Philip llegó a Hartlepool demasiado tarde para coger el coche que salía para Newcastle, pero había otro que salía por la noche, y que llegaba antes de mediodía, de manera que, pasando una noche sin dormir, podía recuperar el tiempo perdido. Pero, amargado e inquieto, en Hartlepool solo tuvo tiempo de comer algo de manera apresurada en la posada de la que salía el coche. Memorizó los nombres de las poblaciones por las que pasarían, y las posadas en las que se detendrían, y dejó dicho que el cochero estuviera atento y le recogiera en alguno de esos lugares.
Estaba totalmente agotado antes de que todo esto ocurriera, demasiado cansado para conseguir dormir algo en el coche. Cuando llegó a Newcastle, fue a comprar un pasaje para el próximo paquebote con destino a Londres, y a continuación se dirigió a Robinson's, en la calle principal de la ciudad, para hacer las averiguaciones pertinentes en referencia al arado que interesaba a su tío.
Era ya casi de noche cuando llegó a la pequeña posada junto al muelle donde pretendía dormir. No era un lugar precisamente sofisticado, y lo frecuentaban marineros; se lo había recomendado Daniel Robson, quien lo había conocido bien en épocas anteriores. La habitación, no obstante, era limpia y acogedora, y regentaban la posada gentes respetables, a su manera.
Pero Hepburn encontraba bastante repulsiva la imagen de los marineros que bebían en el bar, y preguntó, en voz baja, si no había otro salón. La mujer le miró sorprendida, y simplemente negó con la cabeza. Hepburn se fue a una mesa apartada, lejos del espléndido fuego de la chimenea, que en aquella fría noche de marzo era el principal atractivo del lugar, y pidió comida y bebida. A continuación, al comprobar que los demás hombres le miraban con la idea de entablar conversación, pidió pluma, tinta y papel para que, viéndole ocupado, no se le acercaran. Pero cuando llegaron el papel, la pluma nueva, y la tinta espesa y sin usar, vaciló un buen rato antes de comenzar a escribir; y al final lentamente anotó las palabras: «QUERIDO Y RESPETADO TÍO».
Se interrumpió; le trajeron la comida y la engulló a toda prisa. Incluso mientras comía, iba retocando las letras de aquellas palabras. Tras beber un vaso de cerveza comenzó a escribir de nuevo: ahora de manera fluida, pues le hablaba del arado. Luego volvió a detenerse; sopesaba en su mente qué debía decir acerca de Kinraid. En un momento se le ocurrió escribirle a la propia Sylvia, y contarle... ¿el qué? Si lo hacía, ella atesoraría las palabras de su enamorado como pepitas de oro, mientras que para Philip no eran más que motas de polvo; palabras que el arponero solía utilizar como monedas falsas para engatusar y descarriar a las mujeres necias. Aún tenía que demostrar su constancia con actos, y en opinión de Philip, las oportunidades que iba a tener de probarla eran infinitesimales. ¿Pero debería mencionarle a Robson el simple hecho de que habían apresado a Kinraid? Eso habría sido lo normal, teniendo en cuenta que la última vez que viera a ambos estaban juntos. Veinte veces llevó la pluma hasta el papel con la intención de relatar de manera escueta lo que le había acontecido a Kinraid; y veinte veces se detuvo, como si la primera palabra fuera irrevocable. Mientras estaba sentado, pluma en mano, anteponiendo la prudencia a la conciencia, y pensando más en un futuro indefinido que en los posibles deseos de Sylvia, captó algunos fragmentos de lo que hablaban los marineros que había al otro extremo del salón, y comenzó a escuchar sus palabras. Estaban hablando del mismísimo Kinraid, en quien pensaba hasta el punto de que parecía tenerlo allí presente. Con palabras groseras y descuidadas hablaban del arponero, y se revelaba en ellas la admiración que le profesaban como marinero y arponero; y de allí pasaron a bromear acerca del poder que tenía entre las mujeres, y se le relacionó con un par de chicas. Hepburn, en silencio, añadió a la lista los nombres de Annie Coulson y Sylvia Robson, y al hacerlo sus mejillas palidecieron. Y mucho después de que hubieran acabado de hablar de Kinraid, después de que hubieran pagados sus copas y desaparecido, Hepburn seguía sentado en la misma actitud, sumido en amargos pensamientos.
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Los amores de Sylvia - Elizabeth Gaskell
Fiksi SejarahEsta novela, quizá una de las más inolvidables de toda la narrativa victoriana, describe la historia de Sylvia Robson, una joven provinciana de la que se enamoran dos hombres de carácter antagónico: el comerciante Philip Hepburn y el arponero Charle...