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Adela me había preparado algo especial para mi desayuno, ella amaba tener esos detalles conmigo.

Realmente les debía demasiado a ambos. Desde que era un niño ellos aceptaron adoptarme, no solo eso, sino que también arriesgar sus vidas al ser descubiertos. Podrían haber continuado con sus vidas normales y aburridas como las del todo el reino. Pero no lo hicieron, y se comprometieron a alimentarme, cuidarme y educarme. Preparándome para mi futuro.­

- Gracias - dije sonriéndole – No era necesario.

- Claro que sí. Mereces mucho más que esto.

- Mamá no de nuevo.

No quiso responderme, solo dio la vuelta y se puso a limpiar unos cuantos trastos sucios.

Siempre discutíamos lo mismo. Para ella, nada se comparaba a la vida de la realeza. Nunca sintió que todo lo que hacía por mí era suficiente. Aunque, a decir verdad, nunca tuve la oportunidad de vivir realmente como un príncipe. Desde que nací mi vida siempre estuvo en peligro, y no duré más que tres años en un castillo sin que todo termine en cenizas. Adela sentía pena por mí, no le parecía justo. Pero tampoco quería que me arriesgue a luchar contra Jude ¿quién podía entenderla?

Hoy había algo extraño en ella. Podía notarlo, sus manos temblaban de manera particular, y una sonrisa nerviosa se marcaba en su rostro.

- ¿Sucede algo?- pregunté.

- No es nada.

- Mamá...

- Tu padre pidió que lo ayudes con la cosecha – dijo rápidamente – Será mejor que vallas. Te tiene una sorpresa – me sonrió y se llevó mi plato.

- Sabes que le molesta que arruines sus sorpresas.

- ¡Oh por favor! No todos los días cumples dieciocho años ¿verdad? – dijo sarcásticamente – Anda no lo hagas esperar.

- Como digas – salté de la silla y me dirigí a la puerta.

- ¡Louis espera!

- ¿Qué pasa?

Se quedó mirándome por unos segundos

- Solo... - soltó un pequeño suspiro - Feliz cumpleaños.

Le agradecí con una sonrisa y salí corriendo a los campos.

Se encontraban frente a mí dos hectáreas cubiertas por una capa dorada, reluciente y extensa, reflejando más luz que cualquier sol que se haya visto en el cielo de Matheldan.

Este año habíamos tenido una de las mejores cosechas de todo el reino. Anteriormente el trigo no había sido nunca el fuerte en los cultivos, sino más bien uno de los últimos luego del zapallo y algunas hortalizas, pero debido a la Noche Oscura los días cambiaron, el clima se tornó frío y la mayoría de las siembras, excepto las nuestras, no sobrevivieron. Pavel no quería mostrarse feliz debido a ello, ya que en realidad no era nada bueno por lo que alegrarse, pero estaba seguro de que interiormente una parte de él se encontraba bastante agradecido. No podía culparlo, poseía esos campos mucho más tiempo que a mí. Se lo había ganado con trabajo y pocas horas de sueño durante varios años. No pasa un día sin ir a trabajar la tierra, lo que me involucra a mí la mayoría de las veces. Aunque no podía quejarme, después de todo,era lo único que podía hacer para agradecerles.

Mi padre estaba esperándome junto al pozo de agua. Adela y él eran personas mayores, y aunque sus personalidades no eran del todo iguales, físicamente coincidían con sus ojos marrones y cabellos grises. Ambos tenían ese espíritu de trabajo que los mantenía con suficiente fuerza, a pesar de su edad. Aun así Pavel era una persona de carácter fuerte y prudente, y hoy se lo veía serio, más bien preocupado, como si estuviera pensando varias veces lo que estaba a punto de hacer. Al parecer no se había dado cuenta de que lo estaba observando, porque cuando lo hizo forjó una sonrisa forzosa en su rostro. La intriga se apoderó de mí por lo que decidí acercármele.

- ¡Feliz cumpleaños Louis! ¿No creí que vendrías tan rápido a verme? No es algo de ti el ser puntual... - sus ojos me miraban de forma misteriosa, como intentando analizarme - En especial en el trabajo.

- Pues... - las ideas tardaron en acomodarse en mi cabeza - ...supuse que necesitarías mucha ayuda hoy con la cosecha, después de todo no tengo nada especial para hoy.

- ¿Hablas en serio? ¡Quién lo diría! - esta vez realmente se veía sorprendido – Pues supongo que puedo esperar para lo otro y darte unas cuantas tareas que...

- ¡No es necesario! – grité antes de que terminara de hablar – Si quieres podemos hacer lo otro ahora mismo, si estás de acuerdo claro.

- Bueno si insistes... - dijo despeinando mis cabellos - Ven tengo algo que mostrarte.

No dije más y lo seguí.

Caminamos unos cuantos kilómetros, suficientes como para dejar bien atrás nuestros campos.

Íbamos en dirección a la aldea, aun no sabía porque pero el misterio que reflejaba Pavel estaba matándome. Nos tomamos un tiempo para almorzar, tanto caminar nos estaba dejando hambrientos y exhaustos. De vez en cuando, Pavel me dirigía una mirada o tiraba un comentario sobre el clima como para romper el silencio, pero su rostro se mantenía sereno, a diferencia del mío. Unos metros antes de ingresar al pueblo mí padre cambió de camino. Me sorprendió ver que durante tantas veces que había explorado ese lugar nunca había visto aquel recorrido. La senda no era muy distinta a la anterior, talvez un poco más angosta y de dirección en diagonal, como si quisiera ir al centro del reino. Yo sabía que Matheldan era la isla más grande de las nueve, contaba con extensos campos, además de un enorme y oscuro bosque, tenía excelente localización y un gran funcionamiento del mercado, por lo que se la consideraba como la principal potencia y fuente de poder, o al menos eso era lo que se pensaba antes de que comenzaran los ataques de Jude.

-¿Pavel estás seguro de que este es el camino?

- Así es, muy seguro - respondió asintiendo con la cabeza.

- Pero...- no quería molestarlo, pero tenía una sensación extraña que me impedía continuar - ¿A dónde se supone que estamos yendo?

- ¿Qué acaso tu madre no te dijo que era una sorpresa? - su voz tomó un tono extraño, era obvio que sabía que Adela no había sido muy buena guardando el secreto - Andando ya falta poco.

No dijo más y siguió caminando dando fin a la conversación.

Las horas pasaron y el camino se volvió bastante aburrido, mis pies estaban cansados y no hacía más que mirar al suelo. De repente sentí un viento helado a mis espaldas por lo que levanté rápidamente la vista. Realmente agradecí haberlo hecho ya que de no ser por eso me habría topado de cara con Pavel.

- Aquí es - dijo mi padre con una clase de suspiro.

En ese instante caí en la cuenta de donde estábamos exactamente. Mi antiguo hogar.

TRAVESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora