La señora Robson pasó muy mala noche. Desagradables pensamientos la acecharon y desconcertaron, y ni dormía ni estaba despierta, sino que hablaba y se movía presa de una gran agitación.
Sylvia se echó junto a ella, pero no durmió mucho, y al final prefirió sentarse en la butaca que había junto a la cama. Allí se quedó traspuesta sin querer; la escena de la noche anterior parecía repetirse; los gritos de numerosas personas, el poderoso rugido y embate de las olas amenazantes, se reiteraba en sus oídos; y algo le decían a través de todos esos ruidos en conflicto, pero no podía entender lo que era, aunque se esforzaba por escuchar el ronco murmullo que, en su sueño, parecía transmitirle un significado que le era de enorme importancia.
Ese sueño, ese sonido misterioso e inteligible solo a medias, le regresaba cada vez que se dormía, y lo que más la preocupaba era no poder oír las palabras que le decían, hasta que al final se quedó sentada muy erguida, decidida a no cerrar más los ojos. Su madre hablaba, medio inconsciente; era evidente que las palabras de Philip de la noche anterior seguían rondando por su cabeza.
—Sylvie, si no eres una buena esposa para él, me romperás el corazón. Una mujer debe obedecer a su marido, y no hacer lo que se la antoje. Yo nunca salía de casa sin pedirle permiso a tu padre.
Y a continuación comenzó a llorar de modo lastimero, y a decir cosas inconexas, hasta que Sylvia, para consolarla, le cogió la mano y le prometió que jamás saldría de casa sin pedirle permiso a su marido, aunque al hacer esa promesa se dijo que estaba sacrificando la única alegría que le quedaba para tener contenta a su madre; pues sabía perfectamente que Philip siempre tenía algo que objetar a esos paseos que a ella le recordaban su antigua vida al aire libre.
Pero habría prometido lo que fuera para consolar y animar a su madre; y aquella misma mañana que estaba empezando, debía ir a pedirle a Philip permiso para un simple recado o rompería su palabra.
Sabía por experiencia que nada calmaba tanto a su madre como una infusión de melisa; a lo mejor esa hierba poseía poderes sedantes; a lo mejor no era más que fe, y una experiencia a menudo repetida, pero lo cierto es que siempre la tranquilizaba; y más de una vez, durante el desasosiego de esa noche, la señora Robson la había pedido; pero a Sylvia se le había acabado la provisión de hojas del año pasado. Sin embargo, sabía que crecía una planta en un rincón resguardado del jardín de Haytersbank Farm; sabía que los inquilinos que se habían instalado después de ellos habían tenido que marcharse a causa de un fallecimiento, y que ahora el sitio estaba abandonado; y había pensado que si podía dejar a su madre sola una vez hubiera amanecido, y hubiera amamantado al bebé, podría llegarse a buen paso a su antigua granja y coger unos tiernos ramitos que estaba segura de encontrar.
Pero ahora tenía que ir a pedirle permiso a Philip; y hasta que no tuvo a la niña en brazos deseó amargamente estar libre de las cadenas y deberes del matrimonio. Pero el roce de los dedos céreos de la niña, el agarro de su boquita, la calmó, dejándola dócil y de buen humor. Se la entregó a Nancy para que la vistiera, y lentamente abrió la puerta del dormitorio de Philip.
—¡Philip! —dijo en voz baja—. ¡Philip!
Él despertó bruscamente de sus sueños; soñaba con ella, que estaba enfadada. Él la vio allí, pálida tras su vigilia y sus angustias nocturnas, pero mansa y suplicante.
—¡Madre ha pasado muy mala noche! Ha pensado que le iría bien una infusión de melisa, pues siempre la calmaba; pero la mía se ha acabado, y seguro que hay en lo que antes era el jardín de Haytersbank. Padre plantó una mata para que nunca le faltara a madre, cerca del viejo saúco; y siempre brotaba temprano; y si no te importa, me gustaría llegarme hasta allí cuando se quede dormida. Volveré dentro de una hora, no son ni las siete.
ESTÁS LEYENDO
Los amores de Sylvia - Elizabeth Gaskell
Historical FictionEsta novela, quizá una de las más inolvidables de toda la narrativa victoriana, describe la historia de Sylvia Robson, una joven provinciana de la que se enamoran dos hombres de carácter antagónico: el comerciante Philip Hepburn y el arponero Charle...