Fui un demente por creerme un científico loco capaz de salvar la vida de alguien... Que todavía no me explico como Ulrich, Odd e incluso Yumi, pudieron creer en mí. Sin embargo, todas las locuras del hombre tienen justificación. Mi motivo... Esa chica de pelo rosa.
Ahora no había vuelta atrás, y de todos modos, no quería volver atrás, y recordar por todo lo que X.A.N.A nos hizo pasar. Aunque si pudiera, haría una última cosa... Resucitar a Franz Hopper, porque se lo debo a Aelita, y sería la última cosa que haría, sin parar hasta mi último aliento.
Me dolía la cabeza, mucho. Tanto que estaba en la fábrica, sentado en el gran sillón frente al superordenador, peleándome con los programas que se estaban instalando y con el persistente dolor de cabeza. Sin poder calmar aquel calvario, me llevé las manos a la cabeza y dejé caer mis codos sobre el teclado del ordenador, el cual empezó a pitar porque, seguramente, había inhabilitado los programas.
Se me cerraron los ojos.
-¡Jeremy!
»¡Jeremy! -Oí una voz lejana decir mi nombre con tono desesperado.
-¡Jeremy! -Otra voz, más grave que la anterior, me llamó y zarandeó mis hombros.
-¡Jeremy, por favor... Despiert...! -Esa voz otra vez, rota, apagada, melancólica, que se convirtió en un sollozo sin poder acabar la última palabra.
-¡Jeremy, vamos despierta. Esto no es una broma! -Reconocí a los pocos minutos quién era. Ulrich, me estaba llamando, pidiéndome que despertara.
En contra de mi voluntad por el dolor que sentía en las sienes, despegué los párpados.
Aelita se abalanzó sobre mí y me abrazo tan fuerte que me costaba respirar. En mi cuello sentí una cálida humedad que recorría mi piel. Los sollozos de Aelita se oían fuertes en mi oído. Aturdido, sin saber qué había pasado, la toque la espalda para que se tranquilizara.
Alrededor nuestra se encontraban Ulrich, Yumi, Max, y un montón de alumnos, así como padres preocupados.
-¿Que ha pasado? -Preguntó Jim que se arrodilló en cuanto llegó.
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Código Lyoko: The New Life
FanfictionAelita y los guerreros lyoko se sumergen en una misión que les condicionará por completo sus vidas. En esta nueva encomienda en la que se embarcan pasarán muchas cosas: amor, desamor, aventura, etc. Si quieres saber que pasa, sigue leyendo. Es una...