Philip se fue a la cama llevando en el corazón esa especie de gratitud humilde y penitente que a veces sentimos tras haber pasado del desaliento a la esperanza. La noche antes parecía que todo se aliara para frustrar sus deseos más queridos; ahora le parecía que su descontento y aflicción de menos de veinticuatro horas antes habían sido casi impíos, tanto habían mejorado ahora las circunstancias. Ahora todo parecía apuntar a que se realizarían sus anhelos. Casi estaba convencido de que Kinraid no sentía otra cosa por Sylvia que la admiración de un marinero por una chica guapa; en cualquier caso, el arponero se iba mañana, y con toda probabilidad tardaría otro año en volver (pues los barcos que iban a Groenlandia zarpaban hacia los mares del norte a la menor oportunidad de poder abrirse paso entre el hielo), y antes de que eso ocurriera él le habría hablado abiertamente a Sylvia, comunicándoles a sus padres su afortunado futuro, y a ella su amor profundo y apasionado.
De modo que, aquella noche, sus oraciones fueron algo más que la mera formalidad de la noche anterior; se convirtieron en una vehemente expresión de gratitud a Dios por haber, por así decir, interferido en su favor, para que le otorgara el deseo de sus ojos y el anhelo de su corazón. Era como muchos de nosotros; no ponía su vida futura en las manos de Dios, y solo pedía la gracia para hacer Su voluntad en cualquier circunstancia que pudiera surgir; pero ahora anhelaba algo de esa manera tan terrible que, cuando se otorga en esas circunstancias, a menudo suele resultar equivalente a una maldición. Y ese estado de ánimo lleva aparejada la idea de que todos los sucesos que favorecen nuestros deseos son respuestas a una plegaria; y lo son en un sentido, pero precisan que se rece en un espíritu más profundo y elevado para no dejarnos caer en la tentación del mal que tales sucesos conllevan de manera inevitable.
Nada sabía Philip de cómo había pasado Sylvia ese día. Y si lo hubiese sabido, aquella noche se habría acostado aún más apenado que la noche anterior.
Charley Kinraid acompañó a sus primas hasta el lugar donde el camino se bifurcaba en dirección a Haytersbank Farm. Entonces detuvo su alegre charla y anunció su intención de ir a visitar al granjero Robson. Bessy Corney pareció decepcionada y un poco mohína; pero su hermana Molly Brunton se rió y dijo:
—¡Di la verdad, mozo! Nunca habrías ido a ver a Dannel Robson si no tuviera una hija tan guapa.
—Es cierto, pero la tiene —replicó Charley, bastante molesto—. Y cuando digo una cosa, la hago. Y ayer por la noche prometí que iría a verle; además, me cae bien el viejo.
—¡Bueno! ¿A qué hora le digo a madre que llegarás?
—A eso de las ocho. Puede que antes.
—¡Pero si apenas son las cinco! Bendito sea, pues no se cree que va a pasar allí la velada, con lo tarde que se acostaron ayer, y con la señora Robson enferma. A madre eso no le parecerá nada bien, ¿no crees, Bessy?
—No lo sé. Charley puede hacer lo que quiera; creo que nadie le echará de menos si se queda hasta las ocho.
—¡Bueno, bueno! No puedo decir que yo vaya a echarle de menos; pero más vale que te apresures, pues se está haciendo tarde, y por el aspecto de las estrellas va a haber una buena helada esta noche.
Haytesrbank no estaba más cerrado de noche que a cualquier otra hora; no había postigos en las ventanas, ni tampoco se molestaban en correr las cortinas, pues casi nadie pasaba por allí. La puerta de la casa estaba cerrada; pero la puerta del establo, que se hallaba un poco más allá, en el mismo edificio, bajo y alargado, permanecía abierta, y una tenue luz proyectaba una forma oblonga sobre el suelo nevado del exterior. Mientras Kinraid se acercaba, oyó voces que hablaban, y una de ellas era de mujer; lanzó una mirada fugaz por la ventana en dirección a la sala de estar iluminada por el hogar, y al ver a la señora Robson dormida junto al fuego, siguió adelante.
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Los amores de Sylvia - Elizabeth Gaskell
Historical FictionEsta novela, quizá una de las más inolvidables de toda la narrativa victoriana, describe la historia de Sylvia Robson, una joven provinciana de la que se enamoran dos hombres de carácter antagónico: el comerciante Philip Hepburn y el arponero Charle...